Comentario
Estudio de la Biblia

Isaías 40:21-31

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

 

EXÉGESIS:

EL CONTEXTO:

El libro de Isaías se trata del exilio en Babilonia, que empezó en el año 586 a.C. cuando Nabucodonosor II de Babilonia destruyó Jerusalén y el templo y esclavizó al pueblo judío. El exilio acabó en 539 a.C. cuando Ciro de Persia permitió que los judíos regresaran a Jerusalén y reconstruyeran el templo. El libro de Isaías deja claro que Nabucodonosor funcionó como instrumento de Dios para castigar al pueblo judío por sus pecados, como también Ciro fue instrumento de Dios para liberarlo – para su redención.

La opinión erudita se encuentra dividida en cuanto a la autoría de este libro. Unos creen que un solo hombre escribió el libro completo, y que parte del libro presagia eventos que tomaron lugar mucho después de su muerte. Otros creen que un autor escribió capítulos 1-39, que un segundo autor escribió capítulos 40-55, y que un tercer autor escribió capítulos 56-66.

Sin embargo, todos concuerdan que en capítulo 40 empieza un nuevo énfasis. Capítulos 1-39 constan de una advertencia del juicio de Dios si la gente confía más en líderes seculares que en Dios. Capítulos 40-50 realzan la promesa de redención para un pueblo sometido al juicio del cual el profeta les había advertido en capítulos anteriores. Capítulos 56-66 relatan el regreso de los judíos a Jerusalén y la reconstrucción de la ciudad y su templo.

Isaías 40:1-11 empieza el capítulo con una promesa de consuelo y liberación. Estos versículos garantizan las promesas del pacto de Yahvé, diciendo, “la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (v. 8). Revelan a Yahvé como pastor que alimenta su rebaño y lleva los corderos en brazos (v. 11).

Versículos 12-26 prometen que Yahvé tiene el poder necesario para liberar a su pueblo. Estos versículos empiezan con una serie de preguntas como “¿Quién midió las aguas con su puño,” que les recuerdan a los exiliados de la majestad de Dios. Dicen que “las naciones son reputadas como la gota de un acetre” (v. 15) y los habitantes de la tierra, desde la perspectiva de Yahvé, “son como langostas” (v. 22). Estos versículos invitan a los exiliados a que alcen los ojos al cielo y sepan que Yahvé conoce el nombre de cada estrella – y que cada estrella toma su lugar según la orden de Yahvé (v. 26).

Versículos 27-31 prometen que “los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas” (v. 31).

Entonces, estos versículos son un llamamiento para que los exiliados vuelvan a la fe mientras se encuentran sumergidos en la humillación de la servidumbre que viven cada día – la servidumbre que han soportado casi cinco décadas. Estos exiliados saben que no ejercen ningún poder sobre la nación dominante de Babilonia. Este capítulo les asegura que Yahvé no es impotente. Yahvé tiene la voluntad y el poder de redimirles.

ISAÍAS 40:21-24. ¿NO SABÉIS? ¿NO HABÉIS OÍDO?

21¿No sabéis?
¿No habéis oído?
¿Nunca os lo han dicho desde el principio?
¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó?

22El está asentado sobre el globo de la tierra,
cuyos moradores son como langostas:
él extiende los cielos como una cortina,
tiéndelos como una tienda para morar:

23El torna (hebreo: no·ten – sitúa, nombra) en nada los poderosos (hebreo: ro·zenim),
y á los que gobiernan (hebreo: so·pete) la tierra hace como cosa vana (hebreo: to·hu).

24Como si nunca fueran plantados,
como si nunca fueran sembrados,
como si nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra;
así que sopla en ellos se secan,
y el torbellino los lleva como hojarascas.

“¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó?” (v. 21). En este capítulo, a veces es difícil saber quién está hablando y a quién se dirige. En estos versículos, el que habla puede ser Yahvé, el anfitrión celestial, o el profeta. La gente a quien se dirige son los exiliados – el pueblo judío en Babilonia.

En este versículo, la voz hace cuatro preguntas retóricas para recordarles a los exiliados que ya conocen a Yahvé – que han sabido de Yahvé a través de sus escrituras y sus profetas y su historia. Estas preguntas les recuerdan a los exiliados de lo que se les ha dicho desde el principio – desde que la tierra se fundó – desde el momento en que “En el principio crió Dios los cielos y la tierra.” Ellos saben que Dios dijo, “Sea la luz” y hubo luz” (Génesis 1:1-3). Entienden el poder de la palabra creadora de Dios.

Se saben la historia y son capaces de recitar los pasos de la creación. Saben que Dios creó la vida humana el último día de la creación – y “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Saben del pecado y sus comienzos en el jardín de Edén (Génesis 3), y el lugar que el pecado ocupa en sus propias vidas.

Saben de la llamada de Dios a Abram – y del pacto que Dios hizo con Abram (Génesis 12:1-3). Saben del nacimiento de Israel en Egipto – de los cuatro siglos de servidumbre que los descendientes de Jacob tuvieron que soportar en Egipto. Saben de Moisés – de como Dios le utilizó para liberar a su pueblo.
Saben de cómo los israelitas pecaron en el desierto y fueron forzados a soportar cuarenta años errando por esa tierra que la mayoría de nosotros llamaría “maldita” – pero esa tierra no era maldita para nada. Saben que Dios guió a su pueblo por el desierto con una columna de humo durante el día y una columna de fuego durante la noche. Saben que les alimentó con mana del cielo y agua de una roca.

Saben que Dios permitió a Israel entrar en la Tierra Prometida y establecer allí una nación. Saben que los israelitas no se sentían satisfechos porque no tenían ningún rey humano como las otras naciones – que rechazaron la realeza de Dios y exigieron un rey humano. Sabían que sus reyes humanos les mataban – y les fallaban.

Saben que Israel rechazó los consejos de los profetas de Dios – que prefirieron confiar en alianzas entre naciones sin Dios en lugar de confiar en Yahvé. Saben que eso resultó en la destrucción de Jerusalén y en la esclavitud de sus habitantes – la esclavitud de estos exiliados a quienes ahora se dirige.

¿Lo saben? ¡Sí! ¿Lo han oído? ¡Sí! ¿Se les ha dicho desde el principio? ¡Sí! ¿Lo han entendido desde la fundación de la tierra? ¡Sí! ¡Claro que sí!

Pero necesitan que alguien se lo recuerde. Necesitan recordar que Dios ha sido poderoso y fiel de principio a fin. Necesitan recordar las circunstancias que les llevaron a su esclavitud. Necesitan recordar que Israel ha sufrido antes y que ese sufrimiento no fue el fin – que Dios les liberó – les redimió – les guió de nuevo. Necesitan recordar todas estas cosas, porque Dios está a punto de hacerlo otra vez. Puede parecer que sus vidas no tienen esperanza, pero ese no es el caso para nada.

Si estos exiliados dependieran de su propia fuerza, serían esclavos para siempre. Pero no dependen de su propia fuerza, sino de la fuerza de Dios.

Los próximos versículos les dan a estos exiliados la perspectiva de Dios – les aseguran que Yahvé “á todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza” (v. 26) – prometen que “los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; (y) levantarán las alas como águilas” (v. 31).

¡Águilas, ni más ni menos! Cuanto han envidiado estos exiliados a las águilas por su libertad y poder. Cuánto han soñado en tener alas para volar lejos de su encarcelación. Cuánto han deseado poder volar sobre la tierra majestuosamente y alejarse del alcance de sus captores.

Pero el poder de las águilas no es nada comparado con el de Yahvé – y es Yahvé el que está a punto de fortalecer a estos exiliados. Esa es la promesa.

¿Lo saben? ¡Sí! ¿Lo han oído? ¡Sí! ¿Se les ha dicho desde el principio – desde la fundación de la tierra? ¡Sí! Pero necesitan recordarlo. Estas cuatro preguntas les hacen recordar.

“Él está asentado sobre el globo de la tierra” (v. 22a). Yahvé está sentado sobre el globo de la tierra. No hay razón por la que pensar que esto sea una explicación astronómica de la tierra o un sistema solar centrado en el sol en lugar de la tierra. Quizá refleja la manera que ellos piensen de un horizonte que parece medio círculo.

Pero lo más importante aquí no es “el globo de la tierra” sino que “Él está asentado sobre” el globo de la tierra – Yahvé, su Dios – Yahvé, el que tiene el poder y la voluntad para redimirles.

¿Conocen a este Yahvé? Sí, le conocen. ¿Saben que Yahvé está sentado sobre la tierra? Sí, lo saben, pero necesitan recordarlo.

“cuyos moradores son como langostas” (v. 22b). La última vez que oímos de langostas fue cuando el pueblo de Israel envió exploradores a la Tierra Prometida para ver qué tipo de oposición les esperaba al entrar en la Tierra Prometida. Estos exploradores regresaron y reportaron lo siguiente:

“Nosotros llegamos á la tierra á la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fuertes… La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga á sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella, son hombres de grande estatura… También vimos allí gigantes…, y éramos nosotros, á nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos á ellos” (Números 13:27-28, 32-33).

Entonces, habiendo olvidado que podían contar con el poder de Dios, la gente se quejó contra Moisés y Aarón diciendo, “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; ó en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová á esta tierra para caer á cuchillo y que nuestras mujeres y nuestros chiquitos sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos á Egipto?” (Números 14:2-3).

Estos exiliados judíos conocen muy bien estas historias. Podemos estar seguros de que al oír, “cuyos moradores son como langostas,” lo primero qué pensarían sería la historia del libro de Números – una historia de una fe débil o inexistente – una historia de quejas repetidas mientras Israel erraba por el desierto. No es una historia de orgullo, sino de tristeza – una historia que decepciona – una historia de falta de fe.

Pero ahora cuando oyen, “cuyos moradores son como langostas,” no están oyendo la voz de unos exploradores infieles. Es la voz de la fe que les asegura que todo ser humano, desde la perspectiva de Dios, parece un saltamontes. Desde el cielo, Dios puede ver a todos como si fueran insectos – el pueblo de Israel y el pueblo de Babilonia – regidos y regidores – esclavos y reyes. Lo que ocurra ahora no depende de esclavos ni reyes, sino de Yahvé. Un repentino pisoteo del pie de Dios destruiría Babilonia en un instante – y eso es lo que pronto pasará cuando Ciro de Persia derrote Babilonia – una derrota fácil y decisiva, posible solo por la gracia de Dios. Este será el primer paso en el plan de Dios para liberar a los exiliados judíos.

Entonces, ¡no se preocupen exiliados! Están en manos de Dios. No son langostas. En los ojos de Dios, la langosta es el rey de Babilonia.

“él extiende los cielos como una cortina, tiéndelos como una tienda para morar” (v. 22c). Esta es otra manera de medir la majestad de Yahvé. Yahvé “está asentado sobre el globo de la tierra” (v. 22a) y “extiende los cielos como una cortina” (v. 22c). En manos de Yahvé, los cielos no son más que un pedazo de tela que él mueve de aquí para allá según desee. Yahvé extiende la tela de los cielos para formar una tienda – los cielos son la morada de Yahvé.

No es que los cielos no tengan importancia. “Dios crió los cielos y la tierra” (Génesis 1:1), por lo tanto deben ser importantes. Pero este versículo le da perspectiva a los cielos. Son parte del orden creado – nada más.

“El torna (no·ten – sitúa, nombra) en nada los poderosos” (ro·zenim) (v. 23a). Fíjese en el humor de este versículo. Es el equivalente de ascender una persona incapaz a un puesto sin responsabilidad – a un puesto vacío. En el mundo empresarial, esto ocurre mucho cuando despedir a alguien sería vergonzoso o peligroso. Lo que hacen los jefes de la corporación es asignar a esa persona a un rincón – a menudo con un salario más alto (para que la persona no se queje) – a una esquinita donde no haya nada que hacer.

Yahvé, claro, no teme resistencia. Cuando hizo al rey de Babilonia regidor de estos exiliados cumplió con su propósito. El pueblo judío pecó y este exilio es parte de su castigo. Pero, aunque sea largo, este exilio terminará pronto. Si Yahvé tiene el poder de nombrar reyes (y lo hace), entonces también tiene el poder de quitar esa misma autoridad – de hacer que el rey rija sobre nada y nadie.

y á los que gobiernan (so·pete) la tierra hace como cosa vana” (to·hu) (v. 23b). Esta palabra,so·pete, a menudo se traduce “jueces,” pero con un significado más amplio que se refiere a cualquiera que esté en un puesto de autoridad – cualquiera que haga o mantenga las reglas que gobiernan la sociedad. Ejercer un puesto así puede resultar en un ego inflado. Personas en puestos así suelen ejercer control sobre gran cantidad de recursos. Hacen reglas que afectan a miles y hasta millones de personas. Se acostumbran a tener los mejores asientos en eventos públicos. Otras personas buscan su ayuda para trabajos o contratos.

Pero Yahvé tiene el poder de causarles to·hu – caos, confusión, dejarles en la nada. El Señor que da también quita. Ningún regidor tiene su puesto garantizado, excepto aquél a quien Yahvé favorece. Un joven que trabaja en su garaje u otro joven que trabaja con ordenadores pero con un sistema primitivo pueden darle competencia a IBM. Un par de estudiantes de Stanford y unos cuantos algoritmos pueden retar al poderoso Microsoft. Así también Yahvé puede hacer arrodillar al gran regidor de Babilonia.

Como si nunca fueran plantados, como si nunca fueran sembrados, como si nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra; así que sopla en ellos se secan, y el torbellino los lleva como hojarascas” (v. 24). Estos exiliados eran, entre otras cosas, trabajadores de las viñas. Estaban acostumbrados a los vientos siroco que soplaban del desierto – calientes y secos – que secaban la humedad de las viñas y viñeros por igual. Una viña recién plantada, joven y tierna, no tenía defensa alguna contra estos vientos. Pronto marchitaba y moría en el calor y el viento se llevaba sus hojas.

Así es que Yahvé es capaz de soplar caliente y seco sobre un rey, y el rey verá como su poder (y posiblemente su vida) marchita y muere.

ISAÍAS 40:25-26. ¿A QUÉ PUES ME HARÉIS SEMEJANTE?

25¿A qué pues me haréis semejante,
ó seré asimilado? dice el Santo (hebreo: qa·dos)

26Levantad en alto vuestros ojos,
y mirad quién crió estas cosas:
él saca por cuenta su ejército(hebreo: seba·am):
á todas llama por sus nombres;
ninguna faltará:
tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud.

“¿A qué pues me haréis semejante, ó seré asimilado?” (v. 25a). Hace unos versículos la voz hacía una pregunta parecida: “¿A qué pues haréis semejante á Dios, ó qué imagen le compondréis? El artífice apareja la imagen de talla, el platero le extiende el oro, y le funde cadenas de plata. El pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se corrompa; búscase un maestro sabio, que le haga una imagen de talla que no se mueva” (vv. 18-20).

Cuan ridículo es pensar que un pedazo de madera o plata u oro – hechos por manos humanas – destinados a caer – podría ser un rival para Yahvé.

Ahora habla la voz de Dios y hace el mismo tipo de pregunta. ¿A quién podemos comparar con Yahvé? ¿Quién es su igual? Claramente, la respuesta a ambas preguntas es “¡Nadie! ¡Nadie se compara a Yahvé! ¡Nadie se iguala a Yahvé!”

De nuevo, estas preguntas retóricas nos recuerdan de lo que los exiliados ya saben. Pero, habiendo pasado tanto tiempo en servidumbre, han estado tentados a olvidarse de las promesas de Dios – o a preguntarse si serían verdad. Como todos que pasan por un juicio muy largo, han llegado a preguntarse si Dios existe de verdad. Si existe de verdad, ¿por qué no hace algo? ¿Es que le falta el poder para hacerlo – o la voluntad – o ambos? ¿Ha abandonado Israel? ¿Ha decidido abrogar el pacto que estableció hace tanto tiempo con Abram? ¿Se quedarán en Babilonia para siempre? ¿Hay alguna esperanza?

Entonces Yahvé contesta sus preguntas con otras preguntas – preguntas que les recuerdan de la preeminencia de Dios en el universo.

“dice el Santo” (qa·dos) (v. 25b). “Santo” y “el Santo de Israel” son títulos específicos para Yahvé en el libro de Isaías (1:4; 5:19, 24; 10:17, 20; 12:6; 17:7; 29:19, 23; 30:11, 15; 31:1; 37:23; 41:14, 16, 20; 43:3, 14-15; 45:11; 47:4; 48:17; 49:7; 54:5; 55:5; 60:9, 14).

A Yahvé le distingue la santidad (Salmo 99:3, 9), la cual tiene dos manifestaciones:

La primera es su separación – separación de lo ordinario. Yahvé es el Creador. Todo lo demás es lo que creó. La gente no debe confundir el Creador con lo creado, como hacen unos que alaban planetas o árboles o ídolos o cualquier otra cosa que solo forma parte de la creación del Creador.

Lo que se hace santo al asociarse con Yahvé también posee la cualidad de separación. Varios objetos y personas fueron ungidos o apartados para cumplir algún propósito santo. Estos incluían el tabernáculo (Éxodo 40:9) y su mobiliario (40:10-11). También incluían profetas (1 Reyes 19:16; 1 Crónicas 16:22; Salmo 105:15) y sacerdotes (Éxodo 28:41; 29:7; Levítico 8:12; 21:10) y reyes (1 Samuel 10:1).

La segunda manifestación de la santidad de Yahvé es su perfección moral. Yahvé actúa con justicia, honra sus pactos y en toda manera hace lo justo y santo (Isaías 5:16).

La santidad de Yahvé hace santo todo aquello que se asocia con él. Israel es un pueblo santo, porque el Santo ha hecho un pacto con ellos (Deuteronomio 7:6; 26:19; Jeremías 2:3). Yahvé dice, “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19:2). En el Antiguo Testamento esto requería dos cosas de Israel. La primera era su adherencia a la ley del Torá. La segunda era la santidad interna exigida por los profetas – una santidad que se manifiesta al tratar a otros con justicia y al mostrar compasión por los necesitados.

La tierra donde Israel reside es santa (Zacarías 2:12). Jerusalén es la ciudad santa (Nehemías 11:1, 18; Isaías 48:2; 52:1). El templo es santo (1 Crónicas 29:3), igual que lo son la montaña donde está el templo (Isaías 11:9; 56:7), las ofrendas del templo (Levítico 7:1) y la vestimenta de los sacerdotes (Levítico 16:4). El sábado, el día apartado para alabanza, es santo (Génesis 2:3; Éxodo 20:8; Isaías 58:13). Todos éstos son santos por asociarse con El Santo.

“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas” (v. 26a). ¿Mirad qué? Seguramente los cielos con todos sus cuerpos celestiales, el sol, la luna, los planetas, y las estrellas. Antes de existir la electricidad, los cielos eran oscuros por la noche ya que no había la contaminación de luz eléctrica que hoy hace difícil ver las estrellas en toda su gloria.

De nuevo tenemos una pregunta retórica – diseñada para recordarles de lo que ya saben. “¿Quién crió estas cosas?” ¿Quién creó el sol, la luna, los planetas, y las estrellas? Ya hacía mucho tiempo se le había revelado a esta gente el hecho que “crió Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1) – y la noche y el día (Génesis 1:4-5) y la expansión que “apartó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión” (Génesis 1:7) – y “las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche: hizo también las estrellas” (Génesis 1:16). Los exiliados han oído estos versículos desde su niñez. Seguramente los saben de memoria. Solo necesitan que alguien les recuerde que los saben – y ése es el propósito de esta pregunta retórica, “¿quién crió estas cosas?”

Es de particular importancia que estos exiliados recuerden que Dios creó estos cuerpos celestiales. Se encuentran rodeados de gente que alaba el sol y la luna y las estrellas. Pero estos cuerpos celestiales no son dioses, sino parte de la creación de Dios.

“él saca por cuenta su ejército (seba·am – de saba): á todas llama por sus nombres” (v. 26b). Esta palabra, saba, tiene que ver con servicio o servidumbre, y puede referirse al servicio militar (Números 1:3; 1 Samuel 17:55) (Baker y Carpenter, 934). Entonces, aquí tenemos a Yahvé reuniendo a todos los cuerpos celestiales según su rango – cada uno en su lugar asignado – perfectamente ordenados.

Ningún ser humano jamás podría contar todas las estrellas – cada vez que pensamos que las hemos visto todas se descubren otras nuevas – y mientras nacen estrellas nuevas estrellas viejas mueren. Pero Yahvé puede numerarlas – y lo hace.

Yahvé no llama las estrellas por número, sino por nombre. En esa cultura, los nombres tienen más significado que en la nuestra. El nombre incorpora parte del carácter de la persona que lo lleva, y saber el nombre de la persona es conocerla. Al llamar por nombre a los cuerpos celestiales, Yahvé muestra su íntima sabiduría de todas las cosas que ha creado y ubicado en los cielos.

“ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud” (v. 26c). Ninguna estrella se atrevería a abandonar, porque Yahvé (1) tiene su número (2) sabe su nombre (3) es demasiado poderoso para ignorar.

ISAÍAS 40:27-31. ¿POR QUÉ DICES, “MI CAMINO ES ESCONDIDO DE JEHOVÁ?”

27¿Por qué dices, oh Jacob,
y hablas tú, Israel:
Mi camino es escondido de Jehová,
y de mi Dios pasó mi juicio (hebreo: mis·pat)?

28¿No has sabido,
no has oído
que el Dios del siglo es Jehová,
el cual crió los términos de la tierra?
No se trabaja, ni se fatiga con cansancio,
y su entendimiento no hay quien lo alcance.

29El da esfuerzo al cansado,
y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.

30Los mancebos se fatigan y se cansan,
los mozos flaquean y caen:

31Mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas (hebreo: ya·hali·pu) fuerzas;
levantarán las alas como águilas,
correrán, y no se cansarán,
caminarán, y no se fatigarán.

“¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel” (v. 27a). Jacob e Israel eran, claro, dos nombres para el mismo hombre – el hombre cuyo nombre lleva la nación. Yahvé no solo llama por nombre a los cuerpos celestiales. A éste, su pueblo elegido, también lo llama por nombre.

“Mi camino es escondido de Jehová” (v. 27b). Esto es lo que Jacob/Israel ha estado diciendo. “Mi camino es escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio.”

Pero esto tiene que ser falso. ¿Cómo podría Yahvé, que sigue a cada uno y a todos los cuerpos celestiales, perder de vista a su propio pueblo – la gente con quien ha pactado? ¿Cómo podría Yahvé, que se sabe el camino de cada estrella y asteroide, no saber el camino de su pueblo? ¡Ridículo!

“y de mi Dios pasó mi juicio” (mis·pat) (v. 27c). Esta palabra, mis·pat, tiene que ver con justicia – algún asunto legal como un juicio o decisión legal. Esta pregunta parece sugerir que los exiliados creen haber sido tratados de manera injusta. Creen que Dios les ha abandonado y que ha permitido que se les trate de manera inapropiada. Es decir, acusan a Dios de tratarles injustamente – algo completamente fuera de carácter para la santidad de Dios, que le requiere actuar con justicia.

Sin embargo, al hacer esta pregunta, muestran que son ellos los que no tienen consideración. Muestran una falta de consideración por sus pecados y los pecados de sus padres. No se paran a pensar de las razones por las que Yahvé les ha dejado sufrir en el exilio.

¿No has sabido, no has oído?” (v. 28a). De nuevo, dos preguntas retóricas que sirven para recordarles de lo que ya saben bien.

“que el Dios del siglo es Jehová, el cual crió los términos de la tierra” (v. 28b). Primero, Dios es eterno. “Y desde el siglo y hasta el siglo, (él es) Dios” (Salmo 90:2). Él fue antes del comienzo y seguirá después del final.

Segundo, Dios es el que “crió los términos de la tierra.” Él ha creado todo de un punto a otro – desde donde no podemos ver en una dirección hasta más allá de nuestra capacidad de ver en la otra dirección. No importa si hablamos de tiempo o espacio, Dios va más allá de nuestro entendimiento en toda dimensión.

“No se trabaja, ni se fatiga con cansancio” (v. 28c). Igual que Dios no tiene fin en cuanto al tiempo o el espacio, Dios tampoco tiene fin en cuanto a su energía.

Si tenemos algún concepto de energía ilimitada, tendría que ser nuestro entendimiento del sol. Nuestra energía personal pasa por altibajos. Nuestros suministros de petróleo y gasolina y otros recursos naturales disminuyen cada minuto. Sin embargo, el sol brilla hoy igual que lo hizo hace mil años – o hace un millón de años. Pero astrónomos documentan la muerte de las estrellas, aunque no a diario, sí con cierta frecuencia. Nuestro sol es una estrella. Llegará el día en que deje de brillar.

Pero Dios lleva ahí desde antes del sol, y estará ahí mucho después de que el sol se convierta en ascua negra y fría – o un agujero negro en el espacio. Dios “no se trabaja, ni se fatiga con cansancio.” Su energía es la misma ayer, hoy, y mañana.

“y su entendimiento no hay quien lo alcance” (v. 28d). Todo lo que tenga que ver con nuestro Dios infinito va más allá de nuestra capacidad limitada para entenderlo. No podemos entender la naturaleza eterna de Dios, que se estira desde más allá del tiempo en el comienzo hasta más allá del tiempo en el final. No podemos comprender el alcance de la creación de Dios, que va más allá de nuestro horizonte en todas direcciones. No podemos entender la energía infinita de Dios, que es infinita como lo es todo de Dios. No podemos reducir a Dios a un algoritmo que se puede analizar con una súper computadora. Dios está mucho más allá de nuestra capacidad de entenderlo.

¡Pero no está más allá de nuestro conocimiento! Conocer es posible porque Dios se ha dejado conocer. Se nos ha revelado y podemos conocerle. Simplemente no podemos entender todo de él (el Creador), como no podemos entender todo de nuestro universo (su creación).

“El da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (v. 29). Dios no se cansa (v. 28b), pero sí da fuerzas al cansado. No le falta fuerza, pero sí refuerza a los impotentes. Las escrituras hablan una y otra vez del corazón cariñoso de Dios hacia los vulnerables.

Si se puede decir que Dios pierde la paciencia, sería con aquéllos que parecen fuertes y auto suficientes. Estas personas son más aptas a poner su fe en su propia fuerza que en la fuerza de Dios. Tienden hacia el narcisismo – a concentrarse en sus propias preocupaciones sin considerar a Dios ni al prójimo.

Pero los impotentes – los que se cansan – están más dispuestos a acercarse a Dios de rodillas. Están más dispuestos a reconocer que necesitan la ayuda de Dios. Habiendo sufrido ellos mismos, es más probable que entiendan mejor el sufrimiento del prójimo.

En las escrituras, entonces, Dios muestra una preferencia clara por los impotentes – por los que se cansan. Siempre está dispuesto a ayudar a estas personas y a darles la fuerza que tanto necesitan.

“Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen” (v. 30). Por tercera vez en estos versículos encontramos la palabra “fatigarse.” Dios no se fatiga (v. 28), pero da fuerzas a los que se fatigan (v. 29). Ahora nos recuerda que hasta los pequeños se fatigan. Nos sorprende pensar que los pequeños se fatiguen, porque siempre parece haber una relación inversa entre la edad y la energía. Niños pequeños siempre se están moviendo. Es mucho trabajo andar detrás de un niño pequeño. Pero los niños pequeños también se cansan y se fatigan. A veces ocurre tan rápidamente que es como estar mirando una película en cámara lenta. Primero, el niño está activo. El niño empieza a sentirse molesto. El niño quiere acurrucarse y chuparse el dedo. Entonces el niño se duerme profundamente – se fatiga.

Las personas que mejor encarnan la combinación ideal de fuerza y energía son los jóvenes – los que están entre la adolescencia y los veinticinco años. Nuestros mejores atletas suelen estar entre estas edades. Si tienen suerte compiten hasta los treinta o cuarenta años – pero eso es la excepción.

Pero Dios nos recuerda que hasta hombres y mujeres en su edad más fuerte se cansan y se fatigan. El punto es que nosotros, aún en nuestro mejor momento, tenemos fuerza y energía limitadas. El profeta nos lo quiere recordar antes de decirnos como podemos renovar nuestra fuerza.

“Mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas (ya·hali·pu) fuerzas” (v. 31a). Los que dependen en su propia fuerza tienen recursos limitados. Los que esperan al Señor – los que mantienen su fe ante la adversidad – tienen acceso a infinitos recursos.

Esta palabra, ya·hali·pu, tiene varios significados, incluyendo dejar algo a alguien o cambiar o renovar. Entonces, podríamos decir que los que esperan al Señor encontrarán que su energía se renueva cuando Dios les permite cambiar algo de su debilidad por algo de la fuerza del Señor.

“levantarán las alas como águilas” (v. 31b). A menudo tenemos el privilegio de ver águilas volar delante de nuestra casa – generalmente a lo lejos, pero a veces de cerca. Ayer estábamos sentados alrededor de la mesa delante de la ventana de la cocina cuando un águila sobrevoló nuestro jardín entrando y saliendo entre los árboles (quizá Dios hizo esto para mi beneficio, sabiendo que estaría trabajando hoy en este texto). Fui el primero en verla. Señalé y mi familia se giró para mirarla. Todos nos asombramos de su tamaño y majestuosidad. Fue uno de esos momentos que te deja sin aire – como cuando un avión grande truena sobre el tejado – pero esta águila volaba en silencio.

Hace unos años estábamos visitando un criadero de truchas en los montes de California cuando de repente un águila bajó y sacó una trucha del agua a pocos metros de nosotros. No teníamos ni idea de lo que estaba pasando – fue como una explosión repentina. Un peso de plomo no podía haber bajado tan rápidamente del cielo – era un vuelo poderoso – un águila bombardeando en picado.

Más tarde nos acordamos de haber oído el sonido de las alas del águila rompiendo el aire – pero las oímos solo un instante. También nos acordamos del momento en que el águila pegó el agua y cogió el pez – la explosión. Y pronto el águila estaba de nuevo en el cielo. Todo tomó un par de segundos. La fuerza del águila era maravillosa y nos dio un poco de miedo. ¿Qué hubiera pasado si fuera un perro o un gato o un bebé? No hubiéramos tenido defensa ninguna.

Pero el poder de las águilas no es nada comparado con el poder de Yahvé – Yahvé es el que da fuerzas a quienes le esperan. Esa es la promesa.

“correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán” (v. 31c). Correr y caminar son parecidos. Ambos nos propulsan por la tierra, y ambos nos cansan. Correr nos cansa antes que andar – pero ambos resultan en lo mismo – cansancio. Pero aquéllos que esperan al Señor correrán y caminarán con energía que se renueva. El Señor les hará posible ir más lejos de donde su energía natural les permita llegar.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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Copyright 2015, Richard Niell Donovan