PASAJE BÍBLICO

Juan 14:1-14 (Español)

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

JUAN 13-17. EL DISCURSO DE DESPEDIDA

En capítulo 13, Jesús reunió a los discípulos en el Cuarto de Arriba para la comida de la Pascua. Los discípulos sabían del conflicto de Jesús con las autoridades judías y el peligro que presentaba. Jesús comenzó por lavarles los pies a los discípulos, modelando el ministerio de uno que sirve (13:1-20). Después, predijo su traición por parte de Judas, mandándole que saliera a la noche para cumplir su maldad. Finalmente, habló de su glorificación, la que significaba su muerte (13:31-33), les mandó a los discípulos que se amaran uno al otro (13:34-35), y predijo la negación de Pedro (13:36-38). Ahora, para contrarrestar la oscuridad de la situación, Jesús se dirige a sus discípulos. En una noche que carece de esperanza, Jesús revela un futuro emocionante.

Más adelante, en capítulo 15, Jesús habla de si mismo como la viña en que la rama debe vivir para dar fruto (15:1-17), y les avisa a los discípulos que experimentarán el odio del mundo (15:18-27). En capítulo 16, prometerá el regalo del Espíritu Santo (16:4-15) – la tristeza se convertirá en alegría (16:16-24) – y tendrán paz (16:25-33). Capítulo 17 es la oración sacerdotal en la que Jesús reza por sus discípulos. “Según nuestro entendimiento, la escena de la cena continúa a lo largo de capítulo 17” (Smith, 262).

El autor de este Evangelio sigue un orden particular: Algo pasa – seguido por una discusión – seguido por la explicación de Jesus. En capítulos 14-17, Jesús explica eventos que han de ocurrir – su muerte, resurrección, y ascensión. “El Discurso de Despedida, entonces, describe un evento antes de que ocurra, así variando el estilo narrativo Johannino que conocemos” (O’Day, 735).

Sloyan avisa, “Predicar sobre Juan 14-17 es más fácil decir que hacer. Sus frases sonoras de alguna manera despiertan lo corriente en nosotros e invitan al oyente al aburrimiento…. La prosa necesita ser desmantelada, cada parte examinada y relacionada a las otras. Después, todas se han de brillar y reunir como partes de un reloj si ha de funcionar para el oyente” (Sloyan, 178). Esta llamada hacia una cuidadosa exégesis está bien expresada. Estos capítulos cerrados son difíciles de comprender a un nivel más profundo.

JUAN 14:1. NO SE TURBE VUESTRO CORAZÓN

1No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

“No se turbe vuestro corazón” (v. 1). Los discípulos tienen mucho de que preocuparse:

• Jesús les ha hablado de traición y de muerte (13:21-30), y él mismo se ha sentido “conmovido en el espíritu” (13:21). Judas está, aún ahora, en medio de la traición (13:30). Los discípulos pueden imaginarse el peligro que se esconde en las sombras – no solo para Jesús, sino para ellos también.

• Jesús ha dicho, “Aun un poco estoy con vosotros… Donde yo voy, vosotros no podéis venir” (v. 33). Para los discípulos, que han dejado todo para seguir a Jesús, debe ser terriblemente desorientador oír a Jesús decir que les deja.

“Creéis en Dios, creed también en mí” (v. 1). Aunque está confrontando la muerte, Jesús no se enfoca en sus propios problemas, sino que consuela a sus discípulos. Su consejo en un momento de desastre inminente es la fe – “Creéis en Dios, creed también en mí.” “Gramáticamente, estos dos verbos se pueden entender en el indicativo o en el imperativo” (Howard, 698), haciendo posible traducir las palabras de Jesús de cuatro maneras:

“Creen en Dios” (un hecho). “Crean también en mi” (un mandato).

“Creen en Dios” (un hecho). “Creen en mi” (un hecho).

“Crean en Dios” (un mandato). “Creen en mi” (un hecho).

“Crean en Dios” (un mandato). “También crean en mi” (un mandato).

La última de éstas es, lo más probable, la intención de Jesús, y es la manera que lo traduce la RVR.

En nuestro mundo de emociones sensibles, es digno anotar que Jesús reconoce el temor de los discípulos, pero no lo apoya. En vez de enfocarse en su temor, les llama a la fe.

Jesús llama a los discípulos a creer, no a causa de la situación sino que a pesar de ella – para asegurarles de las cosas que esperan – para convencerles de cosas no vistas (Heb 11:1). Era ese tipo de fe la que llevó a Abrahán a seguir a Dios sin conocer su destino (Heb 11:8-12). Dios bendijo la fe de Abrahán creando de él una gran nación – Israel – el pueblo de Dios. Jesús bendecirá la fe de los discípulos – una fe que todavía no está completamente presente en esta mesa – al crear de ellos la iglesia – la nueva Israel – el pueblo de Dios.

Jesús llama a los discípulos a creer, no solo en Dios, pero también en él. “Aún es razonable pedir de los discípulos fe y confianza en Dios, pero el mandato ‘crean en mi’ puede significar una asociación peligrosa con un hombre condenado. Puede que sea más de lo que están dispuestos a dar” (Moloney, 393-394). La hora llegará cuando los discípulos crean, pero ahora todavía luchan con creer.

¡Es digno anotar que el consejo de Jesús funciona! Cuando amigos nos dicen que no nos preocupemos, nos preocupamos de todos modos. Sin embargo, cuando seguimos el consejo de Jesús y creemos en Dios y en él, nuestras preocupaciones pierden poder. Si, además, “los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados” (Rom. 8:28), ¿qué hay que temer? Si Dios está a nuestro favor, ¿qué importa quién esté en nuestra contra? (Rom 8:31). Ese tipo de fe triunfa sobre el temor.

JUAN 14:2a. EN LA CASA DE MI PADRE

2aEn la casa de mi Padre (griego: oikia) muchas moradas (griego: monai) hay.

La frase, “En la casa de mi Padre,” es más personal y más abierta que la palabra “cielo.” La persona que tiene una relación cariñosa con su padre disfruta de privilegios en la casa del padre que normalmente se negarían a los demás. El hogar de Jesús está en la casa del Padre, y promete que también será nuestro hogar.

O’Day advierte que no debemos tomar “la casa de mi Padre” como palabras sinónimas con ‘cielo.’ “En vez, la referencia a la casa del Padre debe ser comprendida primero en el contexto del hogar mutuo de Dios y Jesús, un tipo de ‘residencia’ que ha sido mencionada repetidamente, empezando por los primeros versículos del Evangelio (i.e., 1:1, 18). A lo largo del Evangelio, lugar ha sido, consistentemente, un símbolo para” (O’Day, 740). Al proceder por esta exégesis, veremos que relación es un tema que continúa.

“Hay muchos lugares para residir” (monai). El Latin Vulgate tradujo monai como “mansiones,” y la Biblia del Rey Santiago hizo lo mismo (“En la casa de mi Padre hay muchas mansiones”). Ese lenguaje es familiar para cristianos más mayores, pero “lugares para residir” es mejor traducción. “El caso no es el lujo de cada apartamento, sino el hecho de que la amplia provisión de viviendas provee más que suficiente espacio para que cada uno de los discípulos de Jesús se reúna con él en la casa de su Padre” (Carson, 489).

La frase “lugares para residir” (monai) también tiene que ver con relaciones. El griego monai es el sustantivo del verbo meno, generalmente traducido como “permanecer” o “permaneciente” en este Evangelio. Jesús usa meno para describir relaciones fuertes:

“Ni tenéis su palabra permanente (menonta) en vosotros; porque al que él envió, á éste vosotros no creéis” (5:38).

“El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece (menei), y yo en él” (6:56).

“Estad (meinate) en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere (mene) en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis (menei) en mí” (15:4 – véase también vv. 5-10).

Moloney traduce monai como “lugares para permanecer” para describir la relación entre lo que dice Jesús en v. 2 y lo que dice sobre “permanecer” (monai) en otros sitios (Moloney, 397). El caso es comprender monai como algo que tiene tanto que ver con relación como con lugar.

Pero, mientras no debemos limitar monai a significar solo ‘cielo’, tampoco debemos eliminarlo como uno de sus significados:

• “El lenguaje pintoresco de 14:2-3 habla de un lugar sin ambigüedad (‘un lugar,’ ‘la casa de mi Padre,’ ‘muchas moradas’)…. Lo que distingue a tal ‘lugar’ es la seguridad de una presencia divina (‘que donde yo estoy, vosotros también estéis’)” (Brueggemann, 297).

• Jesús “retrata una casa grande con muchas viviendas subsidiarias… como es representado bajo la figura de la ‘ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial’ en Hebreos 12:22, un símbolo muy elaborado en la visión apocalíptica de la Ciudad de Dios en Rev. 21:9 – 22:5” (Beasley-Murray, 249).

• “La frase significa que hay espacio de sobra para todos los que son redimidos en el cielo” (Alan Richardson, citado en Morris, 567).

JUAN 14:2b-3. VENDRÉ OTRA VEZ Y OS TOMARÉ Á MÍ

2bDe otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré á mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Jesús no abandona a sus discípulos. Su muerte inminente es parte del plan de Dios, pero no es el acto final. Jesús volverá a reunir a sus discípulos pero, primero, preparará un lugar para ellos.

¡Qué privilegio que el Hijo prepare nuestro lugar en la casa del Padre! Cuando viene un huésped, intentamos poner las cosas bonitas. Limpiamos la casa. Sacamos nuestra mejor vajilla y preparamos las mejores recetas. Imagina que Jesús prepare un lugar para nosotros en la casa del Padre. Lo hace con la alegría y la esperanza de que iremos allí. “No debemos fallarle al Padre; dejándole por la eternidad con ese cuarto, diseñado para nosotros, todavía vacío. Dios quiere que toda su familia se reúna, sin que uno falte” (Gossip, 699).

Han habido varias interpretaciones de estos versículos – que la promesa que hizo Jesús de regresar se cumplió con sus apariciones después de su resurrección – o que Jesús vendrá a nosotros en el momento de la muerte. En un sentido ambas de éstas son verdad, pero el significado más profundo es escatológico, significando que Jesús volverá al final del tiempo.

Brown anota que es el tiempo de la Pascua, y el Éxodo puede estar al fondo de la promesa de Jesús para preparar un lugar. “En Deut. 1:33 Dios dice que Él irá antes que Israel para escogerle un lugar; Deut. 1:29 dice: ‘No les tengan temor’ – un mandato que se parece al de Jesús ‘No dejen que se aflijan sus corazones.’ En este sentido Jesús iría a la Tierra Prometida antes que los discípulos para prepararles un lugar” (Brown, 626).

JUAN 14:4-7. YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD, Y LA VIDA

4Y sabéis á dónde yo voy; y sabéis el camino. 5Dícele Tomás: Señor, no sabemos á dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí. 7Si me conocieseis, también á mi Padre conocierais: y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

“Y sabéis á dónde yo voy; y sabéis el camino” (v. 4). Jesús les ha dicho a los discípulos el camino por el que va (8:21-30; 10:11; 12:23-24), pero su significado solo está claro retrospectivamente. No podemos culpar a los discípulos por no comprender que su muerte será, al mismo tiempo, el camino por el que volverá al Padre y el camino por el que será glorificado.

“Señor, no sabemos á dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (v. 5). Debemos admirar la pregunta de Tomás. Después de la resurrección, él todavía no creía el testimonio de aquéllos que habían visto al Cristo resucitado, y demuestra valor al decir que no cree (20:24-31). Aquí, él no entiende el camino, y tiene el valor de pedir una clarificación. Maestros aman alumnos como él. Tomás no comprende, pero está dispuesto a ser avergonzado y preguntar para poder comprender.

Jesús responde, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.” Ésta es una de las muchas veces que dirá “Yo soy” (ego eimi) en este Evangelio (6:35; 8:12; 9:5; 10:7; 11; 11:25; 15:1) – “Yo soy” es el nombre de Dios (Éxodo 3:14).

• Jesús es “el camino.” Si pedimos direcciones y alguien nos dice que doblemos a la izquierda aquí y a la derecha allí, es posible que nos perdamos. Sin embargo, si la persona nos guía a nuestro destino, asegura que llegaremos. Esa persona se convierte, para nosotros, el camino. Jesús no solo nos señala la dirección al Padre, sino que él mismo es el camino (Barclay, 183).

• Él es “la verdad.” La verdad nos libera (8:32). Jesús es la verdad personificada, y nos dejará en manos del Espíritu de la verdad (14:17; 15:26; 16:13). Jesús es el opuesto del demonio, del que dice, “no hay verdad en él” (8:44).

• Él es “la vida.” Para el pueblo judío, el Tora era el libro de vida. Instruía a la gente en fe y práctica que dan la vida. Ahora, Jesús se convierte en el que da vida. Dice, “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (10:11).

Igual que hemos definido “moradas” o “lugares para permanecer” en cuanto a relaciones, Jesús define la vida como relación. En su oración sacerdotal dice, “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (17:3).

A lo largo de los siglos, un sinnúmero de cristianos ha afirmado las manifestaciones de Jesús. Cuando hemos seguido a Cristo, ha demostrado ser verdadero. Nos salvó de nuestras adicciones, de nuestras falsas esperanzas, y de nuestros terribles pecados. Nos amaba cuando aún éramos pecadores (Rom 5:8), y nos proporciona un camino por el que regresar al Padre.

“Nadie viene al Padre, sino por mí” (v. 6b). Muchos cristianos se ofenden por la exclusividad de esta manifestación. Sabios nos ofrecen algunas reflexiones:

• “Si esto parece ofensivo y exclusivo, es imprescindible saber que el que hace esta manifestación es la Palabra encarnada, el que revela al Padre. Si Dios no tiene una manera de comunicarse con el ser humano aparte de su Palabra (encarnada o no), el ser humano no tiene otra manera de acercarse a Dios si no es por esa misma Palabra, que se hizo carne y vivió entre nosotros para darnos la capacidad de comunicarnos. La manifestación de Jesús, comprendida en el contexto del prólogo del Evangelio, es inclusiva y no exclusiva. Toda la verdad es la verdad de Dios; pero la verdad de Dios y la vida de Dios están encarnadas en Jesús” (Bruce, 298-9).

• “La suposición que no hay camino al Padre, y que Jesús ha abierto uno (Heb 10:20) y que él mismo se ha convertido en ese camino es, lo más probable, una evaluación más precisa de esta declaración que el pensar que existen muchos caminos al Padre y que el Jesús Johannino está cerrando todos para salvar uno, si mismo (Smith, 269).

• “Quizá el tema verdadero no es si la gente fuera de la iglesia es salvada, sino si la gente dentro de la iglesia se da cuenta de su carácter distintivo” (Brueggemann, 299).

• “El Cuarto Evangelio no se preocupa por el destino, por ejemplo, de los musulmanes, hindúes, o budistas… Estos versículos son la confesión de una comunidad de fe particular, convencida de la verdad y la vida que ha recibido por medio de la encarnación” (O’Day, 745).

Una palabra para el predicador: “Juan fue ejercitado por lo que sabía. Así también debe ser con el cristiano. Eso significa que Jesús debe ser proclamado como el único camino a Dios para los que estén dispuestos a escuchar, mientras se deja la fe y el destino de aquéllos que nunca han oído el evangelio a un Dios que se iguala al problema” (Sloyan, 179).

JUAN 14:8-10. EL QUE ME HA VISTO HA VISTO AL PADRE

8Dícele Felipe: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. 9Jesús le dice: ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo: mas el Padre que está en mí, él hace las obras.

“Muéstranos el Padre, y nos basta” (v. 8). Mucho antes, Moisés rezó, “Ruégote que me muestres tu gloria” (Éxodos 33:18), pero Dios respondió, “No podrás ver mi rostro: porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodos 33:20. Véase también Job 9:11; 23:8-9; Salmo 18:11; 97:2).

“El que me ha visto, ha visto al Padre” (v. 9). El prólogo de este Evangelio nos preparó para esta manifestación diciendo, “A Dios nadie le vio jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (1:18).

• Antes, Jesús proclamó que sus obras y palabras eran ésas del Padre: “Cuando levantareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo” (8:28).

• También les pidió a sus discípulos que vieran la unión entre él y el Padre a través de sus obras: “Si no hago obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque á mí no creáis, creed á las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (10:37-38).

Ahora declara el asunto aún más claramente: “El que me ha visto ha visto al Padre.”

“¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” (v. 10). Anote, de nuevo, el énfasis en relación. La unión de Jesús con el Padre tiene raíces en el entendimiento judío que el emisario lleva la identidad y habla con la autoridad del que le manda (Brown, 621; Moloney, 399; Vawter & Carl, 44). Esto solo funciona si el emisario tiene una fuerte relación con el que le manda, comprende la mente y el corazón del que le manda, y es fiel al cumplir la voluntad del que le manda.

“Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo: mas el Padre que está en mí, él hace las obras” (v. 10). Este Evangelio se refiere a los milagros de Jesús como señales (2:11; 4:54; 6:2; etc.). Estas señales confirmaban la autoridad espiritual de Jesús, y señalan al Padre que vive en Jesús y cuyas obras Jesús cumple.

JUAN 14:11-14. LO QUE PIDAS EN MI NOMBRE

11Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí: de otra manera, creedme por las mismas obras.12De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre.13Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.14Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

“Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (v. 11). La iglesia le pide a la gente que crea un montón de doctrinas, pero en el corazón de la fe cristiana está creer en una persona. Empezamos la vida de fe al creer en Jesús – que Jesús es el que está con el Padre – que Jesús está en el Padre y el Padre en Jesús –que Jesús es el Hijo de Dios. Si creemos esto, el resto de la doctrina cristiana se une fácilmente. Si no creemos esto, el cristianismo no tiene ningún sentido.

Jesús hace dos grandes promesas aquí. Primero, “El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará” (v. 12). Dada la magnitud de las señales que Jesús ha demostrado (capítulos 2-11), esta promesa es asombrosa. Sin embargo, es fácil de comprender cuando consideramos que el ministerio terrenal de Jesús fue limitado a unos pocos años en un lugar muy pequeño. Sus discípulos irán por todo el mundo, con el poder del Espíritu. Lo harán por muchos siglos – por lo menos dos milenios. El cumplimiento de esta promesa comenzará con la Pascua, cuando Pedro y los discípulos bautizarán a tres mil personas (Hechos 2:41).

Segundo, Jesús promete, “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (v. 14 – véase también Mateo 7:7-11; 18:19; 21:21; Marcos 16:17-18; 1 Juan 5:14-15). Esto nos hace preguntar lo que significa ‘pedir’ en el nombre de Jesús. Para mucha gente, simplemente significa pedir lo que quiera “en el nombre de Jesús, Amen” – una formula para terminar una oración, esperando que garantice la complicidad de Jesús con sus deseos.

Eso se aleja mucho de la intención de Jesús. De nuevo, el énfasis está en relación. Como el emisario que habla con la autoridad del que le manda (véase arriba, vv. 8-10), el rezar en el nombre de Jesús solo funciona cuando desarrollamos una fuerte relación con él, cuando le comprendemos, y nos dejamos a su voluntad. Oraciones que piden venganza, riqueza, poder, u otros motivos egoístas e insignificantes no están incluidas la promesa de Jesús.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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Copyright 2005, 2010, Richard Niell Donovan