PASAJE BÍBLICO

Juan 1:6-8, 19-28 (Español)

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Emmanuel Vargas Alavez

EXÉGESIS:

JUAN 1:1-5. EL CONTEXTO

1En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2Este era en el principio con Dios. 3Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho. 4En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron.

Este evangelio comienza con hermosas y poéticas palabras sobre Jesús, una poesía que no menciona el nombre de Jesús o describe su apariencia, sino que más bien usa metáforas suficientemente sencillas para un niño y suficientemente complejas para todos nosotros.

También vemos otras metáforas en este Evangelio. Jesús dice, “Yo soy la luz del mundo” (8:12); “Yo soy el pan de vida” (6:35); “Yo soy la puerta” (10:9); “Yo soy el buen pastor” (10:11), y otras. Jesús introduce cada una de estas metáforas con la frase griega ego eimi = “Yo soy”, una frase que se deriva del nombre de Dios tal como se le revela a Moisés en el Éxodo 3:14. En el evangelio de Juan, Jesús se revela a sí mismo por la frase “Yo soy”, el nombre de Dios. Como lo veremos adelante, Juan se revela a sí mismo por la frase, “Yo no soy”.

En el versículo 6 (comenzando la primera parte del pasaje de esta semana), el sujeto cambia a Juan el Bautista, a quien el autor identifica solamente como Juan, como si ya lo conociéramos. Juan, como otros profetas, es enviado de Dios (v. 6), pero el autor habla de él, no en términos poéticos, sino en prosa. El cambio en estilo literario tanto como palabras explícitas con respecto a la situación de Juan deja claro que Juan, tan grande como pudiera ser, es menos cuando se le compara con el más grande.

Juan “vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, para que todos creyesen por él” (v. 7). Estas palabras, “testigo” (griego = marturian) y “testificar” (verbo griego = marturese), son formas de la misma palabra, una palabra que significa testimonio o atestiguar, pero que, en español, se ha convertido en mártir al reconocer que muchos cristianos que han muerto al dar testimonio de Cristo.

En el versículo 10, el sujeto vuelve otra vez a la Palabra, Juan regresa a la escena en el versículo 15, pero solamente para testificar de la Palabra. En el versículo 17, tenemos la primera mención del nombre de Jesús, que se junta con su título: Jesús (es el nombre) y Cristo (el título).

En el versículo 19 (comenzando la segunda parte del pasaje de hoy), tenemos la primera interrogación de Juan por los sacerdotes y levitas de Jerusalén, que le preguntan “¿Tú, quién eres?” Juan niega que es el Mesías, Elías, o el profeta, y dice que es “Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta”.

En el versículo 24 (también parte de nuestro pasaje de hoy), tenemos la segunda interrogación de Juan, preguntando por qué está bautizando. Esto provee a Juan con otra ocasión para hablar muy bien de “el que ha de venir tras mí” (v. 27) y para humillarse a sí mismo.

En el versículo 29, tenemos la segunda mención del nombre de Jesús, cuando Juan declara que Jesús es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” Una vez más, Juan reafirma la naturaleza superior de Jesús. Aunque menciona el bautismo (v. 31) y que vio “al Espíritu que descendía del cielo como paloma” (v. 32), no menciona específicamente bautizar a Jesús. En su lugar, una vez más asegura la naturaleza superior de Jesús como el que bautiza con el Espíritu Santo, mientras que Juan bautiza solamente con agua (v. 33).

En el versículo 35, Juan identifica a Jesús como el Cordero de Dios a dos de sus discípulos, que después siguieron a Jesús, que es otro claro testimonio de la superioridad de Jesús. Esto lleva a la historia de Jesús llamando a sus primeros discípulos (vv. 39, 43).

Juan 1:19 – 12:50 es conocido como el Libro de los Signos, e incluye algunos de los milagros de Jesús – incluyendo su primer milagro en Caná de Galilea (2:1-11) – que son las señales que revelan su gloria (2:11). El primer testimonio de su gloria, sin embargo, es el de Juan el Bautista, conocido en este Evangelio solamente como Juan.

JUAN 1:6-8. VINO PARA DAR TESTIMONIO DE LA LUZ

6Fue un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 7Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, para que todos creyesen por él. 8No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

Cada uno de los Evangelios nos habla de Juan el Bautista y lo coloca en contexto. El versículo 6 dice que Juan fue enviado de Dios. En este evangelio, solamente Juan y Jesús son enviados de Dios, pero Juan está claramente subordinado a Jesús.

• En Marcos, Juan dice que Jesús es más poderoso que él (Marcos 1:7)

• Mateo nos dice que Juan “se le oponía” a Jesús para que viniera a él para ser bautizado, diciendo “Yo he menester ser bautizado de ti, ¿y tú vienes á mí?” (Mateo 3:14).

• Lucas nos dice que Juan saltando en el vientre de Elizabeth cuando María, ya embarazada con Jesús, vino a visitarla; y que Elizabeth (la madre de Juan) fue llena del Espíritu Santo, exclamando “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde esto á mí, que la madre de mi Señor venga á mí? Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación á mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lucas 1:42-44).

• El cuarto Evangelio es incluso más explícito. “En el Cuarto Evangelio, toda referencia a Juan es una referencia a la depreciación” (Barclay, 30). Juan “no era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz” (v. 8). Y confiesa “Yo no soy el Cristo” (v. 20). No es Elías o el profeta (v. 21). Él clama en el desierto, “Enderezad el camino del Señor” (v. 23). No es “digno de desatar la correa del zapato” (v. 27).

La razón para su reiteración en el estatus subordinado de Juan es muy sencilla. Juan es bastante famoso. Juan tiene sus discípulos y Jesús los suyos, una fuente de confusión y posiblemente de rivalidad (Mateo 9:14; Marcos 2:18; Lucas 5:33; 7:18-23; Juan 3:25-30). Incluso décadas después, Pablo encontrará a discípulos de Juan en Efeso; discípulos que ignoran sobre Jesús hasta la llegada de Pablo (Hechos 19:1-7). El historiador Josefo tiene más que decir sobre Juan que sobre Jesús. Juan parece estar en competencia con Jesús, incluso ya entrado el primer siglo cuando este evangelio fue escrito. El autor de este evangelio va hasta el punto, entonces, de reconocer el estatus de enviado de Dios de Juan y dejar claro que está subordinado a Jesús.

Juan “para que diese testimonio de la luz” (v. 7). Como ya lo notamos arriba, las palabras “testigo” y “testimonio” provienen de la misma raíz. Ambas se usan regularmente en el ambiente legal. En una sala de juicios, los testigos ayudan a establecer la culpabilidad o inocencia por su testimonio. El propósito de su testimonio es ser testigos de aquello que tienen conocimiento personal de tal manera que un jurado o juicio puedan determinar correctamente la verdad. Es muy difícil sobre-enfatizar la importancia de estas palabras, “testigo” y “testimonio” en este evangelio. “El sustantivo ocurre quince veces, el verbo más de treinta” (Juel, 481).

Este evangelio “está lleno de imágenes de juicios; se llama a los testigos, se da testimonio y el testimonio se cuestiona constantemente y es rechazado por los oponentes de Jesús, hasta que finalmente va a un juicio. A través de todo ello, Jesús mismo aparece como el Testigo de la revelación de Dios; él testifica de lo que ha visto y escuchado del Padre (3:32), y en apoyo de ello de ahí en adelante recurre al último testigo: el Padre, que da testimonio de Jesús a través de Juan, a través de las obras que le da a Jesús para hacer, y a través de las Escrituras del Antiguo Testamento (5:31-47); el proceso alcanza su fin en la exaltación de Jesús a la presencia del Padre en el cielo (13:32; 17:1)” (Beasley-Murray, 29).

El propósito del testimonio de Juan es que “todos creyesen por él” (v. 7). “La preocupación ha cambiado de ‘todas las cosas’ del versículo 3 a la esfera de (toda la gente) (Brown, 8). Para el tiempo que se escribió este evangelio, en la última parte del primer siglo, los gentiles se habían aceptado bastante bien la iglesia.

“No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz” (v. 8). Uno de los propósitos de este evangelio es dejar claro lo que Juan no era. No era la luz, ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta, ni digno de desatar la correa del calzado del Mesías. El autor no da oportunidad para que se le malentienda. “Su técnica es hacer al Bautista un testigo de (Jesús), y nada más” (Solyan, 13). Jesús es el principal personaje. Juan solamente tiene un papel de apoyo.

JUAN 1:19-23. SOY LA VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO

19Y éste es el testimonio (griego = marturia) de Juan, cuando los Judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y Levitas, que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? 20Y confesó, y no negó; mas declaró: No soy yo el Cristo (griego = Christos). 21Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. 22Dijéronle: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta á los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? 23Dijo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta.

“Y éste es el testimonio (griego = marturia) de Juan” (v. 19); aquí tenemos la palabra “mártir” otra vez. Juan testifica primero a quién es y quién no es (vv. 19-28), y después testifica de quién es Jesús (vv. 29-35).

“… los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas” (v. 19). En este evangelio “los judíos” frecuentemente se refiere a miembros de la institución religiosa judía; los opositores de Jesús (2:18, 20; 5:10, 16, 18; 6:41, etc.). Esto no significa que todos los judíos se oponían a Jesús. Juan es judío, los discípulos de Jesús son judíos, Jesús es judío.

Los sacerdotes y levitas eran religiosos profesionales, es decir, hombres que manejaban objetos santos y dirigían cultos santos. El hecho de que estos sacerdotes y levitas eran de Jerusalén añade otra nota ominosa, porque los oponentes de Jesús están centrados en Jerusalén, y lo matarán en Jerusalén.

El diálogo entre Juan y estos hombres de Jerusalén toma un cierto sabor de interrogación hostil. Una pregunta sigue a la otra, presumiblemente para aclarar pero realmente es para probar si la armadura de Juan tiene una grieta. Primero, y más que nada, preguntan “¿Tú, quién eres?”, Juan “Y confesó, y no negó; mas declaró: No soy yo el Cristo” (v. 20). Confesar, negar, confesar, es una raramente fuerte construcción verbal. Aparentemente Juan sabe que se dice que él es el Mesías, y quiere detener los rumores antes de que vayan más lejos.

Juan también niega ser Elías (v. 21). Elías no murió, subió al cielo en un torbellino (2 Reyes 2:11), y los judíos esperaban su regreso como predecesor del Mesías (Malaquías 4:5; Marcos 8:28; 9:11). En el evangelio de Marcos, Juan el Bautista se viste como Elías (Marcos 1:6; 2 Reyes 1:8), es el predecesor del Mesías (Marcos 1:1-4), y es aparentemente identificado por Jesús como Elías (Marcos 9:13), todo lo que confirma que efectivamente es, en verdad, Elías.

¿Cómo podemos reconciliar la narración de Marcos de que Juan es Elías con el testimonio de Juan en el cuarto evangelio de que no es? Muy posiblemente, Juan es Elías, pero no se ve a sí mismo como tal. “En lo que respecta a esos pasajes… que identifican a Juan el Bautista con Elías, esta no es la perspectiva de Juan el Bautista mismo, sino la perspectiva de la temprana teología cristiana que vio en el papel de Elías la mejor manera de interpretar la relación de Juan el Bautista con Jesús, es decir, Juan el Bautista fue a la revelación de Jesús lo que Elías fue a la revelación del Señor” (Brown, 48-49).

Juan también niega ser el profeta prometido por Moisés en Deuteronomio 18:15, 18. En este evangelio, se identifica a Jesús como el profeta (6:14; 7:40), aunque esa identificación es menos que totalmente autoritativa.

Finalmente, pasamos lo que Juan no es y vamos a lo que sí es. Dice, “Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta” (v. 23). La cita viene de Isaías 40:3. En el contexto de Isaías, el pueblo estaba en cautividad en Babilonia, y la visión de Isaías prometía un segundo éxodo con un ángel haciendo un camino derecho a través del desierto para permitir que los israelitas regresaran a su Tierra Prometida; un regreso que Dios de hecho hizo posible, aunque no necesariamente en una supercarretera. “Pero Juan el Bautista prepararía el camino, no para que el pueblo de Dios regresara a la Tierra Prometida, sino para que Dios llegara a su pueblo” (Brown, 50).

JUAN 1:24-28. EL QUE VIENE DESPUÉS DE MI

24Y los que habían sido enviados eran de los Fariseos. 25Y preguntáronle, y dijéronle: ¿Por qué pues bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? 26Y Juan les respondió, diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros ha estado á quien vosotros no conocéis. 27Este es el que ha de venir tras mí, el cual es antes de mí: del cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato. 28Estas cosas acontecieron en Betábara, de la otra parte del Jordán, donde Juan bautizaba.

Este es el segundo interrogatorio de Juan, esta vez por los fariseos. “En el tiempo de Jesús, los fariseos eran uno entre muchos grupos de líderes religiosos judíos, pero para el tiempo del cuarto evangelista, los sucesores de los fariseos, los rabinos, fueron el grupo dominante en el judaísmo” (O’Day, 528). Los opositores de Jesús durante su vida, se convirtieron en los primeros opositores de la iglesia durante el primer siglo.

La manera en que los fariseos ponen sus preguntas los hace aparecer como si esperaran al Mesías, Elías o al profeta para bautizar. El verdadero punto detrás de sus preguntas, sin embargo, es preguntar por la autoridad con que Juan estaba bautizando judíos, una práctica generalmente reservada para los gentiles que se convertían al judaísmo. “La respuesta de Juan indica que su bautismo es una preparación para la aparición del Mesías que está escondido, que ya está en medio de Israel y está por cumplir su tarea mesiánica” (Beasley-Murray, 24).

Una vez más, Juan dice que lo que no es. No es “digno de desatar la correa del zapato” (v. 27), una tarea insignificante que se solamente se requería de los esclavos, probablemente sólo de esclavos gentiles. Juan está diciendo que el grado de diferencia entre él y quien ya está en medio de ellos es más grande que el que está entre un maestro y el esclavo más bajo.

Tenemos que admirar el valor de Juan, porque sus inquisidores son claramente hostiles, pero Juan no hace hoyos en su testimonio sobre Cristo. Habla atrevidamente, incluso si su atrevimiento lo pone en peligro. Él es “un modelo para todos lo que siguen… La iglesia como un cuerpo está llamada a testificar… (en Navidad), en cada himno, cantata, celebración, don, culto, acto de caridad, que la iglesia primero diga ‘nosotros no somos la luz, pero hemos venido a dar testimonio de la luz’…: ‘El Mesías ha venido, y es Jesús’” (Craddock, 20).

Nosotros, la iglesia, estamos llamados a testificar de Cristo, con obras y palabras, en el buen tiempo y el malo, cuando nos va bien y cuando no, cuando es peligroso y cuando no lo es. Irónicamente, el testimonio de la iglesia frecuentemente ha sido más fiel cuando está bajo persecución que bajo la prosperidad. Quienes estamos en el Primer Mundo necesitamos recordar que cristianos mueren todos los días debido a su testimonio de Cristo. También necesitamos enfrentar la realidad de que, en nuestro mundo post septiembre 11, podemos enfrentarnos con la decisión de renunciar a Cristo o morir. Siempre ha sido peligroso para los Cristianos del Tercer Mundo. Ahora está comenzando a ser peligroso para el resto de nosotros. Tal vez eso no sea algo malo para la iglesia, que puede ser reforzado por la pérdida de los que nunca se comprometen.

“Estas cosas acontecieron en Betábara, de la otra parte del Jordán” (v. 28). Esta no es la Betania cerca de Jerusalén donde Jesús visitaría a María, Marta y Lázaro (11:1-44). El lugar donde estuvo esta Betábara al otro lado del Jordán es desconocida el día de hoy.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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