PASAJE BÍBLICO

Juan 18:1 – 19:42 (Español)

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

JUAN 18:1-2. COMO JESÚS HUBO DICHO ESTAS COSAS

1Como Jesús hubo dicho estas cosas, salióse con sus discípulos tras el arroyo de Cedrón, donde estaba un huerto, en el cual entró Jesús y sus discípulos. 2Y también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces Jesús se juntaba allí con sus discípulos.

“Como Jesús hubo dicho estas cosas” (18:1). La frase, “estas cosas,” puede referirse a la oración de Alto Sacerdocio de Jesús en capítulo 17, pero es probable que también incluya su Discurso de Despedida (13:31 – 16:33) y, posiblemente, sus comentarios en la primera parte de capítulo 13.

“salióse con sus discípulos tras el arroyo de Cedrón” (18:1). “Salióse” puede significar que salió del cuarto de arriba donde se encontraban o que salió de Jerusalén.

El Valle de Cedrón es un valle hondo (aproximadamente de 200 metros de profundidad por donde pasa el Monte de Olivos – un lugar que no es fácil de cruzar). Se sitúa en el lado este de Jerusalén, y separa Jerusalén del Monte de Olivos. Al fondo del valle, el arroyo de Cedrón lleva una buena cantidad de agua durante el invierno lluvioso, pero casi nada durante el verano. El valle comienza al norte de Jerusalén y sigue unas 15 millas hasta el Mar Muerto. Según las elevaciones de Jerusalén (+2.500 pies) y del Mar Muerto (1.300 pies bajo nivel del mar), el Valle de Cedrón desciende 3.800 pies en su breve trayecto.

“donde estaba un huerto, en el cual entró Jesús y sus discípulos” (18:1). Mateo y Marcos identifican el huerto como Gethsemaní (Mateo 26:36; Marcos 14:32), un huerto ubicado al otro lado del tempo en el Valle de Cedrón. Lucas nos dice que, cuando Jesús enseñaba en el templo a finales de su ministerio, pasaba la noche en el Monte de Olivos (Lucas 21:37) donde se encuentra Gethsemaní. Lucas también nos dice que Jesús acostumbraba ir al Monte de Olivos (22:39).

“Y también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces Jesús se juntaba allí con sus discípulos” (18:2). Un traidor no querría llevar soldados en una busca sin sentido, por eso, el conocimiento de Judas de la preferencia que Jesús tenía por el Monte de Olivos le apoyó en su propósito. El Monte de Olivos es un lugar conveniente para arrestar a Jesús, porque estaría desierto durante la noche. La mayor preocupación de los soldados sería no alborotar a la población, entonces, este lugar apartado también cumple con sus propósitos.

JUAN 18:3. JUDAS PUES TOMANDO UNA COMPAÑÍA

3Judas pues tomando una compañía (griego: speiran), y ministros de los pontífices y de los Fariseos, vino allí con linternas y antorchas, y con armas.

“una compañía (speiran). Un speiran es una cohorte romana – de unos 600 soldados. Estos soldados están encargados de mantener orden durante la Pascua cuando hay grandes multitudes reunidas en Jerusalén y las emociones del pueblo incrementan. Generalmente, los romanos aumentan su presencia en Jerusalén durante festivales con soldados de Cesaréa para que hubiera una presencia particularmente imponente de soldados romanos en Jerusalén durante este tiempo. No es probable que un comandante romano mandara la cohorte entera para arrestar a Jesús, por eso, seguramente se trata de un pequeño pelotón de soldados.

“y ministros de los pontífices.” Estos ministros serían del templo judío, encargados de mantener orden en el templo – supuestamente los mismos ministros que antes habían decidido no arrestar a Jesús porque “Nunca ha hablado hombre así como este hombre” (7:46).

“y de los Fariseos.” Estos pontífices y fariseos seguramente son miembros del Sanedrín, el concejo regidor judío. Estaban encargados de los ministros del templo, a quienes habían criticado antes por no haber arrestado a Jesús (7:45-47). Romanos delegan alguna autoridad civil y criminal al Sanedrín, pero esta autoridad es limitada y no incluye crímenes capitales (18:31). Al ser arrestado Jesús, le llevan frente Anás, el suegro del pontífice (18:13). Esto nos hace pensar que se trata de ministros del templo y no los soldados romanos que arrestan a Jesús en el huerto.

JUAN 18:4-9. YO SOY

4Empero Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y díjoles: ¿A quién buscáis? 5Respondiéronle: A Jesús Nazareno. Díceles Jesús; Yo soy (Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba). 6Y como les dijo, Yo soy, volvieron atrás, y cayeron en tierra. 7Volvióles, pues, á preguntar: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús Nazareno. 8Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy: pues si á mi buscáis, dejad ir á éstos. 9Para que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, ninguno de ellos perdí.

“Empero Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y díjoles: ‘¿A quién buscáis?’”(18:4). Finalmente había llegado la hora de Jesús (17:1), y está preparado. No hace ningún intento de evadir el arresto, en cambio, toma la iniciativa. En lugar de esperar a que Judas le señale, toma cargo – pregunta a quién buscan.

Los Evangelios Sinópticos mencionan que Judas traiciona a Jesús con un beso (Mateo 26:49; Marcos 14:45; Lucas 22:47), pero este Evangelio no incluye este detalle. El énfasis aquí es el de Jesús como dueño de esta situación.

“Respondiéronle: ‘A Jesús Nazareno.’ Díceles Jesús; ‘Yo soy’” (griego: ego eimi) (18:5). La respuesta de Jesús, ego eimi, se puede entender de dos maneras.

• Primero, podría ser simplemente la manera en que Jesús se identifica. Esta es la manera más fácil de comprender ego eimi, y lo más probable es que así sea como los soldados lo hubieran comprendido.

• Segundo, ego eimi se puede comprender como lenguaje codificado desde el encuentro entre Moisés y Dios muchos siglos antes. En esa ocasión, cuando Moisés le preguntó a Dios su nombre, Dios contestó, “Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado á vosotros” (Éxodo 3:14). En ese versículo, “YO SOY” es “ego eimi” en el Septuagésimo – la versión griega del Antiguo Testamento. También, en Isaías 40-55, Dios utiliza la frase, “Yo soy,” una y otra vez para referirse a si mismo. Es decir, ego eimi se puede interpretar como el nombre de Dios. Cuando Jesús aplica ego eimi a si mismo, puede ser que se está identificando con Dios – como Dios.

Ego eimi es una frase importante en este Evangelio, que incluye siete frases de “Yo soy”:

“Yo soy el pan de vida” (6:35, 48; cf. 6:51)

“Yo soy la luz del mundo” (8:12)

“Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7)

“Yo soy el buen pastor” (10:11, 14)

“Yo soy la resurrección y la vida” (11:20)

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6)

“Yo soy la vid verdadera” (15:1)

“Las declaraciones de ‘Yo soy’ son la base del lenguaje de la auto-revelación de Jesús en el Cuarto Evangelio… A través de estos símbolos comunes, Jesús declara que con él se cumplen las necesidades religiosas y los deseos humanos de la gente” (O’Day, 601).

“(Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba)” (18:5). Todos los Evangelios identifican a Judas como traidor – su identidad principal. Este Evangelio también le describe como ladrón (12:6).

“Y como les dijo, ‘Yo soy,’ volvieron atrás, y cayeron en tierra” (18:6). Esta declaración no especifica si los que cayeron en tierra son soldados romanos o ministros judíos del templo. No obstante, seguramente se trata de ministros judíos. Como se anota arriba, estos ministros del templo antes fallaron al no arrestar a Jesús porque “Nunca ha hablado hombre así como este hombre” (7:46). Aunque esto resultara en crítica por parte de pontífices y fariseos (7:45-47), está claro que no han perdido su respeto – su admiración – por Jesús. Es posible que hasta ellos hayan comprendido el significado de las declaraciones de ‘Yo soy’ de Jesús (18:5-6).

“Volvióles, pues, á preguntar: ‘¿A quién buscáis?’ Y ellos dijeron: ‘A Jesús Nazareno.’ Respondió Jesús: ‘Os he dicho que yo soy: pues si á mi buscáis, dejad ir á éstos’” (18:7-8). “El Buen Pastor se preocupa por sus ovejas en el momento de su arresto, juicio, y muerte” (Morris, 659). Jesús sabe que esperar – sabe que le espera una muerte violenta – pero su primera preocupación no es si mismo sino sus discípulos. Deja claro que él es a quién buscan, y que no hay necesidad de crear más problemas para sus discípulos.

“Para que se cumpliese la palabra que había dicho: ‘De los que me diste, ninguno de ellos perdí’” (18:9). La palabra que Jesús había dicho era parte de su oración en capítulo 17: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese” (17:12). Su preocupación por el bienestar espiritual de sus discípulos se ve en la preocupación que tiene por su bienestar físico.

JUAN 18:10-11. ENTONCES, SIMÓN PEDRO, QUE TENÍA ESPADA, SACÓLA

10Entonces Simón Pedro, que tenía espada, sacóla, é hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. 11Jesús entonces dijo á Pedro: Mete tu espada en la vaina: el vaso que el Padre me ha dado, ¿no lo tengo de beber?

“Entonces Simón Pedro, que tenía espada, sacóla, é hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” (18:10). Pedro, siempre impulsivo en reaccionar, sale en contra de quienes han venido a arrestar a Jesús. Este gesto refleja su espontaneidad, su valentía, y su compromiso hacia Jesús, pero es un gesto inútil. Aunque no estamos seguros del tamaño del grupo que viene a arrestar a Jesús, lo más probable es que sea sustancial – lo bastante grande para confrontar cualquier problema que se les presente – más grande de lo necesario para confrontarse con el pequeño grupo de discípulos de Jesús. Las acciones de Pedro demuestran su determinación de luchar antes de permitir que Jesús sea arrestado sin oposición. Debemos admirar el valor de Pedro y su lealtad hacia Jesús, pero su gesto no tiene ninguna probabilidad de éxito, todo lo contrario. Tiene la capacidad de causar una severa reacción de Roma sobre todos los discípulos de Jesús. Es un gran gesto, pero un gesto necio.

Todos Evangelios Sinópticos relatan este incidente (Mateo 26:51-52; Marcos 14:47; Lucas 22:49-51), pero el Evangelio de Juan es el único que incluye los nombres de Pedro y Malco.

“Jesús entonces dijo á Pedro: ‘Mete tu espada en la vaina: el vaso que el Padre me ha dado, ¿no lo tengo de beber?’” (18:11). Las palabras de Jesús llevan un leve regaño, no porque Pedro ha actuado de manera irresponsable, sino porque Jesús “tiene que beber” del vaso que el Padre le ha dado. La palabra “vaso” se utiliza frecuentemente en el Antiguo Testamento de manera muy parecida a la que usaríamos la palabra “lote” – fortuna o destino. En algunos casos lleva una connotación positiva – “mi copa está rebosando” (Salmo 23:5), pero en muchos casos se refiere a sufrimiento o momentos difíciles – “Sobre los malos lloverá lazos; Fuego y azufre, con vientos de torbellinos, será la porción del cáliz de ellos” (Salmo 11:6; cf. Isaías 51:17, 22; Jeremías 25:15; 49:12; Lamentaciones 4:12; Ezequiel 23:31-33; Habacuc 2:16; Zacarías 12:2). Cuando Jesús habla de “el vaso que el Padre me ha dado,” se refiere a un vaso de sufrimiento. Sin embargo, Jesús no pretende evitarlo. El Padre le ha dado a Jesús este vaso, y Jesús ha venido a este mundo para beber de él.

JUAN 18:12-14. ENTONCES PRENDIERON A JESÚA Y LE ATARON

12Entonces la compañía y el tribuno (griego: chiliarchos – el comandante del cohorte – literalmente, comandante de mil), y los ministros de los Judíos, prendieron á Jesús y le ataron, 13Y lleváronle primeramente á Anás; porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año. 14Y era Caifás el que había dado el consejo á los Judíos, que era necesario que un hombre muriese por el pueblo.

“Entonces la compañía y el tribuno (chiliarchos), y los ministros de los Judíos, prendieron á Jesús y le ataron” (18:12). De nuevo, este Evangelio distingue entre los soldados romanos y los ministros del templo. Juntos arrestan y atan a Jesús – atar sería rutinario en una situación así.

Chiliarchos literalmente significa “comandante de mil,” entonces, no se trata solamente de un oficial romano sino del comandante de la cohorte romana. La presencia del comandante no significa que toda la cohorte esté presente en el huerto, pero sí indica la seriedad con que los romanos tratan el peligro que esta situación puede presentar. Este comandante solo puede estar en un lugar a la vez, y ha decidido que éste es el lugar que requiere su presencia en este momento.

“Y lleváronle primeramente á Anás; porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año” (18:13). Este Evangelio es el único que relata la visita a Anás, que había sido pontífice años antes – de 6-15 d.C. El oficio de pontífice suponía ser uno de por vida, pero Valerius Gratus, prefecto de Judea, destituyó a Anás en 15 a.C. Esta intervención en asuntos religiosos seguramente causó resentimiento en el pueblo judío, lo cual ayudaría a explicar la continuada influencia de Anás después de haber sido destituido de su puesto. Su influencia era tan fuerte que pudo lograr que cinco de sus hijos recibieran puestos de pontífices, así como su yerno, Caifás.

En el pensar de muchos, Anás era el legítimo pontífice, aún después de ser destituido muchos años antes. El hecho de que traigan a Jesús frente Anás refleja su estatus de patriarca de la familia pontífice – y, en la opinión de muchos, como el verdadero pontífice. Es probable que, cuando Anás manda Jesús a Caifás (18:24), también manda su opinión de Jesús y una recomendación de como se debe proseguir. Como figura patriarca en una sociedad patriarca, la recomendación de Anás llevaría mucho peso con Caifás.

El hecho que primero hayan llevado a Jesús frente Anás y después ante Caifás sugiere que soldados romanos, habiendo calmado la posibilidad de disturbios, entregaron a Jesús a los ministros del templo para que ellos tomaran una decisión.

“Caifás, el cual era pontífice de aquel año” (18:13). “Aquel año” no significa que Caifás fuera pontífice solo por un año, sino que es pontífice en el año que cambiará el mundo – el año de la crucifixión de Jesús. Valerius Gratus, que destituyó a Anás como pontífice en 15 d.C., nombró a Caifás pontífice en 18 d.C. – un puesto que mantendría hasta 36 d.C., cuando fue destituido por Vitellius.

“Y era Caifás el que había dado el consejo á los Judíos, que era necesario que un hombre muriese por el pueblo” (18:14). Esto se refiere a un incidente relatado anteriormente, donde Caifás le dijo al Sanedrín, “Vosotros no sabéis nada; Ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda” (11:49-50). El Evangelista añadió el comentario: “Mas esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación: Y no solamente por aquella nación, mas también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban derramados” (11:49-52).

Mateo relata que en el juicio de Jesús ante el Sanedrín, Caifás rajó su ropa al oír la declaración “blasfema” de Jesús, “desde ahora habéis de ver al Hijo de los hombres sentado á la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo” (Mateo 26:57-65).

JUAN 18:15-18. ¿NO ERES TÚ TAMBIÉN DE LOS DISCÍPULOS DE ESTE HOMBRE?

15Y seguía á Jesús Simón Pedro, y otro discípulo. Y aquel discípulo era conocido del pontífice, y entró con Jesús al atrio del pontífice; 16Mas Pedro estaba fuera á la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del pontífice, y habló á la portera, y metió dentro á Pedro. 17Entonces la criada portera dijo á Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy. 18Y estaban en pie los siervos y los ministros que habían allegado las ascuas; porque hacía frío, y calentábanse: y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose.

“Y seguía á Jesús Simón Pedro, y otro discípulo. Y aquel discípulo era conocido del pontífice, y entró con Jesús al atrio del pontífice” (18:15). ¿Quién es el discípulo que acompaña a Jesús al atrio del pontífice – que aquí solo se identifica como el “otro discípulo”? La respuesta tradicional es que se trata del Apóstol Juan, en parte porque no se le llama por nombre. Este Evangelio tiene otro discípulo sin nombrar – “al cual Jesús amaba” (13:23; 20:2; 21:7, 20), que generalmente se identifica como el Apóstol Juan. ¿Puede ser que el “otro discípulo” (18:15) sea “al cual Jesús amaba?” ¿Puede ser que los dos sean Juan? Es posible pero no seguro.

El argumento principal a favor de identificar a Juan como el “otro discípulo” es que este discípulo “era conocido del pontífice” (18:15). No parece probable que un simple pescador como Juan (Mateo 4:21) conociera al pontífice suficientemente bien para conseguir acceso a su atrio – pero no sería imposible. Otra posibilidad es que el “otro discípulo” fuera José de Arimatea (15:43; 19:38) o Nicodemo (Juan 3; 7:50-51; 19:39) – hombres bien situados que conocían bien al pontífice y que seguían a Jesús en secreto. “al atrio del pontífice” (18:15). Versículo 18:24 deja claro que el pontífice que se menciona aquí y en 18:19 es Anás.

“Mas Pedro estaba fuera á la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del pontífice, y habló á la portera, y metió dentro á Pedro” (18:16). Imagine lo solo que se habría sentido Pedro al ver como Jesús y el otro discípulo desaparecían dentro del atrio del pontífice – un lugar completamente ajeno para Pedro. Por la naturaleza tempestuosa de Pedro, es difícil imaginar que no entrara en el atrio siguiendo a Jesús, pero parece que el guardia de la puerta le impidió su entrada. El discípulo sin nombrar arregla esta situación, pidiendo que permitan entrar a Pedro – un acto de consideración, particularmente en vista de las angustiosas circunstancias.

El hecho de que una mujer esté guardando el atrio indica que no es el atrio del templo, ya que todos los guardas del templo son hombres. Probablemente se encuentran en el atrio de la residencia de Anás.

“Entonces la criada portera dijo á Pedro: ‘¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?’ Dice él: ‘No soy’” (18:17). Los Evangelios Sinópticos se refieren a esta mujer como sirviente o criada del pontífice (Mateo 26:69; Marcos 14:66; Lucas 22:56). No dicen que ella estuviera cuidando el atrio. La mujer formula su pregunta en griego, esperando una respuesta negativa. Esto facilita la respuesta negativa de Pedro, negando ser discípulo de Jesús – respondiendo de la manera esperada – tomando el camino más fácil.

“Y estaban en pie los siervos y los ministros que habían allegado las ascuas; porque hacía frío, y calentábanse: y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose” (18:18). Marcos 14:54 y Lucas 22:55 mencionan la hoguera, pero solo Juan lo identifica como las ascuas. En 18:25, de nuevo encontraremos a Pedro “en pie, calentándose” – seguramente junto al mismo fuego.

JUAN 18:19-24. SI HE HABLADO BIEN, ¿POR QUÉ ME HIERES?

19Y el pontífice preguntó á Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos, y nada he hablado en oculto. 21¿Qué me preguntas á mí? pregunta á los que han oído, qué les haya yo hablado: he aquí, ésos saben lo que yo he dicho. 22Y como él hubo dicho esto, uno de los criados que estaba allí, dio una bofetada á Jesús, diciendo: ¿Así respondes al pontífice? 23Respondióle Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal: y si bien, ¿por qué me hieres? 24Y Anás le había enviado atado á Caifás pontífice.

“Y el pontífice preguntó á Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina” (18:19). Ya que Anás mandará atar a Jesús y lo entregará a Caifás en 18:24, seguramente Anás es el “pontífice” que lleva a cabo la interrogación aquí. Ya que él no es pontífice oficial y que no lleva a cabo esta investigación frente al Sanedrín (el grupo oficial regidor del pueblo judío), Anás no está sujeto bajo la ley judía que requiere que juicios legales se basen en el testimonio de testigos. La ley prohíbe o desanima que oficiales intenten persuadir a la gente a incriminarse a si misma. A lo mejor, esta interrogación es un acto no oficial por parte de un ciudadano que intenta descubrir la verdad. Quizá, es una actividad semi-oficial (a fin de cuentas, el guarda del templo también está involucrado) que quebranta la protección legal que la ley judía provee para el individuo.

Anás prosigue con dos tipos de interrogatorio – el primero sobre los discípulos de Jesús y el segundo sobre su enseñanza. En su respuesta, Jesús evita cualquier mención de sus discípulos – rehúsa implicarles. En su reciente oración del Alto Sacerdocio, Jesús oró, “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á los que me diste” (17:12). Continuó pidiéndole al Padre que “los guardes del mal” (17:15). Ahora, aún bajo la presión de la interrogación, Jesús no falla en su compromiso para el bien de sus discípulos.

“Jesús le respondió: ‘Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos, y nada he hablado en oculto’” (18:20). Jesús contesta la pregunta diciendo que ha enseñado abiertamente, no en secreto, y que sus enseñanzas son de conocimiento público. Por lo tanto, no hay razón por esta interrogación cuestionable. Uno esperaría que los oficiales hubieran estudiado los hechos antes de arrestarle.

Además, los pontífices y fariseos han intentado saber más de Jesús, aunque no podrían defender sus métodos injustos y discriminantes. Han estado buscando la manera de detener a Jesús – arrestarle – matarle (8:45-52; 9:13-34; 10:22-39; 11:45-57; 12:37-43). En su defensa, debemos anotar que su responsabilidad es proteger a la gente contra falsas enseñanzas, están persuadidos de que Jesús está cometiendo blasfemia (10:33), y están preocupados que él pueda guiar a la gente equivocadamente. A causa de estas preocupaciones, tienen la obligación de averiguar los hechos. Sin embargo, la preocupación por sus propios intereses como miembros del establecimiento afecta su juicio, y su circunnavegación de las medidas y procedimientos establecidos por la ley judía promete un resultado defectuoso.

Cuando Jesús dice que no ha enseñado ocultamente, no sugiere que no les ha enseñado a sus discípulos en privado. Es mas, sí lo ha hecho. No obstante, su enseñanza privada y su proclamación en público son consistentes – lo que dijo en privado concuerda con sus declaraciones en público. No ha predicado en público e incitado rebelión en privado.

“¿Qué me preguntas á mí? pregunta á los que han oído, qué les haya yo hablado: he aquí, ésos saben lo que yo he dicho” (18:21). Según la protección asegurada por la ley judía y el requisito que las sentencias se basen en testimonio de testigos, esta interrogación es cuestionable o ilegal. Según ley judía, Anás debe estar reuniendo testimonio de testigos en lugar de interrogando a Jesús. En el versículo anterior, Jesús dijo que Anás podría aprender todo lo que necesitaba saber de Jesús fijándose en la enseñanza pública de Jesús. En este versículo, le sugiere a Anás que concluya esta interrogación y que llame testigos para proceder según la ley.

“Y como él hubo dicho esto, uno de los criados que estaba allí, dio una bofetada á Jesús, diciendo: ‘¿Así respondes al pontífice?’” (18:22). Si Jesús le hubiera faltado respeto a Anás, podría ser acusado de desobedecer la prohibición que prohíbe faltar el respeto a un líder del pueblo (Éxodo 22:28), pero no ha hecho tal cosa. Solo es culpable de no dejarse intimidar, y de no pedir nada más que se siga el procedimiento legal apropiado.

Aún si Jesús fuera culpable de faltar el respeto, el recurso apropiado sería añadir el cargo a cualquier otro cargo que ya aparecía contra él. El policía que abofeteó a Jesús fue más allá de su autoridad.

“Respondióle Jesús: ‘Si he hablado mal, da testimonio del mal: y si bien, ¿por qué me hieres?’” (18:23). De nuevo, Jesús rehúsa ser intimidado y pide que se siga el procedimiento apropiado – “da testimonio del mal.” También reta al policía para que explique sus acciones.

“Y Anás le había enviado atado á Caifás pontífice” (18:24). Anás ha llegado a la conclusión que no quedará satisfecho con su interrogación de Jesús. Por eso, le manda a Caifás, el pontífice oficial y la autoridad apropiada para juzgar a Jesús frente al Sanedrín. Aunque este Evangelio no nos da detalles de la visita de Jesús a Caifás, los Evangelios Sinópticos incluyen algunos detalles (Marcos 14:53-65; Mateo 26:57-68; Lucas 22:66-71). Llevan a Jesús atado frente Caifás, que sería algo rutinario para cualquier prisionero.

JUAN 18:25-27. Y LUEGO EL GALLÓ CANTÓ

25Estaba pues Pedro en pie calentándose. Y dijéronle: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No soy. 26Uno de los siervos del pontífice, pariente de aquél á quien Pedro había cortado la oreja, le dice: ¿No te vi yo en el huerto con él? 27Y negó Pedro otra vez: y luego el gallo cantó.

“Estaba pues Pedro en pie calentándose. Y dijéronle: ‘¿No eres tú de sus discípulos?’ El negó, y dijo: ‘No soy’” (18:25). Ahora el narrador nos lleva de nuevo a Pedro, quien todavía se encuentra calentándose junto al fuego que se menciona en 18:18. De nuevo, alguien le pregunta si es discípulo de Jesús y, de nuevo, la pregunta está formulada para esperar una respuesta negativa. Pedro vuelve a contestar como es esperado.

La secuencia aquí es algo diferente a la de los Sinópticos. En el Evangelio de Marcos, por ejemplo, el relato de las tres negaciones de Pedro sigue al relato del juicio de Jesús ante el Sanedrín. Este Evangelio no incluye un relato del juicio de Jesús ante el Sanedrín pero si lo menciona (18:24, 29). El autor pone las últimas dos negaciones de Pedro después de la interrogación de Jesús por parte de Anás y así “construye un contraste dramático en el que Jesús se defiende y no niega nada, mientras que Pedro se dobla y niega todo” (Brown, 842).

“Uno de los siervos del pontífice, pariente de aquél á quien Pedro había cortado la oreja, le dice: ‘¿No te vi yo en el huerto con él?’” (18:26). Esta tercera pregunta viene de un pariente de Malco, el sirviente cuya oreja Pedro cortó en el huerto (18:10). Esta vez, el que pregunta muestra más confianza y diseña su pregunta esperando una respuesta afirmativa.

“Y negó Pedro otra vez” (18:27). Sería más fácil para Pedro contestar esta pregunta con un “sí,” que a las dos preguntas anteriores. Sin embargo, Pedro ya se ha comprometido dos veces a negar su relación con Jesús, y ahora continúa en el mismo camino. Una vez que mentimos, es mucho más difícil decir la verdad.

Existen leves variaciones en los relatos de los cuatro Evangelios en cuanto a las negaciones de Pedro. Podríamos pasar bastante tiempo buscando sus similitudes, pero parece mejor reconocerlas como variaciones esperadas en relatos escritos por cuatro autores diferentes.

“y luego el gallo cantó” (18:27). Antes, Pedro dijo, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? mi alma pondré por ti,” pero Jesús contestó, “¿Tu alma pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces” (13:37-38). Ahora el gallo canta, y este Evangelio deja al lector imaginar cómo esto le habrá afectado a Pedro. Los Sinópticos nos dicen que Pedro, “pensando en esto, lloraba” (Marcos 14:72; Mateo 26:75; Lucas 22:52).

JUAN 18:28-32. ¿QUÉ ACUSACIÓN TRAÉIS CONTRA ESTE HOMBRE?

28Y llevaron á Jesús de Caifás al pretorio: y era por la mañana: y ellos no entraron en el pretorio por no ser contaminados, sino que comiesen la pascua. 29Entonces salió Pilato á ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? 30Respondieron y dijéronle: Si éste no fuera malhechor, no te le habríamos entregado. 31Díceles entonces Pilato: Tomadle vosotros, y Juzgadle según vuestra ley. Y los Judíos le dijeron: A nosotros no es lícito matar á nadie: 32Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando á entender de qué muerte había de morir.

“Y llevaron á Jesús de Caifás al pretorio” (18:28). Como se anota arriba, este Evangelio no incluye detalles de la interrogación de Jesús ante Caifás, en cambio, se concentra en el juicio ante Pilato. “En parte, era la intención de Juan demostrar que Pilato testificó de la inocencia de Jesús (18:38; 19:4, 6) y que intentó liberarle. Solo fue ante la insistencia de los pontífices que al final consintió a la crucifixión” (Morris, 673).

“y era por la mañana” (18:28). Podemos entender esto en sentido general, que era temprano por la mañana, o, lo podríamos entender de manera más específica, que era durante la cuarta hora, entre las 3:00 y las 6:00 de la mañana.

Algunos eruditos anotan que ley judía prohíbe llevar a cabo por la noche procedimientos que podrían terminar en una pena de muerte. Por eso, el Sanedrín debía suspender actividad hasta las 6:00 de la mañana para cumplir con la ley. No hay manera de saber si están cumpliendo con esta ley. No obstante, la ley judía en cuestión viene del Mishna, la codificación de la tradición oral judía que no fue terminada hasta dos siglos después de la muerte de Jesús. Mucho de lo que incluye había sido parte de la tradición judía por muchos siglos, por eso, es muy probable que la prohibición en contra de llevar a cabo juicios capitales durante la noche estuviera en efecto en el momento de juzgar a Jesús. De todos modos, no podemos estar seguros (Brooks, 240).

“y ellos no entraron en el pretorio (griego: praitorion) por no ser contaminados, sino que comiesen la pascua” (18:28). El despacho de un comandante romano se llama pretorio. La residencia/pretorio permanente del gobernador romano se encuentra en Cesaréa, pero los gobernadores generalmente residen en Jerusalén durante las grandes fiestas para asegurar orden. Su residencia temporánea, donde sea que se encuentre, se convierte en su pretorio. Pilato seguramente tiene su pretorio en Jerusalén en el Fuerte de Antonia o en el palacio de Herodes.

“por no ser contaminado” (18:28). Tradición judía dicta que un judío que entra en un hogar gentil se rinde impuro y, por lo tanto, no puede participar en fiestas religiosas. Tal impureza es temporánea y se elimina por medio de un rito de limpieza, generalmente después de siete días. Sería muy vergonzoso para un líder judío contaminarse a si mismo y excluirse de su participación en la Pascua. Es de comprender por qué se niegan a entrar en el pretorio de Pilato. Lo irónico es que mientras observan tan de cerca la ley judía de la pureza ceremonial, fallan gravemente en observar la ley cuando se trata del juicio capital de Jesús.

“Entonces salió Pilato á ellos fuera, y dijo: ‘¿Qué acusación traéis contra este hombre?’” (18:29). Pilato comprende su reticencia de entrar en su pretorio, y respeta su preocupación saliendo afuera para reunirse con ellos. Cuando les pide declarar sus cargos contra Jesús es, en efecto, cuando comienzan los procedimientos del juicio.

Aunque este Evangelio no incluye el juicio de Jesús ante Caifás, los Sinópticos dejan claro que el Sanedrín acusó a Jesús de blasfemia, ofensa capital bajo ley judía (Levítico 24:16), y le condenó a muerte (Marcos 14:53-65). Sin embargo, aunque los romanos concedan a los líderes judíos bastante autoridad sobre casos civiles y asuntos criminales, Roma sigue manteniendo pleno control en casos capitales.

Esto causa gran dificultad para líderes judíos, porque no se les permite llevar a cabo la pena de muerte por apedreamiento, el castigo por blasfemar (Levítico 24:16). En cambio, han de pedirle al gobernador romano (Pilato) que él determine la pena de muerte. Esto requeriría especificar un cargo contra Jesús que Roma interpretara como ofensa capital. Jesús no ha cometido una ofensa capital bajo ley romana, por eso, líderes judíos se encuentran entre la espada y la pared – una situación en que el fin deseado es imposible ya que la ley no tiene ningún resguardo para ella. No pueden apedrear a Jesús porque Roma no lo permitirá, pero tampoco pueden acusar a Jesús de un crimen capital bajo ley romana porque la ofensa de que se le acusa es cuestión de ley judía.

Roma permite una excepción en cuanto a la pena de muerte. A los líderes judíos se les permite mandar la pena de muerte “contra los que violan la santidad del templo… Esto puede explicar por que, según el relato de Marcos, hubo un intento ante el Sanedrín para mostrar que Jesús amenazó e insultó el templo (Marcos 14:57-59)” (Bruce, 351).

Ya que líderes judíos han involucrado a los soldados romanos en el arresto de Jesús, Pilato seguramente está bien enterado del problema que tienen estos líderes judíos. Cuando les pide especificar su acusación contra Jesús, se da cuenta de la situación en que les pone. Es posible que su primer interés sea declarar justicia en este caso, pero es probable que también esté disfrutando de su poder sobre estos líderes judíos – y de la incomodidad que han de sentir cuando Pilato abre el juicio, exigiendo que especifiquen su acusación.

“Respondieron y dijéronle: ‘Si éste no fuera malhechor, no te le habríamos entregado’” (18:30). Esta respuesta es insignificante y el equivalente de “¡puedes confiar en nosotros!” Es una respuesta tan débil que sugiere que esperaban que Pilato simplemente se rindiera bajo su solicitud de la pena de muerte. No llegaron a considerar cómo contestarían si Pilato les exigiese detallar su cargo contra Jesús.

“Díceles entonces Pilato: ‘Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley.’ Y los Judíos le dijeron: ‘A nosotros no es lícito matar á nadie’” (18:31). Cuando Pilato les dice que juzguen a Jesús según su ley, sabe bien lo que quieren y conoce sus limitaciones en cuanto a la pena de muerte – limitaciones que les hace imposible llevarla a cabo sin su apoyo.

“Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando á entender de qué muerte había de morir” (18:32). Antes, Jesús dijo, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, á todos traeré á mí mismo” (12:32). “Levantado de la tierra” es código para crucifixión. Si líderes judíos fueran permitidos apedrear a Jesús, no se hubiera cumplido la predicción de Jesús que sería “levantado de la tierra.”

JUAN 18:33-38a. ¿ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?

33Así que, Pilato volvió á entrar en el pretorio, y llamó á Jesús, y díjole: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? 34Respondióle Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, ó te lo han dicho otros de mí? 35Pilato respondió: ¿Soy yo Judío? Tu gente, y los pontífices, te han entregado á mí: ¿qué has hecho? 36Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo (griego: kosmou – de kosmos): si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado á los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí. 37Díjole entonces Pilato: ¿Luego rey eres tú? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz. 38aDícele Pilato: ¿Qué cosa es verdad?

“Así que, Pilato volvió á entrar en el pretorio, y llamó á Jesús, y díjole: ‘¿Eres tú el Rey de los Judíos?’” (18:33). Pilato se ha reunido con líderes judíos fuera de su pretorio por la aversión de éstos a entrar en un edificio gentil, pero ahora él entra de nuevo en su pretorio. Manda que le traigan a Jesús allí para cuestionarle.

Pilato va al grano directamente diciendo, “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” El “tú” es enfático, como si Pilato estuviera incrédulo que un hombre ante él pudiera considerarse rey (Morris, 679).

La pregunta de Pilato muestra que líderes judíos claman que Jesús dice ser (o que intenta establecerse como) Rey de los Judíos. Éste es un cargo político que Pilato no puede ignorar. Si Jesús intenta tomar reino político, esto constituye sedición, una ofensa capital, y Pilato tendría razón al mandar la pena de muerte. Claramente esto es lo que líderes judíos esperan, pero su verdadera preocupación es teológica y no política – que Jesús se considere el Hijo de Dios (19:7). Como se anota arriba, no son libres para apedrear a Jesús por su supuesta ofensa teológica, por eso, ajustan su acusación contra Jesús para que requiera la pena de muerte bajo la ley romana.

Los cuatro Evangelios relatan la pregunta de Pilato de la misma manera, pero la respuesta de Jesús en los Sinópticos es diferente – “Tú lo dices” (Mateo 27:11; Marcos 15:2; Lucas 23:3).

“Respondióle Jesús: ‘¿Dices tú esto de ti mismo, ó te lo han dicho otros de mí?’” (18:34). Para nosotros, esta pregunta parece irrespetuosa – como si Jesús preguntara a Pilato si fue entrenado para hacer esta pregunta ridícula. Sin embargo, eso no es lo que Jesús pretende. Jesús quiere saber si esta pregunta es de Pilato, lo que podría ser un intento por parte de Jesús para establecerse como rey político – o una pregunta formulada por líderes judíos, que se trataría de un intento por parte de Jesús para establecerse como rey religioso – un mesías – un Hijo de Dios. Si la pregunta es de Pilato, la respuesta es “No.” Si la pregunta es de líderes judíos, la respuesta es “Si.” Jesús no puede contestar la pregunta sin saber quien la hace.

Como fue verdad en el jardín (18:4-9) y con la interrogación de Anás (18:19-24). Jesús reacciona a una situación intimidante tomando cargo de manera sutil. En este caso, pone a Pilato a la defensiva al hacer esta pregunta.

“Pilato respondió: ‘¿Soy yo Judío?’” (18:35). Esta pregunta revela la poca consideración que Pilato tiene para los judíos. Pilato es romano, y está orgulloso de serlo. Estaría muy descontento si alguien pensara que él es judío – MUY descontento.

“Tu gente, y los pontífices, te han entregado (paredokan – de paradidomi) á mí” (18:35a). Pilato reconoce que este encuentro no es de su hacer. Líderes judíos le han entregado (paradidomi) a Jesús. Paradidomi se utiliza en este Evangelio refiriéndose a la traición de Judas (6:64, 71; 12:4; 13:11; 18:2) y refiriéndose a los enemigos de Jesús, entregándole a quienes le crucificarán (18:30, 35; 19:11, 16).

“¿qué has hecho?” (18:35b). Pilato reconoce su confusión. La misma gente de Jesús le ha entregado a Pilato y le ha dicho que quieren muerto a Jesús (18:31). No obstante, no han sido honestos con sus razones. Tienen un plan escondido, y planes escondidos siempre causan confusión. Como se anota arriba, creen a Jesús culpable de blasfemia, una ofensa capital bajo ley judía. Sin embargo, Roma no permite que líderes judíos lleven a cabo una ejecución – ni Roma llevará a cabo una ejecución a favor de judíos a menos que el criminal sea culpable de una ofensa capital bajo ley romana. Por lo tanto, líderes judíos no revelan su preocupación por la blasfemia, en vez, presentan el cargo que Jesús es culpable de sedición contra Roma, clamando ser Rey de los Judíos. Pilato nota que algo está mal, pero no puede entender el qué. Por eso le pregunta a Jesús, “¿qué has hecho?” – espera que Jesús le diga algo para ayudarle a comprender la situación.

“Mi reino no es de este mundo” (griego: kosmou – de kosmos) (18:36a). Jesús no puede negar que es rey, pero no es rey en el sentido que Pilato comprende la palabra. Su reino “no es de este mundo (kosmos).” El kosmos en este Evangelio es “la esfera de oscuridad, rebelión, ceguedad, pecado” (Carson, 594).

Jesús no es un rey del kosmos. No intenta establecer un reino de kosmos, en vez, ha empezado a establecer el reino de Dios, un reino espiritual donde gente permite que Dios rija sus corazones y sus vidas. “Por extensión, el ‘reino de Dios’ también se refiere a Jesucristo, que se encontraba en perfecta sumisión ante Dios. Es así que el reino está ‘en mano’ (Mateo 3:2; Marcos 1:15; Lucas 10:9, 11). Alguna evidencia sugiere que, de esta perspectiva, la frase sirve de nombre divino; consecuentemente, la declaración de Jesús que el reino de Dios está presente en él es una declaración de divinidad (Mateo 12:28; Lucas 11:20)” (Myers, 625).

Mateo relata que Jesús dice, “Y si por espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado á vosotros el reino de Dios” (Mateo 12:28). “El ministerio entero de Jesús se entiende en relación a esta importante declaración de la presencia del reino. Sus enseñanzas éticas, por ejemplo, no se pueden comprender aparte del anuncio del reino. Son las éticas del reino; la perfección a la que señalan no tiene sentido sin la presencia actual del reino… De la misma manera, las obras de Jesús tienen sentido solo en el contexto más grande de proclamar el reino… En la sinagoga en Nazarea, Jesús leyó un pasaje de Isaías 61 de la venida de la edad mesiánica. Entonces hizo la asombrosa declaración, “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos” (Lucas 4:21). Todo lo que Jesús hizo está relacionado con esta declaración que el reino de Dios ha llegado a través de Su ministerio” (Lockyer, 617).

Podríamos pensar que el reino de Jesús no presenta ningún peligro para Roma, pero el reino de Jesús presenta una amenaza para cada reino del kosmos. Aunque capaz de ser buenos ciudadanos – muy buenos ciudadanos – los discípulos de Jesús deben su primera alianza a Dios en lugar de nación. Aunque capaz de ser buenos trabajadores – muy buenos trabajadores – deben su primera alianza a Dios en vez de a quien les emplea. En su mejor punto, los discípulos de Jesús se levantan frente reinos opresivos del kosmos para buscar justicia para los pobres. En su mejor punto, cristianos hacen de defensores de los que no tienen poder frente reinos poderosos del kosmos. Cuando los Nazis comenzaron a perseguir judíos, Martin Niemoeller dijo a su congregación, “Antes de que uno pueda decir el Credo de los Apóstoles, uno debe llevar la Estrella de David.” Cardinal Faulhaber mandó a sus sacerdotes poner Estrellas de David y brazaletes amarillos en las estatuas de Jesús y María. Hasta que Bonhoeffer participó en un intento de asesinar a Hitler. Aunque el reino de Jesús no sea de este kosmos, no es nada débil en cuanto se refiere a los reinos del kosmos.

“si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado á los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí” (18:36b). Para mostrar que no intenta establecer un reino terrenal, Jesús le recuerda a Pilato la facilidad con que los soldados y la policía le arrestaron. Con excepción del tempestuoso Pedro, los discípulos no levantaron la mano para prevenir el arresto – y rápidamente Jesús puso a Pedro en su lugar y reparó el daño que había causado.

“Díjole entonces Pilato: ‘¿Luego rey eres tu?’” (18:37a). Pilato le pidió a Jesús que explicara lo que había hecho (18:35), y Jesús explicó la naturaleza de su reino (18:36). Pilato escucha la palabra “reino,” y pide clarificación. ¿Está Jesús diciendo que es rey?

“Respondió Jesús: ‘Tú dices que yo soy rey’” (18:37b). Jesús no niega ser rey, pero simplemente dice que “rey” es la palabra de Pilato. De nuevo, el problema es como interpretar la palabra “rey.” Pilato está preocupado que Jesús pueda ser un rey del kosmos, pero el reino de Jesús no es de este kosmos.

“Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad” (18:37c). Esto nos recuerda lo que Pablo dijo de la Encarnación. Dijo que Jesucristo, “siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual á Dios: Sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres; Y hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-11). Versículo 18:37c repite las palabras de Pablo. Recuerde que este Evangelio no incluye la historia del nacimiento de Jesús. Esta declaración de Jesús en 18:37c es lo más cercano a la historia del nacimiento de Jesús en este Evangelio.

El propósito de Jesús en nacer – venir al mundo – era “dar testimonio á la verdad” (18:37c). Verdad es una palabra importante en este Evangelio:

• El Verbo que se hizo verdad es “lleno de gracia y de verdad” (1:14).

• “la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha” (1:17).

“Mas el que obra verdad, viene á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios” (3:21).

• El Padre busca los que adoran “en espíritu y en verdad” (4:23).

• Juan el Bautista, “dio testimonio á la verdad” (5:33).

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará” (8:32).

• Jesús regaña sus enemigos que procuran matarle, “hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios” (8:40).

• El diablo “homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (8:44).

• El diablo está, por lo tanto, opuesto a Dios, que es verdad – y a Jesús, que es “el camino, y la verdad, y la vida” (14:6).

• Jesús habla del “Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir,” y promete a sus discípulos que conocerán el Espíritu de verdad, porque “está con vosotros, y será en vosotros” (14:17).

• Jesús dice que el Espíritu de verdad (el Espíritu Santo) “dará testimonio de mí” (15:26), y promete que el Espíritu de verdad “os hará saber las cosas que han de venir” (16:13).

• En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús reza a Dios por sus discípulos “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad” (17:17).

Debe ser obvio, entonces, que cuando Jesús dice “para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad” (18:37), habla de algo más profundo que la verdad a que juramos en un salón de corte – verdad como algo sobre y contra la mentira. Este Evangelio se apoya en el entendimiento de la verdad que aparece en el Antiguo Testamento, donde las palabras hebreas para verdad “también se refieren a lealtad, confianza, honradez, seguridad, y demás” (Morris, 259).

Jesús ha venido a este kosmos para testificar de Dios, que es verdad – otra manera de decir que Dios es leal, confiable, honrado, y seguro. Jesús también ha venido a este kosmos como verdad encarnecida – como Dios encarnecido. Su vida rinde testimonio a la verdad. Hace posible que sus discípulos conozcan la verdad (8:32), otra manera de decir que revela a Dios y todas sus cosas a sus discípulos. Promete a los discípulos, “la verdad os libertará” (8:32) – libres de pecado y de un comportamiento auto-destructivo que, de otro modo, amenazaría su derrota.

“Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz” (18:37d). Ser discípulo de Jesús va acompañado de implicaciones éticas. Ya que Jesús es verdad (14:6), los que pertenecen a Jesús también pertenecen a la verdad (18:37d). Escuchan la voz de Jesús, igual que las ovejas escuchan para oír la voz del pastor (10:3). Ellos “le siguen, porque conocen su voz” (10:4). “Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños” (10:5). Ellos “vienen á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios” (3:21). Igual que la vida de Jesús rindió testimonio a la verdad, nuestras vidas también han de hacerlo.

“Dícele Pilato: ‘¿Qué cosa es verdad?’” (18:38a). El contexto deja claro que Pilato no espera que Jesús conteste. Es una pregunta retórica con la que concluye su conversación con Jesús. “Así muestra que él no está entre aquéllos que el Padre ha dado al Hijo” (Carson, 595).

JUAN 18:38b-40. NO HALLO EN ÉL NINGÚN CRIMEN

38bY como hubo dicho esto, salió otra vez á los Judíos, y díceles: Yo no hallo en él ningún crimen. 39Empero vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua: ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judíos? 40Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: No á éste, sino á Barrabás. Y Barrabás era ladrón.

“Y como hubo dicho esto, salió otra vez á los Judíos, y díceles: ‘Yo no hallo en él ningún crimen’” (18:38b). Líderes judíos, en su preocupación por pureza religiosa, no han entrado en el pretorio de Pilato, pero Pilato ha cuestionado a Jesús dentro del pretorio. Ahora Pilato sale de nuevo a reunirse con líderes judíos. Les dice que, a su parecer, no tienen ningún caso contra Jesús. Por supuesto, la decisión de Pilato es la que cuenta. Cuando se trata de casos capitales, él tiene plena autoridad y ellos ninguna. En dos ocasiones más, Pilato declarará la inocencia de Jesús (19:4, 6; cf. Lucas 23:14).

“Empero vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua: ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judíos?” (18:39). Marcos y Lucas presentan este incidente de manera algo diferente – la multitud pide la liberación de Barrabás, pero Pilato les ofrece al “Rey de los judíos” (Marcos 15:6-15; Lucas 23:18-25). En el Evangelio de Mateo, Pilato les ofrece “¿á

Barrabás ó á Jesús que se dice el Cristo?” (Mateo 27:17). En el Evangelio de Juan, Pilato no menciona a Barrabás, pero solo pregunta si quieren que él suelte “al Rey de los Judíos” (18:39)

No podemos verificar esta costumbre de liberar un prisionero, pero su mención en los cuatro Evangelios es una clara muestra de su autenticidad.

“Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: ‘No á éste, sino á Barrabás.’ Y Barrabás era ladrón” (18:40). Marcos y Lucas nos dicen que Barrabás estaba encarcelado por un asesinato cometido durante una insurrección (Marcos 15:7; Lucas 23:19).

La multitud sentiría afinidad por un insurrecto como Barrabás, porque había intentado echar a los romanos. Sin embargo, Marcos y Mateo nos dicen, “Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron á la multitud, que les soltase antes á Barrabás” (Marcos 15:11; Mateo 27:20) – así, el movimiento para salvar a Barrabás y matar a Jesús no fue nada espontáneo – los enemigos de Jesús fomentan las acciones de la multitud.

Esto es irónico. Barrabás es culpable de sedición, pero Pilato, a quien le gustaría ver castigado a Barrabás, se ve obligado a soltarle. Jesús es inocente de sedición y Pilato, a quien le gustaría soltar a Jesús, se ve obligado a castigarle. El hombre culpable es liberado, y el inocente es sentenciado a muerte.

JUAN 19:1-3. ¡SALVE, REY DE LOS JUDÍOS!

1Asi que, entonces tomó Pilato á Jesús, y le azotó. 2Y los soldados entretejieron de espinas una corona, y pusiéronla sobre su cabeza, y le vistieron de una ropa de grana; 3Y decían: ¡Salve, Rey de los Judíos! y dábanle de bofetadas.

“Así que, entonces tomó Pilato á Jesús, y le azotó” (19:1). Como veremos en 19:4, el propósito de Pilato en azotar a Jesús es evitar la crucifixión. Quizá pueda generar simpatía por Jesús. Quizá pueda convencer a los judíos que los azotes son castigo suficiente. Quizá puede lograr que Jesús se vea tan lastimoso que su declaración de ser Rey de los Judíos parezca ridícula.

Marcos y Mateo (Mateo utiliza a Marcos como una de sus fuentes principales) relatan que Pilato mandó azotar a Jesús después de rendirse ante la multitud. En su versión, Pilato manda azotar a Jesús inmediatamente antes de entregarle para ser crucificado (Marcos 15:15; Mateo 27:26). En la versión de Lucas, Pilato ofrece azotar a Jesús primero y después soltarle (Lucas 23:22), pero la multitud rehúsa su oferta. En lugar de intentar reconciliar estos detalles, seguramente es mejor atribuir estas variaciones en los relatos a los autores diferentes.

Los romanos tienen tres niveles diferentes para los azotes, dependiendo en la seriedad de la ofensa. El fustigatio es el menos severo – el flagellatio es el siguiente – y el verberatio es el más severo. Los romanos suelen guardar el verberatio para casos en que otro castigo, como la crucifixión, es parte de la sentencia. Mientras que estos tres niveles son brutales, el verberatio tiene la capacidad de matar a quien lo recibe y la ventaja de apurar su muerte.

Si Pilato manda azotar a Jesús mientras todavía está tratando de disuadir a la multitud de crucificarle (como en este Evangelio), los azotes administrados contra Jesús serían de cualquier de los tres niveles. Si manda azotar a Jesús después de tomar la decisión de crucificar a Jesús, seguramente se trata del verberatio. Algunos eruditos han sugerido que (a causa de las variaciones entre los cuatro relatos) Pilato podría haber mandado azotar a Jesús dos veces – una con el método menos severo en su intento de cambiar la opinión de la multitud – y, después, por el método más severo una vez tomada la decisión de crucificar a Jesús (Carson, 597-598). Sin embargo, esto es especulación.

“Y los soldados entretejieron de espinas una corona, y pusiéronla sobre su cabeza” (19:2a). Los soldados se involucran en tres burlas – una corona de espinas, una ropa de grana, y un saludo. En las monedas romanas aparecen emperadores con coronas redondas – coronas tejidas de ramas con hojas alrededor de la cabeza. Los soldados tejen una corona de espinas como una cruel imitación. Eruditos especulan que las ramas podían haber sido de una higuera con espinas de varias pulgadas de largo.

“y le vistieron de una ropa de grana” (19:2b). El tinte de color grana se saca del caracol murex y es bastante caro. Por eso, la ropa de color grana es cara y se reserva para los más ricos y poderosos. Es posible que estos soldados hayan pedido prestada la ropa de grana de uno de sus oficiales.

“Y decían: ‘¡Salve, Rey de los Judíos!’ y dábanle de bofetadas.” (19:3). Los soldados modifican su saludo común para el emperador (“¡Salve, César!”) como su burla final. En lugar de saludar, le abofetean la cara, algo muy doloroso. Si lo hacen con puño cerrado, el resultado es mucho más devastador. Es probable que gran número de los soldados quisieran participar en este juego cruel.

JUAN 19:4-7. ¡CRUCIFÍCALE, CRUCIFÍCALE!

4Entonces Pilato salió otra vez fuera, y díjoles: He aquí, os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en él. 5Y salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana. Y díceles Pilato: He aquí el hombre. 6Y como le vieron los príncipes de los sacerdotes, y los servidores, dieron voces diciendo: Crucifícale, crucifícale. Díceles Pilato: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen. 7Respondiéronle los Judíos: Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios.

“Entonces Pilato salió otra vez fuera, y díjoles: He aquí, ‘os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en él’” (19:4). Pilato sale de nuevo de su pretorio para hablar con los líderes judíos. De nuevo declara que no encuentra ningún crimen de que acusar a Jesús.

“Y salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana” (19:5a). Jesús sale con Pilato, sea por orden de Pilato o por el empujón de un soldado romano. Lleva la corona de espinas y la ropa de grana – símbolos que se burlan de su poder. En aquel momento ya había sido azotado (19:1) y abofeteado por los soldados (19:3), ya está moreteado y sangriento – una imagen lastimosa. Seguramente esto es parte del plan de Pilato – presentar a Jesús como patético en lugar de peligroso.

“Y díceles Pilato: ‘He aquí el hombre’” (19:5b). Las palabras de Pilato seguramente tienen intenciones irónicas – “He aquí el hombre. ¿No parece peligroso?” Pero las palabras de Pilato revelan más de lo que sabe. Igual que Caifás antes dijo la verdad sin darse cuenta al profetizar “que Jesús había de morir por la nación” (11:51), Pilato también dice la verdad sin darse cuenta al presentar a Jesús diciendo, “He aquí el hombre.” Jesús es el Hijo del Hombre – el que fue enviado del cielo para salvar al mundo.

Las palabras y acciones de Pilato se burlan de Jesús y de sus acusadores. Si Jesús es una persona lastimosa en vez de alguien peligroso, los que le acusan son culpables de crear una tormenta de nada. Líderes judíos sin duda comprenden las implicaciones de las palabras de Pilato, y esto solo sirve para endurecerles en su determinación de causar la crucifixión de Jesús.

“Y como le vieron los príncipes de los sacerdotes, y los servidores, dieron voces diciendo: ‘Crucifícale, crucifícale’” (19:6a). En los Evangelios Sinópticos, los pontífices incitan a la multitud a pedir la libertad de Barrabás y la crucifixión de Jesús (Marcos 15:11-15), pero en este Evangelio los pontífices y policías se involucran directamente en lugar de instigar a las multitudes a actuar. Son los pontífices y policías los que gritan, “¡Crucifícale!”

“Díceles Pilato: ‘Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen’” (19:6b). En el griego, hay un gran contraste entre “vosotros” y “yo.” Pilato dice, “Vosotros hacedlo, porque yo no encuentro razón de hacerlo.” Parece que está dando a los líderes judíos la autoridad de matar a Jesús, pero sus palabras son las de un hombre disgustado, frustrado por la intransigencia de estos judíos tercos. Los líderes judíos no lo entienden así porque si así fuera, hubieran tomado acción inmediata.

“Respondiéronle los Judíos: ‘Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios’” (19:7). Como se anota arriba, Roma concede a sus colonias bastante autoridad para mantener la ley y el orden. Mientras que la primera responsabilidad de Pilato es imponer la ley romana, también debe apoyar líderes locales en el mantenimiento de sus leyes locales. No puede permitir que la población local ponga romanos contra judíos y viceversa. Líderes han de presentar un frente unido no sea que el pueblo les explote.

La ley a que se refieren los líderes judíos es la de blasfemia. Creen a Jesús culpable de blasfemia “haciéndose igual á Dios” (5:18) o porque “te haces Dios.” (10:33). El castigo por blasfemia es la muerte por apedreamiento (Levítico 24:16).

“porque se hizo Hijo de Dios” (19:7). Aunque en este Evangelio Jesús generalmente se refiere a si mismo como el Hijo del Hombre (1:51; 3:13-14; 5:27; 6:27, 53, 62; 8:28; 12:23; 13:31), también a veces se ha referido a si mismo como el Hijo de Dios (3:18; 5:25; 11:4). Normalmente se refiere a Dios como Padre (4:21-23; 5:17-45; 6:27-46, 65, etcétera).

No obstante, hay precedente en Israel de hombres conocidos como Hijos de Dios. Israelitas pensaban de si mismos como hijos de Dios (Éxodo 4:22; Isaías 1:2; Jeremías 3:22) – y de sus reyes como hijos de Dios (2 Samuel 7:14; Salmo 2:7). “Pero los que se oponen a Jesús, con derecho reconocen que al utilizar el título existe un mensaje no solo mesiánico, pero también que él mismo comparte los derechos y la autoridad de Dios” (Carson, 599). Apenas se han olvidado de que Jesús no les ha mostrado la deferencia apropiada y les ha retado en cada momento. Este reto a su autoridad forma la base de su determinación de eliminarle.

JUAN 19:8-11. NINGUNA POTESTAD TENDRÍAS CONTRA MÍ

8Y como Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo. 9Y entró otra vez en el pretorio, y dijo á Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. 10Entonces dícele Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte? 11Respondió Jesús: Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba: por tanto, el que á ti me ha entregado, mayor pecado tiene.

“Y como Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo” (19:8). Pilato se asusta cuando oye que Jesús dice ser el Hijo de Dios (19:7). Entre romanos, las historias de dioses que aparecen en forma humana son comunes. Pilato acaba de mandar azotar a Jesús. Si de verdad resulta que Jesús es hijo de los dioses, Pilato teme las consecuencias de sus acciones. Además, el Evangelio de Mateo nos dice que la esposa de Pilato le ha enviado palabra, “No tengas que ver con aquel justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él” (Mateo 27:19). Ese mensaje ha reforzado la angustia de Pilato. También es posible que el comportamiento de Jesús a lo largo de sus interrogaciones haya dejado a Pilato preguntándose si de verdad Jesús será divino.

“Y entró otra vez en el pretorio, y dijo á Jesús: ‘¿De dónde eres tú?’ Mas Jesús no le dio respuesta” (19:9). Intentando otra vez de comprender los eventos que acaban de suceder, Pilato le hace a Jesús una pregunta más – “¿De dónde eres tú?” Sería interesante saber como hubiera reaccionado Pilato si Jesús le hubiera dicho que es de Dios, pero Jesús no dice nada.

“Entonces dícele Pilato: ‘¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte?’” (19:10). A Pilato le enoja que Jesús se niegue a contestarle. Para persuadirle a hablar, Pilato le pone una zanahoria delante (soltarle) y un palo (crucifixión). Según ley romana, Pilato tiene el poder de vida o muerte sobre Jesús, y sugiere que le puede permitir vivir. No obstante, siente gran presión por parte de líderes judíos para crucificar a Jesús, y su sugerencia de soltar a Jesús se hace menos realista por minuto.

“Respondió Jesús: ‘Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba’” (19:11a). Jesús le corrige a Pilato. Sí, Pilato tiene la autoridad de decidir su vida o su muerte, pero esa autoridad viene de una potestad más grande que el emperador de Pilato. Sin el consentimiento de Dios, Pilato no tendría ninguna potestad contra Jesús.

No debemos pensar que esto significa que Pilato quede absuelto de su responsabilidad por sus acciones. Dios no ha hecho imposible que Pilato tome la decisión correcta. Como Judas, Pilato tendrá que responder por sus acciones de este día.

“por tanto, el que á ti me ha entregado (paradous – de paradidomi), mayor pecado tiene” (19:11b). Esta palabra, paradidomi, ha sido utilizada varias veces en este Evangelio para referirse a la traición de Judas (6:64, 71; 12:4; 13:11; 18:2), por eso, podríamos pensar que Jesús está hablando de Judas como el que “mayor pecado tiene.” Sin embargo, Judas no entregó Jesús a Pilato, sino a la policía del templo y a los líderes judíos. Aunque Judas sí era culpable de mayor pecado, es casi seguro que aquí Jesús está hablando de Caifás, el pontífice, que hacía tiempo había empezado a convencer al Sanedrín “que un hombre muera por el pueblo” (11:50). Aunque el nombre de Caifás aparece solo unas veces en este Evangelio, él es líder de los “pontífices” que no han dejado de empujar para que Jesús sea crucificado (7:32, 45; 11:47, 57; 18:3, 35; 19:6). Caifás es el que “mayor pecado tiene.”

De todos modos, el hecho de que Caifás sea culpable de mayor pecado, no significa que la culpabilidad de Pilato quede eliminada. El pecado de Pilato es el menor pecado, pero aún es un pecado terrible – crucificar al Hijo de Dios.

JUAN 19:12. NO ERES AMIGO DE CÉSAR

12Desde entonces procuraba Pilato soltarle; mas los Judíos daban voces, diciendo: Si á éste sueltas, no eres amigo de César: cualquiera que se hace rey, á César contradice.

“Desde entonces procuraba Pilato soltarle” (19:12a). Pilato está convencido desde el principio que Jesús es inocente de sedición, y en varias ocasiones ha intentado salvarle. Para el crédito de Pilato, no quiere ver desviada la justicia bajo su mando. También parece impresionado con Jesús y quiere salvar a un buen hombre. El corazón de Pilato está en un buen lugar – pero su espina es débil.

“mas los Judíos daban voces, diciendo: ‘Si á éste sueltas, no eres amigo de César: cualquiera que se hace rey, á César contradice’” (19:12b). En versículo 6 eran los pontífices y la policía del templo los que gritaban, “¡Crucifícale!” Ahora, en este versículo son “los judíos” los que protestan la libertad de Jesús. No podemos estar seguros si “los judíos” se refiere solo a los líderes judíos o si también incluye a la multitud.

Este versículo presenta un nuevo y siniestro elemento en el dialogo. Todos (judíos y romanos) saben que el Emperador Tiberio es paranoico y que no permitirá que nadie rete su autoridad. Todos también saben que líderes judíos antes se habían quejado de Pilato ante el emperador y que no dudarían en quejarse de nuevo. Todos saben que a Pilato le costaría defenderse si se quejaran de que él no ha condenado a un hombre culpable de sedición. Los pontífices y sus seguidores han tardado en encontrar el “tendón Aquiles” de Pilato, pero en este versículo por fin lo han encontrado.

JUAN 19:13-16a. Y ERA LA VÍSPERA DE LA PASCUA

13Entonces Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera á Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar que se dice Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha. 14Y era la víspera de la Pascua, y como la hora de sexta. Entonces dijo á los judíos: He aquí vuestro Rey. 15Mas ellos dieron voces: Quita, quita, crucifícale. Díceles Pilato: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los pontífices: No tenemos rey sino á César. 16aAsí que entonces lo entregó á ellos para que fuese crucificado.

“Entonces Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera á Jesús, y se sentó en el tribunal” (19:13a). Por fin Pilato reconoce su derrota cuando se mueve hacia el tribunal – una plataforma grande y elevada, diseñada para enfatizar su autoridad y la seriedad de los procedimientos.

Se puede traducir este versículo de manera que es Jesús, en lugar de Pilato, quien se sienta en el tribunal. Algunos eruditos piensan que esa traducción sería correcta – que Pilato sienta a Jesús en el tribunal para burlarse de los líderes judíos. No obstante, esto sería una seria violación de protocolo romano, y Pilato también se burlaría de si mismo al hacerlo – entonces, seguramente Pilato es el que se sienta en el tribunal.

“en el lugar que se dice Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha” (19:13b). Estos son los nombres de los lugares en griego y hebreo (o arameo, lengua común del pueblo judío en la época de Jesús). Recientemente, se ha escavado un área pavimentada que se cree ser el Fuerte de Antonia – uno de los dos lugares más probables del pretorio de Pilato (el Palacio de Herodes siendo el otro). Es posible que esta zona pavimentada sea el sitio donde tomó lugar este juicio.

“Y era la víspera de la Pascua” (19:14a). Hay bastante desacuerdo acerca del día. En los Sinópticos, la Última Cena era una cena de Pascua (Marcos 14:12 ff.; Mateo 26:17 ff.; Lucas 22:7 ff.). Sin embargo, en el Evangelio de Juan la Última Cena ocurre “antes de la fiesta de la Pascua” (13:1) – y los discípulos piensan en la Última Cena que Jesús le dijo a Judas, “Compra lo que necesitamos para la fiesta” (13:29) – y líderes judíos se niegan a entrar en el pretorio de Pilato para no rendirse impuros y quedar excluidos de la cena de la Pascua (18:28) – y líderes judíos pidiendo que se rompan las piernas de los crucificados y sus cuerpos bajados ya que “era la víspera de la Pascua” (19:31). Por eso, en este Evangelio parece que Jesús es crucificado a la hora en que se sacrifican los corderos de la Pascua.

Intentos académicos de resolver esta diferencia entre los Sinópticos y el Evangelio de Juan son largos y complejos – más allá del intento de esta exégesis. Para relatos más detallados, Morris 684-695, 708-709 son particularmente buenos; también véase Carson, 603-605; Brown, 882, 895; y Bruce, 364.

“y como la hora de sexta” (griego: hora en hos hekte – era aproximadamente la sexta hora) (19:14b). Marcos dice que era la tercera hora cuando crucificaron a Jesús (Marcos 15:25). Algunos eruditos intentan reconciliar estos relatos sugiriendo que Juan utiliza el método romano de calcular la hora, mientras que Marcos utiliza el método judío. Sin embargo, en aquel entonces la gente no tenía relojes y no se precisaba la hora. Es probable que la hora sea entre la tercera y sexta hora (entre las 9:00 de la mañana y el mediodía) y que Marcos lo calcule como la hora más temprana y Juan la más tardía.

“Entonces dijo á los Judíos: ‘He aquí vuestro Rey’” (19:14c). De nuevo, Pilato se burla de ellos presentando a Jesús como su rey. La ironía, claro, es que Jesús de verdad es su rey, pero ellos se niegan a reconocerle como tal.

“Mas ellos dieron voces: ‘Quita, quita, crucifícale.’ Díceles Pilato: ‘¿A vuestro Rey he de crucificar?’” (19:15a). De nuevo, líderes judíos (y quizá la multitud) exigen la crucifixión de Jesús. De nuevo Pilato se burla de ellos llamando a Jesús su rey. En estos momentos, sin embargo, los sentimientos de ambos lados ya llevan mucho tiempo endurecidos, y no existe posibilidad de dialogo.

“Respondieron los pontífices: ‘No tenemos rey sino á César’” (19:15b). Hay muchísima ironía en esta declaración. Los pontífices rechazan la declaración de César que Jesús es el rey de los judíos, diciendo que César es su único rey – pero Dios es el rey legítimo de Israel (Jueces 8:23; 1 Samuel 8:7). Al proclamar que César es su único rey, los pontífices son culpables de la misma blasfemia de que han acusado a Jesús – y arriesgan provocar a los fanáticos a acusarles también a ellos también de traición. Como se anunció en el Prólogo de este Evangelio, “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (1:11).

“Así que entonces lo entregó á ellos para que fuese crucificado” (19:16a). No hay documentación en este Evangelio de que Pilato pronunciara sentencia sobre Jesús de manera oficial, pero al final admite su derrota y entrega Jesús “á ellos” para ser crucificado. En un sentido, Pilato entrega Jesús a soldados romanos, porque ellos son los que llevarán a cabo la crucifixión. Pero en otro sentido, Pilato verdaderamente entrega Jesús a líderes judíos que han exigido la crucifixión de Jesús.

JUAN 19:16b-18. EL LUGAR DE LA CALAVERA

16bY tomaron á Jesús, y le llevaron. 17Y llevando su cruz, salió al lugar que se dice de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18Donde le crucificaron, y con él otros dos, uno á cada lado, y Jesús en medio.

“Y tomaron á Jesús, y le llevaron. Y llevando su cruz, salió al lugar que se dice de la Calavera, y en hebreo, Gólgota” (19:16b-17). Los que se llevan a Jesús son los soldados romanos asignados al pelotón de ejecución. Este Evangelio relata que Jesús carga la cruz él solo, mientras que los Sinópticos relatan que soldados ordenan a Simón el Cireneo que ayude a Jesús (Marcos 15:21; Mateo 27:32; Lucas 23:26). No es necesario reconciliar estos relatos. Los Sinópticos han escogido enfatizar ciertas cosas, y este Evangelio ha escogido enfatizar otras – en particular “el plan soberano del Padre y la obediencia del Hijo” (Carson, 609).

El hombre condenado carga la parte horizontal de la cruz. La parte vertical ya estaba colocada en su lugar en el sitio de la crucifixión. Una vez que el condenado llegua al lugar, es forzado a acostarse para que los soldados le puedan amarrar a la parte horizontal de la cruz. Después, con la víctima atada, la cruz es levantada y asegurada al palo vertical con correas o clavos – clavos en este caso (20:25).

“Donde le crucificaron, y con él otros dos, uno á cada lado, y Jesús en medio” (19:18). Los Sinópticos (Lucas en particular) nos dan más detalles de los otros dos hombres (Marcos 15:27; Mateo 27:38, 44; Lucas 23:32-33, 39-43). Marcos y Mateo llaman estos “otros dos” lestas, la misma palabra que utilizan para describir a Barrabás. Entonces, es posible que los otros dos hombres sean insurrectos y no típicos ladrones.

El énfasis en este Evangelio es que Jesús es crucificado entre dos lestas (ladrones o insurrectos) – y así se cumple la profecía de Isaías “fue contado con los perversos” (Isaías 53:12).

JUAN 19:19-22. JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS

19Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito era: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS. 20Y muchos de los Judíos leyeron este título: porque el lugar donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad: y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín. 21Y decían á Pilato los pontífices de los Judíos: No escribas, ‘Rey de los Judíos:’ sino, que él dijo: ‘Rey soy de los judíos.’ 22Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.

“Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito era: ‘JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS’” (19:19). Generalmente los romanos hacen una señal que dice el crimen del que es castigado, y lo ponen en la cruz o alrededor del cuello del criminal. Este titulus, como lo llaman los romanos, informa a los transeúntes de la ofensa del criminal y sirve de advertencia para que no rompan la ley romana. Los cuatro Evangelios mencionan el titulus amarrado a la cruz de Jesús. Las palabras varían levemente, como se puede esperar de cuatro relatos escritos por personas diferentes (véase Marcos 15:26; Mateo 27:37; Lucas 23:38).

Pilato publica estas palabras en la cruz de Jesús para burlarse una vez más de los líderes judíos. Ellos le acorralaron y le forzaron a crucificar a Jesús, pero ellos no pueden evitar esta última venganza. Es el acto de un hombre petulante y enojadizo – casi un gesto infantil. Pero Dios utiliza la acción vengativa de Pilato para su propósito. El cartel dice la verdad. Es cierto que Jesús es el Rey de los Judíos.

“Y muchos de los Judíos leyeron este título: porque el lugar donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad: y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín” (19:20). Soldados romanos llevan a cabo ejecuciones en lugares frecuentados por transeúntes, aprovechándose de su visibilidad. Escriben el crimen en latín, griego, y en la lengua local para causar mayor impacto. El resultado es que muchos judíos vieron este cartel que anuncia que Jesús es Rey de los Judíos.

“Y decían á Pilato los pontífices de los Judíos: ‘No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos’” (19:21). Los pontífices presentan a Pilato con una queja del cartel, que indica que Jesús realmente es Rey de los Judíos (claramente, lo es). Quieren que Pilato modifique el cartel para que parezca que Jesús solo pretende llegar al trono (claramente, no es eso lo que hace).

“Respondió Pilato: ‘Lo que he escrito, he escrito’” (19:22). Antes, líderes judíos forzaron a Pilato a doblar bajo sus deseos, pero ya no tienen nada en que apoyarse para hacerle cambiar el cartel. Pilato deja lo escrito como está.

JUAN 19:23-25a. PARA QUE SE CUMPLIESE LA ESCRITURA

23Y como los soldados hubieron crucificado á Jesús, tomaron sus vestidos, é hicieron cuatro partes (para cada soldado una parte); y la túnica; mas la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba. 24Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi ves con tidura echaron suertes. 25Y los soldados hicieron esto.

“Y como los soldados hubieron crucificado á Jesús, tomaron sus vestidos, é hicieron cuatro partes (para cada soldado una parte)” (19:23a). Este versículo nos dice que hay cuatro soldados en el pelotón de ejecución. Para los romanos, es normal requerir que la persona crucificada se desnude y que el pelotón de ejecución se quede con su ropa.

Dividen la ropa de Jesús en cuatro – una parte para cada uno. A veces, esto se ha interpretado de manera que los soldados cortan la ropa en cuatro partes. Sin embargo, había suficientes prendas de ropa, como un cinturón, sandalias, el manto de la cabeza, una túnica (una prenda fina que se lleva cerca del cuerpo), y otra túnica (una prenda más pesada llevada sobre la fina), para permitir que los soldados dividieran la ropa sin tener que cortarla. No hay manera de determinar como los soldados decidieron la división de las prendas.

“y la túnica; mas la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba. Y dijeron entre ellos: ‘No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será’”(19:23b-24a). La túnica es de interés particular ya que es tejida de una sola pieza y, por eso, vale más. Echan suertes por ella para no tener que cortarla y destruir su valor.

“para que se cumpliese la Escritura, que dice: ‘Partieron para sí mis vestidos, y sobre mi vestidura echaron suertes.’ Y los soldados hicieron esto”(19:24b). La escritura en cuestión es Salmo 22:18, que dice, “Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.” “A menudo se ha comentado que Juan incluye más y más declaraciones de ‘para que se cumpliera la Escritura’ a medida que se acerca la pasión” (Carson, 612).

JUAN 19:25-27. Y ESTABA JUNTO Á LA CRUZ SU MADRE

25bY estaban junto á la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. 26Y como vio Jesús á la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice á su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27Después dice al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo.

“Y estaban junto á la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena” (19:25). Algunos eruditos han especulado que este versículo se refiere a que solo hay dos o tres mujeres, pero eso es improbable. Es casi cierto que hay cuatro mujeres:

• La madre de Jesús, María, que no se menciona en este Evangelio, pero a quien se refiere como “la madre de Jesús” (2:1, 3) o “su madre” (2:5, 12).

• “la hermana de su madre,” que es seguramente Salomé (Marcos 15:40), y probablemente madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 27:56). Si Salomé de verdad es la hermana de la madre de Jesús y la madre de Santiago y Juan, entonces los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, son primos de Jesús. Santiago y Juan, claro, son dos de los tres miembros del círculo íntimo de Jesús – el tercero siendo Pedro.

• María, mujer de Cleofás, seguramente madre de Jacobo el menor y de José (Marcos 15:40).

• María Magdalena, a quien Jesús salvó de siete demonios (Lucas 8:2) y que será el primer testigo del Cristo resucitado (20:11-18).

“Y como vio Jesús á la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice á su madre: “Mujer, he ahí tu hijo.” Después dice al discípulo: “He ahí tu madre.” Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo” (19:26-27).

Primero encontramos al discípulo sin nombrar, “al discípulo que él amaba” en la Última Cena (13:23). Será mencionado tres veces más (20:2, 21:7; 21:20). Por la mayor parte se considera como el autor de este Evangelio.

En medio de su miseria, Jesús muestra la gracia de considerar el bienestar de su madre. Es probable que haya sido viuda por mucho tiempo, porque no hemos oído nada de José desde la visita de Jesús al templo cuando tenía doce años (Lucas 2:42 ff. no menciona a José por nombre, pero si menciona “sus padres” – Lucas 2:43). Si María es una viuda de mediana edad, es vulnerable. Como hijo de María, Jesús tiene la obligación de proveer por ella, una obligación que él toma muy en serio hasta durante su muerte. Su intención aquí es dejar “al discípulo que él amaba” encargado del cuidado de su madre.

En los Evangelios hay bastantes menciones de los hermanos de Jesús (Mateo 12:46-47; 13:55; Marcos 3:31-32; Lucas 8:19-20; Juan 2:12; 7:3, 10), por eso, parecería más apropiado que Jesús les encargara a ellos el cuidado de su madre. Sin embargo, no creen en Jesús (7:5), y puede que no estén en Jerusalén en ese momento. Lo único que sabemos es que el discípulo querido de Jesús es el único discípulo o pariente varón que está presente en la crucifixión. Los demás discípulos “huyeron, dejándole” (Mateo 26:56; Marcos 14:50).

Ha habido varios intentos para atribuirle simbolismo a la relación entre la madre de Jesús y el discípulo que Jesús amaba, pero tienden a ser “poco convencedores” (C.H. Dodd, citado en Bruce, 372).

JUAN 19:28-30. CONSUMADO ES

28Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas (griego: tetelestai – de teleo – terminado, cumplido, completado), para que la Escritura se cumpliese, dijo: Sed tengo. 29Y estaba allí un vaso lleno de vinagre: entonces ellos hinchieron una esponja de vinagre, y rodeada á un hisopo, se la llegaron á la boca. 30Y como Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es (griego: tetelestai). Y habiendo inclinado la cabeza, dio el espíritu.

“Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas” (tetelestai – de teleo) (19:28a). Jesús comprende bien que su muerte se acerca. “Todas las cosas eran ya cumplidas” – no que todo haya llegado a su fin, sino que la meta ha sido lograda. No se trata de un final fútil sino de una misión cumplida – no de un fracaso, sino de un final exitoso a lo que Jesús ha venido a hacer.

“para que la Escritura se cumpliese, dijo: ‘Sed tengo’. (19:28). Como se anota arriba, este Evangelio se preocupa del cumplir de la escritura, y aún más mientras se va desarrollando la historia. La escritura en cuestión es seguramente Salmo 69:21, que dice “Pusiéronme además hiel por comida, Y en mi sed me dieron á beber vinagre.”

Esto no sugiere que Jesús no tenga sed de verdad. Han pasado muchas horas desde que fue arrestado. Ha sido azotado y abofeteado, y ha caminado al sitio de la crucifixión. Negar el agua es parte del proceso de crucifixión. No es difícil imaginar lo terrible que debe ser su sed. Pero también es probable que al decir que tiene sed, Jesús sabe que sus palabras cumplen con la escritura.

Y estaba allí un vaso lleno de vinagre: entonces ellos hinchieron una esponja de vinagre, y rodeada á un hisopo, se la llegaron á la boca” (19:29). Los evangelios relatan dos incidentes diferentes acerca del vino. En el primero, los que están mirando le ofrecen a Jesús vino mezclado con hiel o mirra (Mateo 27:34; Marcos 15:23). Jesús rehúsa el vino, el cual aliviaría su dolor. En el segundo, Jesús bebe vino agrio (Mateo 27:48; Marcos 15:36; Lucas 23:36; Juan 19:29).

Hay desacuerdo académico acerca del hisopo – si una rama de hisopo soportaría el peso de una esponja mojada en vino – si la palabra griega debe ser hysso, una jabalina romana. El primero parece probable, el segundo improbable.

El vino que Jesús toma antes de morir es seguramente un vino barato que se les da a los soldados mientras montan guardia sobre el área de la crucifixión.

“Y como Jesús tomó el vinagre, dijo: ‘Consumado es’” (griego: tetelestai – de teleo) (19:30a). Teleo tiene varios significados, pero el más probable para estas últimas palabras desde la cruz es que Jesús ha cumplido la misión por la que vino al mundo.

“Y habiendo inclinado la cabeza, dio el espíritu” (19:30b). No es inusual que una persona moribunda espere hasta que llegue un ser querido para despedirse – o hasta que alguien le de permiso para morir – o hasta que alguna otra cosa significante tome lugar. Una vez que esto ocurre, pueden soltar. Así es con Jesús aquí. Ha cumplido lo que vino a hacer. Ha llevado la carga del pecado del mundo y la agonía de la cruz. Ha puesto en marcha los eventos que derrotarán a Satanás. Ha hecho posible que el mundo del kosmos sea salvado (3:16).

JUAN 19:31-32. Y VINIERON LOS SOLDADOS, Y QUEBRARON LAS PIERNAS

31Entonces los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado, rogaron á Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados. 32Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.

“Entonces los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado” (19:31a). Ley judía dice: “Cuando en alguno hubiere pecado de sentencia de muerte, por el que haya de morir, y le habrás colgado de un madero. No estará su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Jehová tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio 21:22-23). En deferencia a esa ley, líderes judíos quieren que la crucifixión termine y que los cuerpos se entierren antes la puesta del sol del viernes, cuando empieza el sábado. Su interés es aún más agudo ya que la Pascua coincide con el sábado.

Es una costumbre romana dejar los condenados en las cruces hasta morir sin ayuda, como un aviso dirigido a los transeúntes de las consecuencias de quebrantar ley romana. En muchos casos, una persona condenada tarda varios días en morir. Después de morir, los romanos dejan los cadáveres ahí, pudriéndose, como una continua advertencia. Bajo circunstancias normales, Jesús y sus dos acompañantes permanecerían colgados en la cruz por muchos días – más allá del sábado y de la Pascua – pero eso sería una grave violación de la ley y la sensitividad judía.

rogaron á Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados” (19:32). Líderes judíos piden a Pilato que quiebren las piernas de los condenados y así apresurar sus muertes y poder enterrar los cuerpos antes de llegar el sábado. Para hombres que ya están debilitados por azotes y horas de haber colgado en una cruz, el trauma de un mazo romano rompiéndoles las piernas les haría perder el conocimiento y pronto llegaría su muerte. También, tener las piernas rotas apresuraría la muerte por asfixio. No podrían usar las piernas para empujarse hacia arriba y aliviar la presión sobre el diafragma. Como resultado, no podrían respirar como es debido, y morirían rápidamente.

Sería concebible que Pilato ignorase estos líderes judíos, ya que claramente está descontento con ellos. Antes, rehusó su solicitud de cambiar las palabras del titulus sobre la cruz de Jesús (19:22), pero aquí concede lo que piden. El texto no nos dice que él mandara romper las piernas de los condenados, pero eso queda claro al ver que los soldados lo hacen.

“Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él” (19:32). La cruz de Jesús se encuentra en medio de las cruces de los dos lestas (ladrones o insurrectos), entonces parece que los soldados comienzan por ambos lados y van moviéndose hacia el centro. Quiebran las piernas de los otros dos lestas.

JUAN 19:33-37. PARA QUE SE CUMPLIESE LA ESCRITURA

33Mas cuando vinieron á Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas: 34Empero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua. 35Y el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. 36Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliese la Escritura: Hueso no quebrantaréis de él. 37Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

“Mas cuando vinieron á Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (19:33). Jesús lleva unas horas colgado en la cruz y la muerte le ha llegado pronto. Eso no es inusual, ya que un azoteo severo tiene la capacidad de matar. Es posible que Jesús haya sufrido dos azoteos (véase las notas de 19:1), lo cual apresuraría su muerte.

“Empero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza” (19:34a). Como saben los que trabajan con traumas severos, puede ser difícil saber si una persona en coma está muerta o no, a no ser que midan el pulso o que tengan un monitor cardiaco. Este soldado no se molesta en tomar el pulso de Jesús, ya que no tiene ningún interés en revivirle. Su prueba es mucho más bruta – abrir el costado de Jesús con una lanza. Si Jesús está muerto, no responderá. Si no está muerto, su respuesta involuntaria le dirá al soldado que se requiere algo más – y el corte de la lanza también apresura la muerte de Jesús.

“y luego salió sangre y agua” (19:34b). Con esto surgen dos cuestiones. Primero, ¿cuál es la naturaleza del agua? Segundo, ¿qué simbolismo hay (si lo hay), y que se pretende lograr con él?

Se han sugerido numerosas posibilidades en cuanto a la naturaleza del agua, mayor parte de ellas asumen que es suero (la parte líquida de la sangre sin células rojas). En 1847 el médico J.C. Stroud tuvo la hipótesis de que el corazón de Jesús sufrió una ruptura, y así la sangre goteó dentro del saco pericardio, donde la sangre se coaguló, separando el suero de las células rojas de la sangre. No obstante, expertos médicos recientemente han encontrado que eso es improbable. Es posible que los azotes causaran una hemorragia de la cavidad pleural de Jesús, permitiendo que sangre goteara y después se separara en sangre y suero (Brown 946-947). Sin duda, el que salgan sangre y agua cabe dentro de lo posible físicamente, pero solo podemos especular acerca de la verdadera naturaleza del agua.

En cuanto al simbolismo, algunos sugieren que la sangre y el agua simbolizan la Cena y el bautizo del Señor, pero eso no es seguro. Otros han sugerido que la sangre simboliza la vida y el agua la limpieza pero, de nuevo, eso es especulativo.

El Evangelio de Juan es el único que habla de la sangre y el agua que salieron del costado de Jesús, y no ofrece ninguna respuesta clara para cualquiera de las preguntas incluidas arriba.

“Y el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: ‘y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis’” (19:35). El autor de este Evangelio quiere que comprendamos que fue un testigo el que reportó la sangre y el agua – y que esta persona testificó de ello para que nosotros pudiéramos creer. Este lenguaje es muy parecido al versículo que se considera originalmente como el último versículo de este Evangelio: “Estas empero son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:31) – esto sugiere que el testigo es el autor de este Evangelio (véase también 21:24).

“Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliese la Escritura: ‘Hueso no quebrantaréis de él’” (19:36). De nuevo se menciona la escritura cumplida. Hay dos versículos del Antiguo Testamento que se pueden cumplir aquí. Uno es Éxodo 12:46, que forma parte de las instrucciones para la preparación del cordero de la Pascua: “En una casa se comerá, y no llevarás de aquella carne fuera de casa, ni quebraréis hueso suyo.” El otro es Salmo 34:20, “El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado” – la promesa de Dios hacia un hombre justo. Ambos versículos son apropiados. Jesús es el cordero de la Pascua (1 Corintios 5:7; 1 Pedro 1:19), y también es justo (2 Timoteo 4:8).

Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” (19:37). La alusión aquí es de Zacarías 12:10: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénito” (véase también Apocalipsis 1:7).

JUAN 19:38-40. TOMARON PUES EL CUERPO DE JESÚS

38Después de estas cosas, José de Arimatea, el cual era discípulo de Jesús, mas secreto por miedo de los Judíos, rogó á Pilato que pudiera quitar el cuerpo de Jesús: y permitióselo Pilato. Entonces vino, y quitó el cuerpo de Jesús. 39Y vino también Nicodemo, el que antes había venido á Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. 40Tomaron pues el cuerpo de Jesús, y envolviéronlo en lienzos con especias, como es costumbre de los Judíos sepultar.

“Después de estas cosas, José de Arimatea, el cual era discípulo de Jesús, mas secreto por miedo de los Judíos, rogó á Pilato que pudiera quitar el cuerpo de Jesús” (19:38a). Los cuatro Evangelios mencionan a José de Arimatea. Nos dicen que José era un “senador noble,” del Sanedrín, el cuerpo gobernante de los judíos (Marcos 15:43; Lucas 23:50) – que no había estado de acuerdo con el plan ni con la acción del concejo (Lucas 23:51) – que esperaba ansioso el reino de Dios (Marcos 15:43; Lucas 23:51) – que era rico (Mateo 27:57) – que “osadamente entró á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” (Marcos 15:43) – que la tumba en la que enterró a Jesús era “un sepulcro abierto en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto” (Lucas 23:53) – que era “su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña (Mateo 27:60) – y que él “revolvió una piedra á la puerta del sepulcro” (Marcos 15:46; Mateo 27:60).

El detalle que me gusta más es que José fue a la tumba osadamente (Marcos 15:43). Había sido discípulo secreto de Jesús por temor a los judíos (19:38), pero después de morir Jesús fue OSADAMENTE a Pilato para pedir su cuerpo.

Para un hombre normal sería difícil tener acceso a Pilato, pero la posición de José como miembro del Sanedrín le permite acceso. Esta posición es también la razón porque ha mantenido su discipulado en secreto, y puede esperar que sus compañeros en el Sanedrín no estén contentos al oír que él mismo ha honrado a Jesús al enterrarle en su propia tumba.

Para los judíos un entierro apropiado es importante, y generalmente la gente se entierra en tumbas de familia que se puedan volver a utilizar después de descomponerse el cuerpo. Ley judía permite el entierro de una persona ejecutada como criminal: “Cuando en alguno hubiere pecado de sentencia de muerte, por el que haya de morir, y le habrás colgado de un madero, no estará su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Jehová tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio 21:22-23). Una familia puede escoger no contaminar la tumba familiar con tal persona, y generalmente la enterrarían en una tumba designada para criminales ubicada en las afueras de la ciudad.

y permitióselo Pilato. Entonces vino, y quitó el cuerpo de Jesús” (19:38b). No es raro que romanos entreguen el cuerpo de un criminal ejecutado a la familia del criminal después de su muerte, pero cuando la persona ha sido acusada de sedición, no. Los acusados de sedición se dejan en las cruces hasta que sus cuerpos se pudran o sean comidos por buitres. Es asombroso que Pilato le permita a José enterrar el cuerpo de Jesús. Esto dice algo del respeto que Pilato tiene por José y su opinión de la inocencia de Jesús – y también le da otra oportunidad para burlarse de los líderes judíos.

“Y vino también Nicodemo, el que antes había venido á Jesús de noche” (19:39a). Los Sinópticos no mencionan a Nicodemo, pero es una figura prominente en el Evangelio de Juan – particularmente en el tercer capítulo, donde viene a Jesús por la noche (Juan 3:1-21). Es fariseo (3:1; 7:47-50) y posiblemente un miembro del Sanedrín. Antes, trató de defender a Jesús ante los demás fariseos (7:51). “Nicodemo es una excepción importante a la categorización de Juan de ‘los judíos’ que, como grupo, se opusieron a Jesús (cf. 1:11; 9:39-41)” (Myers, 762).

“trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras” (litras) (19:39b). Una litra pesa aproximadamente 11,5 onzas o tres cuartos de libra. Entonces, el peso total de las especies que trae Nicodemo es 75 libras (34 kg). Necesitaría ayuda para llevar tanto peso al sitio del entierro. Sería raro que alguien utilizara una cantidad tan grande de especies para una persona común, porque las especies eran bastante caras. Sin embargo, no sería raro usar grandes cantidades de especies para ungir los cuerpos de reyes u otras personas ricas. El entierro de Jesús es un entierro de un rey, por eso es apropiado en este Evangelio cuyo tema principal es el reinado de Jesús.

“Tomaron pues el cuerpo de Jesús, y envolviéronlo en lienzos con especias, como es costumbre de los Judíos sepultar” (19:40). Judíos no participan en la práctica egipcia de embalsar, por la que se extraen órganos internas del cuerpo y se ponen especies de embalse en su lugar. Los judíos utilizan especies, no para preservar el cuerpo, pero para enmascarar el olor de la descomposición. Ungir el cuerpo es también una manera de mostrar un último respeto. La práctica judía normal es envolver el cuerpo en largas tiras de lienzo sobre el cual se echan polvos de mirra y áloes.

JUAN 19:41-42. PUSIERON Á JESÚS

41Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aun no había sido puesto ninguno. 42Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de los Judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron á Jesús.

“Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto” (19:41a). El huerto es lo suficientemente grande para que más adelante María imagine que Jesús es el jardinero (20:15).

“y en el huerto un sepulcro nuevo” (19:41b). Como se anota arriba, éste es “su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña” (Mateo 27:60). Una tumba como ésta sería cara, digna de un hombre rico como José. Que José utilice su propia tumba para enterrar a Jesús es un gesto extravagante, como Nicodemo y las cien libras de especies de entierro, o como María ungiendo a Jesús con una libra de perfume caro (12:3).

“en el cual aun no había sido puesto ninguno” (19:41c). Este detalle es importante. La mañana de la Pascua, los discípulos encuentran una tumba vacía. Se hubiera complicado la historia si Jesús hubiera sido enterrado en una tumba donde otros cuerpos yacían, porque la tumba no hubiera estado abierta la mañana de la Pascua. Este entierro en una tumba donde “no había sido puesto ninguno” también implica un entierro digno de un rey. Mientras que la mayor parte de las tumbas serían usadas de nuevo al descomponerse los difuntos, un rey sería enterrado en una tumba nueva que nunca había sido usada y que nunca sería usada excepto por miembros de su propia familia.

“Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de los Judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron á Jesús” (19:42). Al anochecer comienza el sábado– un sábado especial que coincide con la Pascua. Una vez que empiece el sábado, todo trabajo ha de cesar. Por lo tanto, es imperativo que José y Nicodemo terminen el entierro antes del anochecer. El sitio cercano y conveniente de la tumba de José les facilita el entierro y les ayuda a cumplir con la hora límite.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

Brooks, James A., The New American Commentary: An Exegetical and Theological Exposition of Holy Scripture: Mark (Nashville: Broadman Press, 1991)

Brown, Raymond, The Anchor Bible: The Gospel According to John XIII-XXI (Garden City: Doubleday, 1970)

Bruce, F. F., The Gospel of John (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1983)

Carson, D. A., The Pillar New Testament Commentary: The Gospel According to John (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1991)

Morris, Leon, The New International Commentary on the New Testament: The Gospel According to John, Revised (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1995)

Myers, Allen C. (ed.), The Eerdmans Bible Dictionary (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1987)

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