PASAJE BÍBLICO

Juan 20:19-31 (Español)

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

JUAN 1-21. EL CONTEXTO

Este Evangelio es un tapiz intricadamente tejido que deriva su riqueza de sus entre-tejidos hilos. Por ejemplo:

• En el Prólogo, el evangelista declaró, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” (1:1-3). Ahora Tomás se dirige a Jesús como “¡Señor mío, y Dios mío!” (v. 28), reafirmando la divinidad de Jesús. Muchos académicos creen que capítulo 21 fue añadido más tarde. Si eso es verdad, entonces este Evangelio está marcado al principio (capítulo 1) y al final (capítulo 20) por declaraciones de la divinidad de Jesús.

• Jesús les prometió a los discípulos, “No os dejaré huérfanos: vendré á vosotros” (14:18). Ahora, él regresa después de su resurrección a discípulos que se sienten huérfanos de la crucifixión.

• En esa misma discusión él dijo, “La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (14:27). Ahora, al entrar en presencia de sus discípulos, sus primeras palabras para ellos son, “Paz á vosotros” (v. 19). Repite esto una semana más tarde cuando de nuevo se encuentra con los discípulos y con Tomás (v. 26).

• En su oración poco antes de su muerte, Jesús rezó, “Padre, la hora es llegada; glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique á ti” (17:1). Jesús ha sido glorificado en la cruz y ahora se les aparece a los discípulos como el Salvador resucitado.

• Antes, el evangelista dijo, “…aun no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba aún glorificado” (7:39). Ahora que Jesús ha sido glorificado, él les da el regalo del Espíritu Santo a los discípulos (v. 22).

• Pensamos de nuestra lección del Evangelio (10:19-31) como la historia del Tomás que Duda. Sin embargo, en el próximo capítulo, Jesús se les aparecerá a siete discípulos, y solo cinco de ellos son nombrados. De los cinco, tres dudaron de Jesús o le negaron, pero sobrellevaron su duda y su negación para llegar a expresar gran fe:

• Natanael es mejor conocido por su duda de que algo bueno pudiera salir de Nazarea (1:46) – pero más adelante confesó, “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (1:49).

• Tomás es famoso por dudar de la resurrección (20:25) pero más tarde confiesa, “¡Señor mío, y Dios mío!” (20:28).

• Pedro confesó a Jesús como “el Hijo de Dios viviente” (6:69), pero más tarde le negó a Jesús (18:15-18, 25-27).

Estos ejemplos demuestran como la lección del Evangelio de esta semana se relaciona al Evangelio completo.

JUAN 20:19-31. JESÚS SE LES APARECE A LOS DISCÍPULOS

“Juan da un relato simple y honesto de la aparición resucitada, revelando su fe en ella. Si hubiera estado menos seguro, hubiera embellecido el relato” (Lindberg, 61). Las dos apariciones de Jesús toman lugar con una semana de tiempo entre las dos, la primera siendo la tarde de la Pascua y la segunda siendo meth hemeras okto – literalmente “después de ocho días” – a menudo traducido como “una semana después.”

Jesús les habla a los discípulos tres veces. “Cada vez, sus palabras les dan fuerza a los discípulos que las oyen” (Althouse, 107):

“Paz á vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío” (vv. 19, 21).

“Tomad el Espíritu Santo: A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: á quienes los retuviereis, serán retenidos” (vv. 22-23).

“Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel” (vv. 27).

Este Evangelio nos dice que los discípulos están reunidos, pero no nos dice cuales de ellos. En el Evangelio de Lucas (Lucas 24:36-49), son los once “y á los que estaban con ellos” (24:33). En el Evangelio de Juan, dada la ausencia de Tomás, son realmente los diez y sus compañeros.

Este Evangelio nos demuestra que fe viene de diferentes maneras a gente diferente. El discípulo querido cree al ver la tumba vacía (v. 8). María cree cuando el Señor dice su nombre (v. 16). Los discípulos deben ver al Señor resucitado (v. 20). Tomás dice que debe tocar las heridas (v. 25) – aunque esa necesidad se evapora una vez que ve a Cristo resucitado (v. 28).

La gente encuentra fe de diferentes maneras.

Es instructivo mencionar que Tomás creyó, perdió la fe, pero después vuelve a una fe aún más fuerte.

JUAN 20:19-23. LA PRIMERA APARICIÓN

19Y como fue tarde aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas (griego: kekleismenon – de kleio – cerrado o cerrado con llave) donde los discípulos estaban juntos por miedo de los Judíos, vino Jesús, y púsose en medio, y díjoles: Paz á vosotros. 20Y como hubo dicho esto, mostróles las manos y el costado. Y los discípulos se gozaron viendo al Señor. 21Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz á vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío. 22Y como hubo dicho esto, sopló, y díjoles: Tomad el Espíritu Santo: 23A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: á quienes los retuviereis, serán retenidos.

“Y como fue tarde aquel día” (v. 19). Ésta es la tarde de Pascua, el mismo día que los discípulos vieron la tumba vacía y que María vio a Jesús. Los discípulos se encontraron en un cuarto en Jerusalén con “las puertas cerradas.” Las puertas cerradas reflejan el miedo de los discípulos, pero también demuestran el poder del Cristo resucitado, quien no se puede contener por una tumba de piedra ni por una puerta cerrada con llave.

“Y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban juntos por miedo de los judíos” (v. 19). Es sorprendente que los discípulos tengan miedo, porque Pedro y “el otro discípulo” han visto y creído (v. 8). María Magdalena ha hablado con el Cristo resucitado y les ha contado a los discípulos de su experiencia (v. 14-18). Sin embargo, aún después de que “el otro discípulo” haya visto y creído, no está claro qué es lo que cree, “porque aun no sabían la Escritura, que era

necesario que él resucitase de los muertos” (v. 9). Además, los discípulos aún están traumatizados por la crucifixión y atemorizados por la posibilidad de que los enemigos de Jesús ahora se puedan dirigir a ellos.

Su temor nos desanima, porque están actuando como discípulos cuyo líder está muerto. Su temor “les pone, claramente, al mismo nivel que los padres del hombre ciego que fue sanado y que los discípulos secretos como José de Arimatea (9:22; 19:38)… Aparentemente, hasta el previamente “Querido” Discípulo ha sido reducido a este estado tan bajo de temor” (Howard-Brook, 456).

“Paz á vosotros” (v. 19). A estos discípulos atemorizados, Jesús les da su paz, como prometió (14:27). Los discípulos tendrán paz a pesar de ser perseguidos por un mundo que les odiará tanto como odiaba a Jesús (15:18-25). Mientras que este texto usa la palabra griega para paz, eirene, el concepto es el de shalom judío – que indica más la ausencia de conflicto – un bien que es el regalo de Dios. “En pensamiento judío, paz y alegría eran señales de tiempo escatológico cuando la intervención de Dios habría traído armonía a la vida humana y al mundo. Juan ve esta edad cumplida cuando regresa Jesús para verter su Espíritu sobre los hombres” (Brown, 1035).

“Mostróles las manos y el costado” (v. 20). Por un lado, Jesús entra por una puerta cerrada, sugiriendo que su cuerpo ha adquirido una cualidad diferente. Por otro lado, sus heridas confirman su resurrección corporal, y su cuerpo es claramente reconocible por sus discípulos. Lucas habla de Jesús comiendo con los discípulos (Lucas 24:43). Esto es misterioso – el cuerpo resucitado de Jesús es, a la vez, como el nuestro y no como el nuestro. Pablo habla del cuerpo resucitado como incorruptible, glorioso, poderoso, y espiritual (1 Cor. 15:42-44). Sin embargo, no debemos llevar la palabra “espiritual” demasiado lejos porque, claramente, el cuerpo de Jesús es también físico. “El punto significante, por supuesto, es que la misma persona que fue crucificada ha sido resucitada” (Sloyan, 224).

En la época que este Evangelio fue escrito, la iglesia tenía un problema con Docetitas y Gnósticos. Ambos creían que la materia física era malvada y que, por lo tanto, Jesús no podría haber sido verdaderamente humano. La mención de las manos y el costado heridos de Jesús presenta una discusión para ese tipo de dualismo.

“Y los discípulos se gozaron” (v. 20). Los discípulos se alegran al ver al Señor. Éste es el punto de partida para ellos, y nunca más temerán ni dudarán.

“Paz á vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío” (v. 21). Jesús les da su paz por segunda vez y añade, “como me envió el Padre, así también yo os envío.” Igual que Dios mandó a Jesús al mundo, así Jesús manda a sus discípulos al mundo (véase la oración de Jesús en 17:18). Éste es el equivalente Johanino de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20). Refleja el comienzo del pensamiento que la autoridad del que es mandado es igual a la del que le mandó – el emisario del rey habla con la autoridad del rey. Dios está presente en la obra de Jesús; Jesús estará presente en el trabajo de los discípulos.

“Sopló, y díjoles: ‘Tomad el Espíritu Santo’” (v. 22). Sin embargo, mandar a estos discípulos al mundo solos sería fútil, entonces, Jesús les prepara respirando sobre ellos – o respirando dentro de ellos (griego: enephusesen). Igual que Dios respiró en un hombre el aliento de vida (Gen. 2:7 – LXX), Jesús respira en los discípulos el Espíritu de vida. Este regalo del Espíritu renueva la vida de los discípulos igual que el aliento de Dios dio nueva vida a los huesos del muerto (Ezek. 37:9). Los discípulos han estado temerosos y confundidos – escondidos en un cuarto cerrado para escapar del peligro. Ahora, encuentran la fuerza para levantarse, abrir la puerta, salir afuera, y empezar su proclamación.

“Tomad el Espíritu Santo” (v. 22). ¿Cómo podemos reconciliar este ‘dar del Espíritu’ con el relato de Pentecostés en Hechos 2?

• Algunos sabios dicen que los dos relatos son irreconciliables y que vs. 22 es del Pentecostés Johanino.

• Otros, anotando la falta de artículo definido – Jesús dice, “Tomad Espíritu Santo” en vez de “Tomad el Espíritu Santo” – creen que los discípulos recibieron algo menos que el pleno regalo del Espíritu en esta ocasión.

• Otros dicen que Juan sabe de Pentecostés, pero escribe la historia de esta manera “porque su peculiar visión teológica que une el descenso del Espíritu en la muerte y exaltación de Jesús… El relato de Juan, en otras palabras, es teológico pero no cronológico” (Carson, 651).

• Aún, otros dicen, “Es falso tanto para el Nuevo Testamento como para la experiencia cristiana el mantener que hay solo un regalo del Espíritu. En vez, el Espíritu continuamente se manifiesta en nuevas maneras… Juan habla de un regalo del Espíritu y Lucas de otro” (Morris, 748).

“A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: á quienes los retuviereis, serán retenidos” (v. 23). Esto nos recuerda a Mateo 16:19 cuando Jesús le dice a Pedro, “Todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” Mateo 18:18 les da a los discípulos la misma autoridad en un contexto que tiene que ver con la resolución de conflicto en la iglesia.

Rabíes tienen la autoridad de “unir” y “separar” según su interpretación de la ley para determinar lo que es y no es permitido, pero no perdonan pecados. Jesús abre camino aquí. “Esta manera de hablar claramente demuestra que originalmente la fórmula de ‘unir y separar’ describe la… declaración del juez de la culpabilidad o la inocencia de las personas que aparecen ante él, que son ‘unidas’ o ‘separadas’ de los cargos puestos contra ellas” (Schlatter, citado en Beasley-Murray, 383).

“En Juan, el pecado es un fallo teológico, no una trasgresión moral o de comportamiento (contrastado con Mateo 18:18)” (O’Day, 847). El pecado es no ver la verdad – el rehusar aceptar a Cristo resucitado. Jesús está mandando a los discípulos al mundo, dándoles el poder del Espíritu para proclamar a Cristo resucitado. Alguna gente aceptará su testimonio, y otros la rechazarán. Su respuesta determinará si esta gente se encuentra entre aquéllos cuyos pecados son perdonados o entre aquéllos cuyos pecados son retenidos.

V. 23 presenta dos preguntas: Primero, ¿Da Jesús el poder de perdonar o retener pecados – o solo el poder de discernir la voluntad de Dios en casos particulares y hacer saber la decisión de Dios? Segundo, ¿Da Jesús este poder a cristianos individuales o a la iglesia? Mientras que exista lugar para discusión, una cosa está clara – solo mientras actuemos bajo el liderazgo del Espíritu tendremos el poder de Dios.

JUAN 20:24-25. SI NO VIERE NO CREERÉ

24Empero Tomás, uno de los doce, que se dice el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 25Dijéronle pues los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Y él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

“Empero Tomás… no estaba con ellos cuando Jesús vino” (v. 24). “Como resultado, él se negó a creer. Esto nos debe servir de aviso. Es difícil creer cuando no nos hacemos más fuertes con la compañía de otros creyentes” (Gossip, 798).

“Al Señor hemos visto” (v. 25). La primera persona a la que los discípulos testifican es uno de ellos – Tomás, quien no estaba presente cuando Jesús se les apareció la primera vez. Sus palabras a Tomás (“Al Señor hemos visto”) son esencialmente las mismas palabras (“He visto al Señor”) que María usó para contarles de su encuentro con Jesús. Tomás no cree a los discípulos, pero tampoco le creyeron los discípulos a María. Era un grupo abatido y derrotado hasta que vieron a Jesús con sus propios ojos. Tomás, por lo tanto, no es el único que duda, y no permanece dudoso. Una vez que ve lo que los otros discípulos han visto, manifiesta gran fe.

“Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (v. 25). Tomás hace una demanda extravagante. Antes, Jesús condenó aquéllos que exigían pruebas y maravillas antes de creer (4:48). Tomás va aún más allá. “Solo está dispuesto a poner a un lado su falta de fe si el Jesús resucitado sigue su criterio… Tomás demanda que Jesús sea ‘tocable.’ …Insiste que el cuerpo resucitado de Jesús cumpla con sus requisitos” (Moloney, 537).

Quizá podemos comprender la aversión de Tomás si recordamos sus palabras mientras Jesús se preparaba para ir a Jerusalén – “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Juan 11:16). Tomás era un fanático de Jesús, pero vio como se cumplía lo que más temía. La crucifixión le partió el corazón. Nos recuerda a la frase, “¡Una vez quemado, la segunda es tímido!” Tomás creía, pero Jesús traicionó su creencia (o así parecía) – entonces, podemos comprender porque Tomás será lento en empezar a creer otra vez. Quizá esto explique por qué Jesús demuestra tal compasión y sensitividad por Tomás en versículos 26-29.

JUAN 20:26-29. LA SEGUNDA APARICIÓN

26Y ocho días después (griego: meth hemeras okto – después de ocho días), estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Vino Jesús, las puertas cerradas, y púsose en medio, y dijo: Paz á vosotros. 27Luego dice á Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel. 28Entonces Tomás respondió, y díjole: ¡Señor mío, y Dios mío! 29Dícele Jesús: Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron.

“Y ocho días después” (v. 26). El griego es meth hereras okto – después de ocho días. Los ocho días han de contarse inclusivamente – de domingo a domingo – es otra vez el primer día de la semana. Jesús se les aparece de nuevo. Otra vez las puertas están cerradas (v. 26), pero ya no se encuentra ninguna mención de temor. Todo lo demás es igual que el domingo pasado. La aparición de Jesus a los discípulos la semana anterior ha transformado su miedo en fe. Otra vez Jesús les da su paz.

“Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado” (v. 27). Jesús no condena a Tomás por su falta de fe, sino que le proporciona lo que le ayuda a creer (v. 27). Tomás ha exigido ver y tocar al Señor resucitado, y Jesús le permite hacerlo. No hay ninguna indicación que Tomás actualmente toque las heridas de Jesús. Con ver al Cristo herido y resucitado, le basta.

“No seas incrédulo, sino fiel” (v. 27). En griego, Jesús dice “kai me ginou (y no seas) apistos (no creyente) alla pistos (sino creyente).” Pensamos de ésta como la historia del Tomás que Duda, pero la palabra duda no aparece, a no ser que traduzcamos apistos de esa manera.

“Tomás respondió, y díjole: ¡Señor mío, y Dios mío!” (v. 28). Al responder a Jesús, Tomás hace “la suprema pronunciación cristologiíta del Cuarto Evangelio” (Brown, 1047). Su confesión, “¡Señor mío, y Dios mío!” (v. 28), va mucho más allá de títulos o confesiones que se encuentran en otros lugares en este Evangelio. “Así viene a ser que el más dudoso de la resurrección de Jesús pronuncia la mayor confesión del Señor que resucitó de la muerte “(Beasley- Murray, 385). Como se anota arriba, si capítulo 21 fue añadido más tarde, como muchos académicos creen, este Evangelio comienza y termina con una afirmación de la divinidad de Cristo.

“Bienaventurados los que no vieron y creyeron” (v. 29). Ésta es la última beatitud o bendición de Jesús. Estas palabras alentarán a los tempranos cristianos que se sentirán injuriados por haberse perdido la oportunidad de ver a Jesús solo por unos meses o unos años. Ellos también nos alientan a nosotros, que nos encontramos entre aquéllos que no han visto pero que han creído. Los pocos cristianos de la primera generación que vieron a Jesús en persona no tienen ninguna ventaja sobre los muchos cristianos de las más tardías generaciones que no lo han visto en persona. Anoten que Jesús no dice que estos cristianos más tardíos serán más bendecidos que los discípulos que “ven,” sino solo que serán bendecidos.

JUAN 20:30-31. EMPERO SON ESCRITAS, PARA QUE CREÁIS

30Y también (griego: men oun – por lo tanto) hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. 31Estas empero son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

“Y también hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro” (v. 30). Capítulos 2-12 de este Evangelio a menudo son llamados El Libro de Señales, porque los milagros en esa sección son llamados señales (2:11; 23; 3:2; 4:48; 6:2, 26; 7:31; 9:16; 11:47; 12:37). La palabra señales es significante, porque señales señalan a algo. En este Evangelio, las señales señalan a Jesús, el Mesías (Madsen, 24). Estas señales dan a la gente razón para creer, pero muchos que las ven aún no creen (6:36). La elección es nuestra.

Las siete señales en capítulos 2-12 son cambiar agua en vino en Cana (2:1-11); sanar al hijo del oficial real (4:46-54); sanar a un paralítico (5:1-9); alimentar a los cinco mil (6:1-14); caminar sobre el agua (6:15-25); dar la vista a un hombre que había nacido ciego (9:1-12); y la resurrección de Lázaro (11:1-45). La resurrección de Jesús (que no es parte de capítulos 2-12), es la máxima señal (Hendriksen).

“Estas empero son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (v. 31). El propósito de este Evangelio no es capturar todo detalle de la vida de Jesús, sino proveer lo que se necesita “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (v. 31).

Podemos preguntarnos qué señales señalan a Dios y a Cristo hoy. ¡La creación! ¡El testimonio de cristianos! ¡La intervención directa de Dios en nuestras vidas! Las señales están a nuestro alrededor. Somos libres para creerlas o no creerlas. Jesús bendice aquéllos que creen (v. 29).

Una mayoría de académicos está de acuerdo que versículo 31 concluye este Evangelio en su forma original. Si es así, el autor concluye explicando el propósito de su escritura – que podamos creer. Cumplió con esto. Millones de cristianos han crecido más fuertes en su fe al leer este Evangelio, y millones se han acercado a la fe por lo menos, en parte, por su testimonio a Cristo.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

Althouse, LaVonne, “Words of Power,” Clergy Journal (May-June, 1996)

Barclay, William, The Daily Study Bible, “The Gospel of John,” Vol. 2 (Edinburgh: The Saint Andrew Press, 1955)

Beasley-Murray, George R., Word Biblical Commentary: John (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1999)

Brown, Raymond, The Anchor Bible: The Gospel According to John XIII-XXI (Garden City: Doubleday, 1970)

Bruce, F. F., The Gospel of John (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1983).

Brueggemann, Walter; Cousar, Charles B.; Gaventa, Beverly R. and Newsome, James D., Texts for Preaching: A Lectionary Commentary Based on the NRSV–Year B (Louisville: Westminster John Knox Press, 1993)

Carson, D. A., The Pillar New Testament Commentary: The Gospel of John (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1991).

Craddock, Fred R.; Hayes, John H.; Holladay, Carl R.; and Tucker, Gene M., Preaching Through the Christian Year B (Valley Forge: Trinity Press International, 1993)

Gossip, Arthur John and Howard, Wilbert F., The Interpreter’s Bible, Volume 8 (Nashville: Abingdon, 1952)

Hendriksen, William, New Testament Commentary: Exposition of the Gospel According to John (Grand Rapids: Baker Book House, 1953)

Howard-Brook, Wes, Becoming the Children of God: John’s Gospel and Radical Discipleship (New York: Maryknoll, 1994).

Hultgren, Arland J. in Van Harn, Roger (ed.), The Lectionary Commentary: Theological Exegesis for Sunday’s Text. The Third Readings: The Gospels (Grand Rapids: Eerdmans, 2001)

Krenz, Edgar and Vogel, Arthur A., Proclamation 2, Easter, Series C

Lindberg, Paul H., Lectionary Bible Studies: The Year of Luke: Lent/Easter, Study Book (Minneapolis/Philadelphia: Augsburg Publishing House/Fortress Press, 1976)

Madsen, George H. O., Lectionary Bible Studies, The Year of Matthew, Lent-Easter, Study Book (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1977)

Moloney, Francis J., Sacra Pagina: The Gospel of John (Collegeville: The Liturgical Press, 1998)

Morris, Leon, The New International Commentary on the New Testament: The Gospel According to John (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1995).

O’Day, Gail R., The New Interpreter’s Bible, Volume IX (Nashville: Abingdon, 1995)

Palmer, Earl F., The Book That John Wrote (Vancouver: Regent College Publishing, 1975)

Sloyan, Gerald, “John,” Interpretation (Atlanta: John Knox Press, 1988)

Smith, D. Moody, Jr., Abingdon New Testament Commentaries: John (Nashville: Abingdon, 1999)

www.sermonwriter.com

www.lectionary.org

Copyright 2005, 2010, Richard Niell Donovan