Comentario
Estudio de la Biblia

Lucas 13:1-9

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

LUCAS 12:49 – 13:35. EL JUICIO VENIDERO

Inmediatamente antes del pasaje para hoy, Jesús advirtió que no vino para traer paz, sino división (12:49-53). También advirtió a las multitudes que, aunque sabían leer las señales del cielo para reconocer el clima, no sabían “cómo reconocer este tiempo” (12:54-56).

Inmediatamente después del pasaje para hoy, un líder de la sinagoga criticará a Jesús por sanar en sábado, y Jesús lo avergonzará (13:10-17). Al final del capítulo 13, Jesús lamentará por la recalcitrante Jerusalén, “¡que matas á los profetas, y apedreas á los que son enviados á ti!” (13:31-35).

Dado este contexto, es importante reconocer los tintes políticos de (nuestro pasaje bíblico) en su situación original, con la amenaza de un juicio devastador colgando particularmente sobre la nación de Israel si no se arrepiente y reforma rápidamente. Pero de seguro, sería precipitado limitar la amenaza solamente a Israel ¡y presumir que quienes después siguieran los pasos de Israel escaparían de un veredicto similar!

LUCAS 13:1-9. DOS HISTORIAS Y UNA PARÁBOLA

Lucas nos da un par de historias que nos llaman al arrepentimiento (vv. 1-5), y una parábola que ilustra la paciencia y el amor de Dios (vv. 6-9). “Esta forma de colocar lado a lado ideas contrastantes es típicamente de Lucas, las unidades contrastantes que forman la paradoja del Evangelio” (Craddock, 167).  Ambas historias (vv. 1-5) hacen un llamado al arrepentimiento.

Los estudiosos tienden a ver las historias (vv. 1-5) llamando por una respuesta individual y la parábola (vv. 6-9) como llamando a que la nación y sus líderes (escribas, fariseos, y otros) den una respuesta (Bock, 239; Bailey, 74).

LUCAS 13:1-5. ARREPENTIRSE O PERECER

1Y en este mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los Galileos, cuya sangre Pilatos había mezclado con sus sacrificios. 2Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos Galileos, porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores que todos los Galileos? 3No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente. 4O aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? 5No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo.

“Y en este mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los Galileos, cuya sangre Pilatos había mezclado con sus sacrificios” (v. 1). Las noticias en verdad son terribles. Los galileos vinieron al templo a hacer sus sacrificios, y los soldados de Pilatos los masacraron en ese santo lugar – profanaron el altar con sangre humana – y así mezclaron asesinato con sacrilegio. Imaginen un asesinato en su iglesia la mañana del domingo. Imaginen la alfombra empapada con sangre humana y mezclada con el vino que se usa para la Comunión. ¡Definitivamente impactante! No podemos corroborar este evento con fuentes seculares, pero sabemos que estaba de acuerdo con la brutal naturaleza que a veces exhibía Pilatos.

“Estaban allí unos” (v. 1). Lucas no nos dice quiénes eran estas personas o por qué le cuentan a Jesús esta historia tan terrible. Lo más probable es que eran personas comunes y corrientes, que esperaban que Jesús le diera sentido a una situación absurda, y que les ayudara a ellos a entender por qué estos Galileos sufrieron algo tan terrible. ¿Habían violado alguna ley Romana? ¿Habían ofendido a Dios?

Quienquiera que fueran, de cierto esperaban una respuesta empática de Jesús. En cualquier cultura de victimización (e Israel con razón se siente victimizada por Roma), historias como esta demandan una respuesta como “¿No es esto terrible?” Algunas respuestas aceptables van desde “¡Esos malvados romanos!” a “¡Ya no podemos tolerar esto! ¡Vamos a deshacernos de ellos¡”

Jesús, sin embargo, responde de una manera completamente inesperada, diciendo “¿Pensáis que estos Galileos, porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores que todos los Galileos?” (v. 2). Aborda la presuposición no expresada de que, tal vez, esos galileos habían pecado gravemente, provocando el juicio de Dios.

De hecho, a través del AT, y en la mente del pueblo de Israel, el pecado y el juicio están muy estrechamente relacionados. Es muy reconfortante creer que el sufrimiento es resultado del pecado, porque elimina la casualidad – explica el sufrimiento – y nos ofrece una manera de evitar los desastres que vemos caer sobre otros.

“No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente” (v. 3). Jesús niega que los galileos sufrieran por causa de sus pecados, y llama a sus oyentes a arrepentirse a menos que sufran por los de ellos. La clave para entender esto es el llamado de Jesús al arrepentimiento. Lo que les pasó a los galileos es historia, y nada se puede hacer sobre eso. El destino de los oyentes de Jesús, sin embargo, sigue siendo negociable. Jesús no les condena, en su lugar les muestra el camino. Su propósito es redimir. Aunque no toda tragedia es el resultado del pecado, el pecado algunas veces lleva a la tragedia. Los oyentes de Jesús han pecado (como todos lo hemos hecho), y los llama a arrepentirse para que puedan escapar del desastre.

Esta es una respuesta valiente. Ken Bailey dice que sus estudiantes del Medio Oriente, estudiando este pasaje, se admiran de que nadie haya atacado a Jesús físicamente ahí mismo. La gente en una cultura de victimización es santurrona y se resiste a la crítica. Al llamar al arrepentimiento, Jesús parece no simpatizar con la causa nacional, que no le importan las atrocidades cometidas por los romanos. En Nazarea, la gente del pueblo trató de matar a Jesús cuando habló bien de los gentiles (4:16-30). Lo mismo fácilmente podría haber pasado aquí (Bailey, Through Peasant Eye, 78-79).

“O aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén?” (v. 4). El estanque de Siloé está en Jerusalén (Jn. 9:7) y, probablemente, la torre de Siloé estaba muy cerca del estanque. El asunto es el mismo que en el primer ejemplo: ¿Acaso Dios escogió a estos dieciocho por sus pecados? Jesús cambia el debate sobre pecado/sufrimiento del contexto de sufrimiento a manos de los romanos y el sufrimiento a manos de Dios, de la masacre a “un acto de Dios”.

“No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo” (v. 5). Esta es la misma respuesta que Jesús le dio a la primera historia. Jesús niega que aquellos dieciocho fueran más pecadores que todos los demás, pero usa la oportunidad para llamar a sus oyentes al arrepentimiento. Otra vez, su propósito no es la condenación, sino la redención. El llamado al arrepentimiento nos muestra que no es muy tarde para sus oyentes. La salvación sigue siendo posible.

Para el tiempo en que Lucas escribe su evangelio, Roma había destruido Jerusalén. Para Lucas, hay una clara relación de causa-efecto entre el pecado de la ciudad y su destino. El arrepentimiento es un énfasis mayor en el evangelio de Lucas (ver 3:3, 8; 5:32; 13:3, 5; 15:7; 16:30; 17:3; 2:47). No es un llamado molesto, en su lugar es una “palabra de gracia. El llamado al arrepentimiento del pecado siempre lleva consigo no solamente la amenaza de la divina retribución, sino todavía más importante, la promesa del perdón” (Nickle, 145).

Necesitamos vivir vidas de arrepentimiento, porque nunca sabemos cuándo un tirano se levantará en contra de nosotros, o un muro caerá encima, o nuestro avión chocará, o si podemos caer del techo, o un camión chocará contra nuestro automóvil, o si tendremos un ataque cardiaco. Ni los galileos que fueron asesinados por Pilatos, ni los dieciocho sobre quienes cayó la torre tuvieron la oportunidad de arrepentirse. Su fin llegó rápidamente, sin advertencia. Así también puede ser para nosotros. El arrepentimiento nos ayuda en la vida y en la muerte: nos ayuda a vivir la vida como personas perdonadas, nos ayuda a enfrentar la muerte sin miedo.

Frecuentemente los pastores encuentran personas que han sufrido tragedias que se imagina fueron causadas por su culpa. Este texto nos llama a equilibrar dos ideas opuestas:

• Por un lado, la tragedia llega al azar, tal como sucedió con los galileos y los dieciocho jerosolimitanos. En tales casos, no tiene nada que ver con la culpa. El tornado que destruye un club nocturno también destruye una iglesia y mata tanto al que atiende el bar como al maestro de Escuela Dominical. Algunas tragedias son verdaderamente al azar. Sin embargo, nuestro arrepentimiento nos deja a nosotros en buen estado cuando experimentamos una tragedia inevitable. Nos prepara para vivir victoriosamente al enfrentar la tragedia, y también nos prepara para el día de nuestra muerte.

• Por el otro lado, el pecado sí lleva a la tragedia. Quienes conducen sus autos borrachos matan personas inocentes. Los abusivos lastiman a sus parejas e hijos. Aunque no toda tragedia es le resultado del pecado, algunas sí lo son. Tal vez la mejor manera de comprender esto es ver un pequeño círculo dentro de un círculo más grande. El círculo grande son todas las tragedias. El círculo pequeño es una tragedia causada por nuestro pecado. No podemos prevenir la tragedia que llega al azar, la que está fuera del círculo pequeño; pero Cristo nos llama a arrepentirnos para que podamos evitar la tragedia provocada por nosotros mismos que se encuentra en el círculo pequeño.

La tarea más difícil del pastor es el discernimiento: cuándo afirmar a la gente que no son ellos quienes han causado su propio sufrimiento y cuándo enfatizar la necesidad de arrepentimiento.

LUCAS 13:6-9. LA PARÁBOLA DE LA HIGUERA ESTÉRIL

6Y dijo esta parábola: Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino á buscar fruto en ella, y no lo halló. 7Y dijo al viñero: He aquí tres años ha que vengo á buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra? 8El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y estercole. 9Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después.

“Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino á buscar fruto en ella, y no lo halló”(v. 6). La viña es una metáfora común para el pueblo de Israel, y el fruto de que se espera de Israel es una vida de acuerdo con Dios. Los oyentes de Jesús entenderían esta conexión cuando Jesús estaba contando la parábola.

“He aquí tres años ha que vengo á buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo” (v. 7). Levítico 19:23-24 prohíbe comer del fruto de un árbol nuevo plantado hace tres años, y requiere que el fruto del cuarto año “será santidad de loores á Jehová”. Solamente en el quinto año es que el dueño puede beneficiarse de la cosecha. No sabemos si este es el tercer año de vida del árbol, o el tercer año que el dueño ha tratado de cosechar (que sería el séptimo año de la vida del árbol). En todo caso, el dueño cree que este árbol ha tenido tiempo para demostrar si será fructífero o no.

“…córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?” (v. 7). El dueño ha esperado lo suficiente. ¡El día del juicio ha llegado! La historia de Israel provee numerosos ejemplos donde Dios ha usado el hacha para podar sus pecados. Conocen tanto el dulce sabor de la providencia de Dios, como el amargo sabor del juicio de Dios.

El viñador respondió “Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y estercole. Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después” (vv. 8-9). El ruego es para dejar el hacha en el armario lo suficiente y dar a la higuera una estación más, una oportunidad más. Sí, tres años es un largo tiempo, más que suficiente para que el árbol diera fruto. Sin embargo, el dueño ha invertido tres años. Un año más no lo hará quebrar. La ganancia puede ser un árbol fructífero en solamente un año, una ganancia significativa por un año de paciencia. Ese es el argumento, pero tenemos la idea de que el jardinero está más motivado menos por la ganancia que por el corazón. El jardinero plantó el árbol, lo regó, lo fertilizó, y lo vio crecer. Y no quiere perderlo.

El jardinero no dejará la salvación del árbol a la suerte. Va a remover la tierra para asegurarse de que el agua encuentra su camino hacia las raíces. Abonará al árbol con estiércol. Si se le redime, el árbol no podrá reclamar el crédito por su redención. Será el trabajo del jardinero más que el mérito del árbol lo que hace posible su salvación.

Bailey nota que la palabra “abono” aparece solamente aquí en el Nuevo Testamento, así que Jesús de seguro la usa a propósito. Como lo dijimos arriba, Bailey cree que los vv. 6-9 fueron para hablar a los líderes de Israel. “Si la higuera representa a los escribas y a los sacerdotes principales, y la parábola habla de la necesidad de poner cierto abono (estiércol), entonces tenemos un claro caso de lo que los comediantes llaman un ‘humor insultante’. Lo que necesitan es que se extienda un poco de estiércol a su alrededor. La audiencia original – sin lugar a duda – encontraron esa imagen cómica” (Bailey, 84).

La historia termina sin decirnos si el dueño aceptó la oferta del jardinero, pero Jesús nos deja con la noción de que lo hace. Cualquier respiro, sin embargo, será solamente temporal. Si Israel no se arrepiente, el jardinero no tendrá elección el próximo año sino obedecer al dueño. El hacha será sacada del armario, y ya no será posible hacer ninguna otra negociación.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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