Comentario
Estudio de la Biblia

Marcos 1:21-28

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Emmanuel Vargas Alavez

EL CONTEXTO. EL EVANGELIO DE MARCOS

Marcos comienza este evangelio con el ministerio de Juan el Bautista (vv. 1-8), el bautismo de Jesús (vv. 9-11), la tentación de Jesús (vv. 12-13), un breve resumen de su predicación (vv. 14-15), el llamado a sus discípulos (vv. 16-20), y este relato de Jesús enseñando con autoridad y echando fuera a un demonio (vv. 21-28). Después, sanará a la suegra de Simón y a muchos otros, el primero de nueve relatos de sanidad de este evangelio (1:29-34, 40-45; 2:1-12; 3:1-5; 5:21-43; 6:53-56; 7:31-37; 8:22-26; y 10:46-52). Marcos también incluye tres adicionales relatos de exorcismos (5:1-20; 7:24-30; 9:14-29). Este es un evangelio muy orientado por la acción y la sanidad.

MARCOS 1:21-22. ENSEÑABA COMO QUIEN TIENE POTESTAD

21Y entraron en Capernaúm; y luego los sábados, entrando en la sinagoga, enseñaba. 22Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene potestad (griego = exousia), y no como los escribas.

Jesús hace a Capernaúm su hogar después de dejar Nazarea (Mateo 4:13; también ver Marcos 2:1). Capernaúm es un pueblo próspero a la orilla norte del Mar de Galilea y también es el hogar de los primeros discípulos de Jesús.

Jesús va a la sinagoga en sábado, como es su costumbre (Lucas 4:16). Solamente hay un templo, pero las sinagogas están esparcidas por muchos lados y están dedicadas al estudio de las Escrituras. El culto del sábado incluía oración, lectura y exposición pública de las Escrituras. El papel del presidente de la sinagoga es más administrativo que pastoral, así que invita a laicos calificados para que hablen. Los gobernantes de la sinagoga recibirían bien una voz fresca y prometedora, que explica cómo es que Jesús podía enseñar en la sinagoga. Marcos incluye varios relatos de las visitas de Jesús a las sinagogas (1:21, 23, 39; 3:1; 6:2), pero ninguna después de Nazarea, donde no haría nada por la falta de fe de aquellos (6:1-6).

La gente está asombrada, porque Jesús enseña como alguien que tiene autoridad, y no como los escribas. Los escribas son estudiosos que interpretan y enseñan la Torá y dan juicios que comprometen a las personas con su aplicación. Ellos tienden a ser conservadores, dando juicios basados en precedentes, es decir, derivando autoridad de su conocimiento de las autoridades a quienes citan. Para el tiempo de Jesús, ya son poderosos y disfrutan una considerable aceptación. Los mejores asientos en la sinagoga están reservados para ellos, y la gente se pone de pie cuando ellos entran en algún lugar. La gente los llama “rabí”, que significa “grande” (Edwards, 54). Muchos son fariseos, y los escribas constituyen una parte importante del Sanedrín, el cuerpo gubernamental judío. Los escribas rápidamente se convierten en oponentes de Jesús (2:6, 16; 11:27-28), y jugarán un papel muy importante en su crucifixión (8:31; 10:33; 11:18; 14:1, 43, 53; 15:1, 31). “Su oposición a Jesús es mucho más grande (y más fatal) que la de los fariseos” (Donahue y Harrington, 80), en parte porque consideraban que Jesús era un sacrílego, y también porque Jesús es una amenaza a sus muy cómodas vidas.

A diferencia de los escribas, Jesús enseña con autoridad propia. Su autoridad no está basada en credenciales ni en su habilidad para citar precedentes, sino en el Espíritu que ha descendido sobre él en su bautismo (1:10). Jesús es el Hijo de Dios (1:1) y su autoridad viene de Dios.

Mi esposa, que estudió letras, dice que una clase de literatura puede pasar días o semanas discutiendo la intención de un autor dado. Se pueden desarrollar teorías y argumentos para apoyarlas. Se puede debatir interminablemente. O pueden invitar al autor para que los visite y les diga cuál fue su intención. Una vez que el autor se explica, eso soluciona todo. Nadie puede interpretar un poema con tanta autoridad como quien lo escribió. Jesús es la manera en que Dios envió al autor (ver Juan 1:1, 14).

En otras palabras, este evangelio celebra la llegada del reino – el triunfo de Jesús sobre el mal – la salvación que él trae. Enfatiza la autoridad de la enseñanza de Jesús más que su contenido.

Este evangelio frecuentemente se refiere a Jesús como maestro o rabí, generalmente en un contexto orientado a la acción que confirma su autoridad:

• Los discípulos, en medio de una tormenta, se dirigen a él como maestro, y calma la tormenta (4:38-39).

• Los vecinos le dicen a Jairo que enfrente la realidad de la muerte de su hija y que ya no moleste al maestro, pero Jesús le dice a la niña que se levante, y ella obedece el mandato (5:35-43).

• Pedro se dirige a Jesús como rabí en el Monte de la Transfiguración, y una voz se oye de entre las nubes que dice “Este es mi hijo amado á él oíd” (9:5-7).

• Un padre pide al maestro sanar a su hijo, a quien los discípulos no pudieron sanar, y Jesús lo hace (9:17-29).

• El ciego se dirige a Jesús como maestro, y Jesús lo sana de su ceguera (10:51-52).

• Pedro se dirige a Jesús como rabí y nota, asombrado, que la higuera que Jesús maldijo se ha secado y murió (11:12).

• Los fariseos y herodianos, dirigiéndose a Jesús como maestro, tratan de atraparlo con dos preguntas difíciles, pero él muy fácilmente saca lo mejor de esa situación (12:14-27).

• En una de las pocas ocasiones donde un escriba es descrito favorablemente en este evangelio, el escriba se dirige a Jesús como maestro, hace una pregunta, y reconoce que Jesús ha contestado bien (12:32-34).

La gente está ¡¡¡”admirada de su enseñanza”!!! Imaginen el murmullo cuando la multitud trata de entender la enseñanza de Jesús, y el alboroto cuando comenzaron a hablar entre ellos sobre lo que habían escuchado. Su respuesta hace surgir una pregunta.

Esta historia nos inspira a ponernos en los zapatos de Jesús y enseñar, como él lo hizo, con autoridad. Estamos tentados a desechar a los escribas como hombres de visión pequeña y sin valentía, imaginando que nosotros tenemos una visión más grande y una mayor valentía. Hay cierta verdad en ello, porque tenemos la ventaja de la revelación del Nuevo Testamento. Sin embargo, Jesús “es quien puede hablar con autoridad directa. Nosotros los intérpretes permanecemos esencialmente en la posición de los escribas, dependiendo de una autoridad previa y siendo responsables a una tradición bíblica. Nos engañamos a nosotros mismos y a quienes enseñamos si tratamos de negar estas limitaciones” (Williamson, 52).

MARCOS 1:23-26. Y EL ESPÍRITU INMUNDO SALIÓ DE ÉL

23Y había en la sinagoga de ellos un hombre con (griego = en, que sugiere la completa integración del espíritu y el hombre) espíritu inmundo, el cual dio voces, 24Diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. 25Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él. 26Y el espíritu inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran voz, salió de él.

Note la referencia a “la sinagoga de ellos” (v. 23), que puede ser una buena pista sobre el extrañamiento de Jesús de los religiosos tradicionales.

Es extraño encontrar a este hombre en la sinagoga, porque su espíritu inmundo lo hace inelegible para el culto de la sinagoga. Sin embargo, la sinagoga no tiene un guardia en la puerta, y se espera que este hombre pueda pasar sin problema. Jesús y el espíritu inmundo son los personajes centrales en esta historia. Se menciona al hombre tan poco como es posible en el versículo 23, y Marcos solamente nos dice que el espíritu inmundo lo sacude con violencia y sale de él (v. 26).

Tradicionalmente, se traduce el versículo 23 como “un hombre con espíritu inmundo”, pero una traducción más literal sería “un hombre en un espíritu inmundo”, sugiriendo que el hombre está completamente inmerso en y completamente abrumado por un espíritu inmundo. Esta traducción alterna gana credibilidad de la confusión de identidades en los versículos 24-25. Este hombre grita, (literalmente, “da voces”, en singular, v. 23), pero dice “¿Qué tienes con nosotros?” (en plural, v. 24). Entonces Jesús “le riñó” (singular, v. 25), pero el contexto muestra que está reprendiendo al espíritu inmundo. Existe una completa fusión entre el hombre y el espíritu inmundo.

Marcos usa “espíritu inmundo” y “demonio” casi sin hacer diferencia. Lo primero sugiere una impureza ritual o falta de dignidad, y lo segundo sugiere maldad. Hablar de espíritus y demonios parece primitivo y nos hace sentir incómodos hoy día. Hablamos de enfermedades mentales, y atribuimos la conducta bizarra al medio ambiente empobrecido de las personas en su infancia o, tal vez, a un desequilibrio químico. Dudamos en usar la palabra mal, que suena a juicio, y vemos a la ciencia médica para salvarnos de nuestros demonios. La ciencia médica ha logrado mucho en ese campo, y promete lograr todavía más al adentrarse más profundamente en nuestras células y moléculas. Sin embargo, la ciencia médica no va a resolver el problema del mal, que no es ni un problema médico ni una idea primitiva, sino un problema espiritual y una realidad presente. Solamente tenemos que leer un periódico, un diario, para confirmar la presencia total del mal en nuestro mundo.

Nosotros, la iglesia, tenemos la responsabilidad de nombrar al mal como mal. Tenemos la responsabilidad de enfrentarlo, como Jesús lo hizo, con el poder del Espíritu Santo, que también recibimos en nuestro bautismo.

El espíritu inmundo pregunta “¿Qué tienes con nosotros?” (griego = ti hemin kai soi, literalmente “¿Qué a ti y a nosotros?”). “La frase en griego es… una exacta copia de una expresión usada en Jueces 11:12 y 1 Reyes 17:18 con el significado de ‘¿Por qué estás interfiriendo con nosotros?’, y este es probablemente su significado aquí” (Hooker, 64). En el evangelio de Juan, Jesús usa una frase similar (ti emoi kai soi = ‘¿Qué tienes conmigo?’) cuando su madre le dice que se les ha acabado el vino en la fiesta de bodas (Juan 2:4). “Funciona como una fórmula ‘defensiva’ que niega la relación con la persona a quien se dirige” (Donahue y Harrington, 80).

El espíritu llama a Jesús por nombre, “Jesús Nazareno”, probablemente intentando ganar poder sobre Jesús por la fórmula mágica de llamarlo por su nombre. El espíritu también identifica a Jesús como “el Santo de Dios” (v. 24). La palabra santo “es burdamente sinónimo de ‘limpio’… y el antónimo de ‘impuro’… Reflejando esta idea de santidad como separación de la impureza, el espíritu inmundo en Marcos reconoce su separación de Jesús “el Santo de Dios”, cuando dice ‘¿Qué tienes conmigo?'” (Marcus, 189). El título “Santo de Dios” es particularmente apto para este evangelio, en que el santo Jesús viene a liberar al mundo de lo que es impuro.

El Espíritu hace un mejor trabajo en entender a Jesús del que hace su familia. (3:31-35) o los discípulos (4:41; 6:37, 49-50; 7:17-18; 8:4, 21). Pedro casi rompe ese molde cuando correctamente identifica a Jesús con el Mesías (8:29), pero casi inmediatamente después recibe una reprimenda porque no pudo entender bien el asunto (8:33). La única persona en este evangelio que entiende a Jesús es el centurión en la cruz, que dirá “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (15:39).

El espíritu hace una segunda pregunta, “¿Has venido á destruirnos?” Jesús responde, no con palabras o con una explicación, sino con palabras de poder. Jesús dice “¡Enmudece!” (griego = phimotheti,literalmente “sé amordazado”). No usa encantamientos o liturgias formales, sino que simplemente ordena al espíritu que salga de ese hombre, y el espíritu se sale “haciéndole pedazos (griego = sparaxan, destrozar, rompiendo, convulsionando), y clamando á gran voz” (v. 26). Jesús también clamará a gran voz en su muerte (15:37), así que tal vez el clamor del espíritu es un grito de agonía. Sin embargo, Marcos no nos dice el destino de este espíritu exorcizado, o del hombre.

Este exorcismo confirma la autoridad de Jesús, primero revelada en su enseñanza (v. 22). Jesús podía haber escogido cualquier tipo de milagro para dar autenticidad a su autoridad, pero escoge un exorcismo por su valor simbólico. En este evangelio Jesús viene para derrotar al mal y llevar a cabo la salvación. Y comienza este proceso con su ministerio de enseñanza/sanidad en esta sinagoga. Su enseñanza y sanidad son partes completamente unidas de la misma obra de salvación.

MARCOS 1:27-28. ¿QUÉ ES ESTO? UNA NUEVA DOCTRINA ¡CON POTESTAD!

27Y todos se maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun á los espíritus inmundos manda, y le obedecen? 28Y vino luego su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.

Una vez más Marcos nota la sorpresa de la gente. Ellos preguntan “¿Qué es esto?” [Una] nueva doctrina… ¡con autoridad! Solamente después de que notan la autoridad de su enseñanza que notan su autoridad sobre los espíritus inmundos. La enseñanza de Jesús con autoridad es eminente, y prepara a la gente para recibir su autoridad de sanidad. Su autoridad de sanidad confirma y refuerza su ministerio de enseñanza.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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