Comentario
Estudio de la Biblia

Mateo 11:2-11

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

MATEO 5-13: EL CONTEXTO

En este Evangelio, Jesús comenzó su ministerio en Galilea (4:12-17), llamó a los primeros discípulos (4:18-22), y ministró a las gentes (4:23-25), pero Mateo solo describe estos eventos brevemente. El Sermón en el Monte es lo que realmente presenta el ministerio de Jesús y delinea sus enseñanzas en detalle (capítulos 5-7). Los milagros (capítulos 8-9) constituyen una parte significante del próximo material. Estas dos partes significantes (sermón y milagros), preparan el camino para v. 4 de nuestra lección del Evangelio, en la que Jesús les dice a los discípulos de Juan que le digan “las cosas que oís y veis.”Lo que han oído es el Sermón en el Monte. Lo que han visto son milagros.

Nuestra lección del Evangelio, vv. 2-11 enfatiza el poder curativo, salvador, y habilitador del ministerio de Jesús. Estas características sorprendieron a aquéllos que esperaban a un mesías que juzgaría por fuego. Sin embargo, este capítulo después pasa a un tono de juicio, incluyendo las lamentaciones de vv. 20-24. Más adelante, el capítulo termina en un tono más suave, “Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados” (vv. 28-30). En este Evangelio, particularmente, Jesús conforta a los afligidos y aflige a los que están cómodos.

MATEO 11:2-3: ¿ERES TÚ AQUEL QUE HABÍA DE VENIR?

2Y oyendo Juan en la prisión los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3Diciendo: ¿Eres tú aquél que había de venir, ó esperaremos á otro?

“Y oyendo Juan en la prisión los hechos de Cristo” (v. 2). Mateo mencionó el arresto de Juan en 4:12, pero no ofreció ninguna explicación. En 14:1-12, nos contará la sórdida historia del matrimonio de Herodes con la esposa de su hermano, la crítica de Herodes por parte de Juan y su arresto subsiguiente, y el baile de la hija que termina en la decapitación de Juan. Joséfus nos dice que Juan está encarcelado en Macaerus, el fuerte de Herodes en el desierto al este del Mar Muerto.

“¿Eres tú aquél que había de venir, ó esperaremos á otro?” (v. 3). Nos sorprende que Juan hiciera tal pregunta:

• Lucas nos dice que aún antes de nacer Juan y Jesús, María visitó a Elisabet, la madre de Juan. “Como oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre.” Y Elisabet exclamó a gran voz, y dijo: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lucas 1:41-42).

• Mateo nos dice que Juan predicó, “Aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas” (3:3).

• Cuando Jesús se presentó ante Juan para ser bautizado, Juan protestó, “Yo he menester ser bautizado de ti, ¿y tú vienes á mí?” (3:14).

• Después del bautizo, se abrieron los cielos, descendió el Espíritu de Dios como una paloma, y una voz de los cielos clamó, “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento” (3:17). ¿Cómo puede Juan preguntar si Jesús es el que ha de venir?

La razón por la pregunta de Juan se encuentra en sus expectativas mesiánicas. Urge a la gente que se arrepienta (3:2), porque “ya también la segur está puesta á la raíz de los árboles; y todo árbol que no hace buen fruto, es cortado y echado en el fuego” (3:10). Avisó que el que viniera bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego. “Su aventador en su mano está, y aventará su era: y allegará su trigo en el alfolí, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (3:12). Claramente, Juan esperaba a un mesías de fuego y azufre.

Jesús no cumple con esa imagen. Ha pronunciado bendiciones sobre los pobres de espíritu, los tímidos, y los que hacen la paz (5:1-11). Ha pedido a sus discípulos que amen a sus enemigos (5:42-48). Les ha avisado que no juzguen a los demás (7:1-5). Estas enseñanzas parecen débiles en comparación con las acciones de fuego y azufre anticipadas en la predicación de Juan.

Además, Jesús se alejó de Jerusalén, el hogar del templo y centro de autoridad religiosa, y empezó su ministerio en Galilea (4:12).

Después, en capítulos 8-9, Jesús ministró a la gente con una serie de curaciones – lo que Bruner llama un “ministerio ambulante” – de consecuencia para los curados, por supuesto, pero apenas significante para la nación entera. Siglos han pasado desde que Israel oyera una voz profética (además de la de Juan). El pueblo busca una voz de autoridad – un fuego que purgue la escoria – un líder poderoso que restaure Israel a su gloria pasada – un mesías que restaure el pueblo de Dios. Juan sigue observando a Jesús esperando ver fuegos artificiales pero, hasta ahora, ha sido decepcionado.

Tenemos el mismo problema en la iglesia hoy. La iglesia sigue con su día a día, predicando por la mayor parte a los ya convertidos, mandando algunos dólares a víctimas de desastres, ayudando a alguna familia en momentos de sufrimiento, y enseñando a los niños cuentos de la Biblia. ¡No parece mucho! ¿No debería la iglesia sacudir los cimientos? ¿No debería parecerse más un constructor a cargo de renovación urbana, derrumbando y reconstruyendo – y parecerse menos a un hombre diestro, arreglando goteras?

El encarcelamiento de Juan nos trae otra pregunta. Si Dios escogió a Juan para preparar el camino del que ha de venir, ¿qué hace encarcelado? Si Jesús es el que ha de venir, ¿por qué no trae fuego del cielo sobre los opresores de Juan? ¿Por qué no abre un terremoto las puertas de la prisión, como ocurrirá más tarde para Pablo y Silas (Hechos 16)? ¿Por qué permite Dios que su profeta pase días largos y solitarios, sentado en una prisión?

Tenemos las mismas preguntas hoy. ¿Por qué permite Dios que los justos sufran? ¿Por qué no responde Dios a nuestras súplicas de sanar? Si pagamos el diezmo a la iglesia, ¿por qué Dios no nos recompensa con riquezas? Si asistimos a la iglesia con regularidad, ¿por qué Dios no nos encuentra un trabajo – una esposa o esposo – o lo que sea?

Pero debemos admirar a Juan. Tiene un problema con Jesús, entonces, se dirige a él de la manera más directa que pueda dado su encarcelamiento. ¡No critica por la espalda! Juan manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús si él es el que ha de venir o si deben esperar a otro. Juan tiene dudas, pero, quiere saber lo que dirá Jesús – está dispuesto a escucharle a Jesús decir que él es, por cierto, ¡el que esperan!

MATEO 11:4-6: ID, Y HACED SABER A JUAN LAS COSAS QUE OÍS Y VEIS

4Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber á Juan las cosas que oís y veis: 5Los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y á los pobres es anunciado el evangelio. 6Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado (griego: skandelisthe – también traducido “escándalo” o “tropiezo) en mí.

“Id, y haced saber á Juan las cosas que oís y veis” (v. 4). Como se anota arriba, lo que oyeron los discípulos de Juan fue el Sermón en el Monte (capítulos 5-7), y lo que vieron fueron milagros (capítulos 8-9).

“Los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y á los pobres es anunciado el evangelio” (v. 5). Juan seguramente reconocerá la alusión bíblica en la respuesta de Jesús. Isaías 29:18 habla de sordos que oyen y ciegos que ven. Isaías 35:6 habla de cojos que saltan como ciervos. Isaías 26:19 habla de muertos que viven. Isaías 61:1 habla de las buenas noticias para los oprimidos, los de corazón partido, cautivos y prisioneros. Estas señales son de la venida del mesías (Bergant, 20). “El final de la era antigua ha llegado; la nueva edad amanece. El escantón, anunciado por los profetas, no está a punto de amanecer; ya ha amanecido (Isaías 34; 61:5-7). La nueva edad se manifiesta en palabra y obra. Aún así, milagros evocan ambos fe y duda, porque fe es una respuesta personal a las pruebas” (Augsburger).

En capítulos 8-9, Jesús ha dado vista a los ciegos (9:27-31) – hecho a los cojos andar (9:2-8) – lavado a los leprosos (8:1-4) – sanado a un hombre mudo y sordo (9:32-34) – y resucitado a los muertos (9:18-26). También cumplió milagros que no forman parte de la lista de Isaías: sanó al criado del centurión (8:5-13) – sanó a la suegra de Simón y a muchos otros (8:14-17) – calmó una tormenta (8:23-27) – y exorcizó un demoníaco (8:28-34). Jesús pronto llegará al fuego y azufre (véase Mateo 24-25), pero primero establece un ministerio de sanar y de salvar.

En su catálogo de milagros,“a los pobres se les traen las buenas noticias” parece poca cosa. La mayoría de la gente guarda lo mejor para el final, y el milagro más dramático era el de resucitar a los muertos (9:18-27). ¿Por qué no parar ahí? ¡Porque los pobres, los de corazón partido, cautivos y prisioneros le importan a Jesús! Hay tanta gente pobre – como el polvo de la tierra. Su pobreza (opresión, encarcelamiento) les ahoga la vida. Solo imagina si alguien pudiera respirar vida en ese polvo – ¡permitiéndoles experimentar plenamente su humanidad! ¡Jesús hace eso! Lo hizo mientras caminaba las carreteras polvorosas de Judea, Samaria, y Galilea. Continúa haciéndolo hoy a través del ministerio de la iglesia.

La respuesta de Jesús pide mucho de Juan. Le pide que aumente su entendimiento para comprender a un mesías diferente del que él esperaba. Debemos admirar a Juan por no romper con Jesús en ese momento. Jesús también nos pide que aumentemos nuestro entendimiento para comprender a un mesías diferente del que preferimos – es decir, un mesías mágico que solucione todos nuestros problemas y nos de cosas buenas.

“Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí” (v. 6).  Jesús podría reprenderle a Juan por sus dudas pero, en vez, le ofrece una bendición. Jesús no ha cumplido las expectativas de Juan, pero Juan no ha permitido que eso le sirva de tropiezo (skandelisthe). Pronto, Jesús se enfrentaría con las ciudades que no se habían arrepentido (11:20-24) – gente local que se escandalizaba de él (13:57) – fariseos que se ofendieron (12:1-8; 15-12) y que tuvieron consejo contra Jesús para destruirle (12:9-14) y que acusaron a Jesús de usar el poder de Beelzebú (12:24) – y aún sus discípulos que se dispersaron, abandonándole (26:31-33). Juan no ha hecho ninguna de esas cosas, simplemente le pide a Jesús que confirme que él es el que todos han estado esperando.

Jesús ofrece una bendición, no solo para Juan, sino para todos los que no se ofendan – todos los que no tropiecen – todos los que no se escandalicen. “Siempre son los milagros que Jesús no nos cumple los que se convierten en un tropiezo para la fe” (Holwerda, 66). Jesús nos bendice cuando permanecemos fieles a pesar de oraciones que quedan sin responder o esperanzas que quedan sin cumplir.

MATEO 11:7-10: ¡UN PROFETA! ¡Y MÁS QUE PROFETA!

7E idos ellos, comenzó Jesús á decir de Juan á las gentes:¿Qué salisteis á ver al desierto? ¿Una caña que es meneada del viento? 8Mas ¿qué salisteis á ver? ¿Un hombre cubierto de delicados vestidos? He aquí, los que traen vestidos delicados, en las casas de los reyes están. 9Mas ¿qué salisteis á ver? ¿Un profeta? También os digo, y más que profeta.10Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, Que aparejará tu camino delante de ti.

“¿Qué salisteis á ver al desierto?” (v. 7). Jesús se ha apresurado para definirse; ahora le define a Juan. Las referencias a una caña, vestiduras delicadas, y palacios pueden dirigirse a Herodes Antipas. Las monedas de Herodes incluyen el símbolo de una caña; él lleva vestiduras delicadas; y vive en palacios, incluyendo el de Machaerus, donde Juan está encarcelado.

Juan no es una caña que se dobla en cualquier dirección que se dirija el viento, sino que es un roble parado, alto y fuerte. Está vestido, no en vestiduras delicadas, sino en pelo de camello y un cinto de cuero. Todo de su persona exuda fuerza.

“También os digo, y más que profeta” (v. 9). Jesús dice que Juan es el cumplimiento de Malaquías 3:1 (v. 10). Difiere de otros profetas en que él:

  • cumple con la profecía y, al mismo tiempo, profetiza;
  • es un mensajero del final del tiempo y;
  • es un predecesor del mesías.

Juan prepara el camino para el que ha de venir. Personas estudian bien las carreteras antes de que el rey viaje por ellas. Sirvientes arreglan los hoyos en la tierra y soldados exploradores aseguran su seguridad. Hoy, ejecutivos tienen asistentes que hacen sus planes de viaje, secretarias que hacen sus reservaciones, chóferes que conducen sus coches, y pilotos que vuelan sus aviones. Igual que los servicios cumplidos por los que preparan el camino aumentan la habilidad del ejecutivo para cumplir su trabajo, así también Juan preparó la entrada de Jesús al mundo, suplicándole a la gente que se arrepintiera.

Malachi 3:1 dice, “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí,” refiriéndose a Yahvé. Jesús cambia “mí” a “ti,” aplicando el versículo a si mismo. “Jesús es la manifestación de Yahvé” (Morris, 279-280).

MATEO 11:11: EL MÁS PEQUEÑO EN EL REINO DE LOS CIELOS

11De cierto os digo, que no se levantó entre los que nacen de mujeres otro mayor que Juan el Bautista; mas el que es muy más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.

Existe una gran línea divisora en el centro de la historia, con los profetas por un lado y Jesús por otro. Juan es una figura transitoria (véase vv. 12-14).

“Mas el que es muy más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él” (v. 11). Juan se encuentra en el pináculo de la antigua era, pero aún el más grande representante de la era antigua es menor que el representante más humilde de la nueva. Una metáfora apropiada es el astrónomo antiguo cuyas observaciones estaban limitadas por un telescopio pequeño y primitivo. La persona más brillante, así limitada, nunca podría aproximar su trabajo al de una persona ordinaria que tiene acceso a los telescopios espaciales de hoy.

Como Moisés, Juan marchó hasta el borde de la promesa sin entrar en ella. Fue el predecesor de Jesús – no su discípulo.

Si el menor en el reino de los cielos es más grande que Juan, considere donde nos pone eso a nosotros. Podemos ser cristianos muy ordinarios, pero Dios nos considera grandes.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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