Comentario
Estudio de la Biblia

Mateo 15:10-28

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Emmanuel Vargas Alavez

MATEO 15:1-9: EL CONTEXTO

Inmediatamente antes del pasaje del evangelio de hoy, encontramos a Jesús en medio de una controversia con los fariseos y escribas respecto a guardar la ley. Mateo hace notar que estos fariseos y escribas fueron de Jerusalén a Galilea, y normalmente esta región no tendría como visitantes a tan augustos personajes. Los galileos estarían deslumbrados con su autoridad.

Estos fariseos y escribas habrían venido a ver a Jesús (v. 1), y esto era tanto un tributo a su creciente reputación como una manifestación de la creciente incomodidad que él les provocaba. Estos critican a Jesús porque sus discípulos no observan los rituales de purificación ritual. Jesús los enfrenta haciendo notar su falla para honrar a su padre o madre de acuerdo con lo que dicen los Diez Mandamientos. Jesús termina llamándolos hipócritas y diciendo: “bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón lejos está de mí. Mas en vano me honran, Enseñando doctrinas y mandamientos de hombres.”

El asunto central era el enfrentamiento entre la tradición hecha por hombres y la ley de Dios. Aunque la Tora (ley) incluía muchos detalles, no intentaba anticipar todos los escenarios posibles. Fueron los rabinos, que amaban a Dios y querían guardar fielmente la ley, quienes desarrollaron la Mishna (compilada entre los años 200 a.C. y 135 d.C.) y el Talmud (compilado entre los años 250-500 d.C.) para corregir aquella “deficiencia” de la Ley. Y así produjeron una obra que ocupó 36,000 páginas (Lockyer, 1029). Aunque su intención era que solamente sirvieran como guía para la gente (que de otra forma hubiera tropezado en el error) estas obras obtuvieron una autoridad casi igual a la misma Tora.

Debido a su deseo de abarcarlo todo, los rabinos estiraron la ley mucho más allá de su intención original. En algunos casos, incluso, tomaron una ley dirigida a un grupo específico, como los sacerdotes, y la aplicaron a todos; o tomaron una ley que se aplicaba a una situación específica y la ampliaron para cubrir todas las situaciones. Casi abordaron todos los infinitos detalles, haciendo a la ley más compleja y más esclavizante con cada palabra. Las excepciones eran tan precisas y tortuosas como las mismas reglas que intentaban exceptuar. Era hacer leyes frenéticamente. Tal vez la mejor analogía contemporánea serían las normas del gobierno. Atrapada en los detalles, una persona muy fácilmente podría no ver el bosque por estar demasiado cerca de los árboles.

En los versículos 1-9, los fariseos cuestionan a Jesús por permitir que sus discípulos ignoren el ritual de lavarse las manos que requería su tradición. Jesús les responde llamando la atención a que ellos no han guardado la ley de Dios de honrar a padre y madre –uno de los Diez Mandamientos— una excepción permitida, no por Dios, sino por su tradición. ¿Puede su tradición, supuestamente desarrollada para ayudarles a obedecer la ley de Dios, ser válida si los disculpa de obedecer la ley de Dios? ¡Por supuesto que no! Esta controversia naturalmente dirige al discurso de Jesús en los versículos 10-20 sobre lo que verdaderamente contamina al ser humano.

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MATEO 15:10-20: AQUELLO QUE VERDADERAMENTE CONTAMINA

10Y llamando á sí las gentes, les dijo: Oíd, y entended: 11No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. 12Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se ofendieron? 13Mas respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. 14Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo. 15Y respondiendo Pedro, le dijo: Decláranos esta parábola. 16Y Jesús dijo: ¿Aun también vosotros sois sin entendimiento? 17¿No entendéis aún, que todo lo que entra en la boca, va al vientre, y es echado en la letrina? 18Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. 19Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. 20Estas cosas son las que contaminan al hombre: que comer con las manos por lavar no contamina al hombre.

Este discurso es bastante sorprendente porque, en él, Jesús ni minimiza ni pone a un lado las leyes de la Tora sobre la comida. El asunto es definir lo que constituye la verdadera santidad.

Los fariseos y escribas piensan que la santidad es la observación fiel de la ley. Estamos tan familiarizados con el conflicto entre Jesús y los escribas y fariseos, que encontramos difícil apreciar la perspectiva de estos últimos. Las leyes levíticas sobre la alimentación son una parte importante de las prácticas religiosas judías. Son el corazón de la Tora, la parte más santa de las Escrituras judías. Estas leyes ayudaron a crear el sentido de ser un pueblo aparte, tan importante para la identidad judía. El movimiento era circular. El pueblo de Dios guardaba las leyes de alimentación, y esas leyes les ayudaron a establecer su identidad como pueblo de Dios.

La ley declaraba ciertos alimentos como impuros, y comer esos alimentos contaminaba a quienes los comían. Esto no tenía nada que ver con la higiene o la salud, sino con la santidad; es decir, con la obediencia a la voluntad de Dios. Dios había especificado lo que era y no era permitido. Así que no observar estas leyes constituía un acto de rebelión contra Dios. Jesús dice “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre”. Él cambia el eje de lo que entra en la boca (comida) y lo pone en lo que sale del corazón (pensamientos, sentimientos, y motivos).

No hay duda de que el comentario de Jesús es sorprendente y ofensivo para los fariseos y escribas de Jerusalén. Ellos han dedicado sus vidas, personal y profesionalmente, a la pureza ritual; es decir, a la interpretación y observación de la Tora y la Mishna. Sus credenciales son impresionantes y les ha costado trabajo ganarlas. No solamente observan la Tora y la Mishna, sino que también demandan que otros las observen. De hecho, así ellos se convierten en un tipo de policías religiosos. Y nos hacen recordar a losmullahs musulmanes que interpretan e implementan las prácticas del Islam y su observación rígida en la actualidad.

Este es un problema muy actual para la iglesia de Mateo al final del primer siglo, porque es una iglesia que está en transición. Al principio, la iglesia era totalmente judía, pero eso cambio cuando se comenzó a aceptar a gentiles (ver la historia de Pedro y Cornelio en Hechos 10). Cuando Mateo está escribiendo su Evangelio, los cristianos judíos y gentiles están luchando con el asunto del lugar que debería tener la ley judía en la vida de la iglesia. En Mateo, Jesús deja en claro su devoción a la ley cuando dice: “No penséis que he venido para abrogar la ley ó los profetas: no he venido para abrogar, sino á cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.” (5:17-18). ¿Significa esto que los cristianos están obligados a observar las leyes alimenticias judías –las otras leyes levíticas— y la Mishna? Ese es el asunto que Mateo está tratando de aclarar.

En este evangelio, Jesús cambia el énfasis del perfecto cumplimiento de las reglas, al de los propósitos de esas reglas que fueron diseñados para servir. “Lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (v. 11). Después, hablando a sus discípulos, Jesús lo clarifica, “Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre: que comer con las manos por lavar no contamina al hombre” (vv. 19-20).

El bien y el mal no brotan de lo que se come, sino del corazón. La inmundicia de los intestinos no se puede comparar con la inmundicia que hay en el corazón. Fácilmente nos deshacemos de la inmundicia del intestino, y ya no nos afecta. La inmundicia que hay en el corazón es otra cosa. La inmundicia de nuestros corazones encuentra expresión en las palabras que salen de nuestras bocas, y las palabras de nuestras bocas nos dirigen a las obras de nuestras manos. La cólera en nuestros corazones da paso a palabras hirientes y hechos violentos. En años recientes se ha hecho popular la noción de que ventilar el enojo lo disipa, que hace que se evapore. Más recientemente, hemos llegado a entender que palabras dichas con cólera y odio simplemente hacen que el enojo se fortalezca, que se alimente. Las palabras dichas con odio dañan a todos: a la persona que las dice, a la persona a quien se le dicen, e incluso a la persona que casualmente las oye.

• Consideren al niño o niña que oye a sus padres lanzarse palabras de odio el uno al otro.

• Consideren el Holocausto, que empezó con las palabras llenas de odio de Hitler.

¿Cuántas personas murieron como resultado de aquellas palabras? ¡Seis millones de judíos! ¡Veinte millones de soviéticos! ¿Cuántos americanos? ¿Cuántos alemanes? ¿Cuántos italianos? ¿Cuántos polacos? ¡Y todo comenzó con palabras dichas con odio y en un tono alto!

• Consideren los hechos de los terroristas musulmanes actuales. Su violencia brota naturalmente de las palabras de sus líderes extremistas.

A nosotros nos gusta decir “los palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca podrán herirme”, ¡pero esa es una mentira! Todos hemos sido heridos por palabras impulsivas y llenas de odio. Esas palabras no solamente producen espíritus heridos, sino que también producen violencia y asesinatos.

Tal vez podemos entender más fácilmente el poder de las palabras al introducirnos un poco más en la llamada “Era de la Información”. Durante el período de la Era Industrial, la gente ganaba riqueza y poder fabricando cosas con gran esfuerzo: automóviles, aviones, acero y motores. En años recientes, la gente ha ganado riqueza a tavés de las palabras y los sustitutos de las palabras (códigos computarizados, derechos de autor, patentes, contratos, acuerdos legales). Tal vez con el tiempo esto nos ayudará a recobrar nuestro aprecio del poder de las palabras para bien o para mal.

“Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (v. 13). Desarraigar una planta es diferente a cavar alrededor de ella y sacarla cuidadosamente con toda la raíz. Desarraigar es una sentencia de muerte.

Jesús habla de “guías de ciegos” (v. 14). Los fariseos y escribas se creían guías de quienes tenían menos vista. Jesús dice que esa guía está condenada al fracaso, porque ellos mismos son ciegos.

Los pecados que Mateo enlista como saliendo del corazón (vv. 18-19) comprenden los mandamientos del seis al nueve –la segunda tabla— los pecados que afectan las relaciones, que destruyen la vida (asesinato); que destruyen el matrimonio, la familia, el respeto por sí mismo, y la integridad (adulterio y fornicación); que destruyen la propiedad (hurto); y que destruyen la reputación (falsos testimonios y calumnias). Aunque Dios perdona estos pecados, sus efectos son trágicos y duran mucho tiempo.

Al concentrarse en los motivos del corazón más que en la pureza ritual, Jesús hace el cumplimiento religioso más fácil y, al mismo tiempo, más difícil. Es más fácil porque nos saca de la compleja maraña de la Mishna y Talmud, dándonos lineamientos amplios en lugar de detalladas instrucciones. Es más difícil porque ahora tenemos que dejar que nuestra devoción a Dios afecte las partes más profundas de nuestro ser. Ya no podemos realizar el ritual y considerar que con eso cumplimos nuestra obligación, sino que debemos hacer un genuino esfuerzo para establecer una relación amorosa con Dios y con nuestro prójimo.

MATEO 15:21-28: LA MUJER CANANEA

21Y saliendo Jesús de allí, se fue á las partes de Tiro y de Sidón. 22Y he aquí una mujer Cananea, que había salido de aquellos términos, clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija es malamente atormentada del demonio. 23Mas él no le respondió palabra. Entonces llegándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despáchala, pues da voces tras nosotros. 24Y él respondiendo, dijo: No soy enviado sino á las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25Entonces ella vino, y le adoró, diciendo: Señor socórreme. 26Y respondiendo él, dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo á los perrillos. 27Y ella dijo: Sí, Señor; mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. 28Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres. Y fue sana su hija desde aquella hora.

Jesús se va de Genesaret, que está en la costa del mar de Galilea, a Tiro y Sidón, que respectivamente están a unos 37 y 75 kilómetros al norte de Galilea en la costa del mar Mediterráneo. Es una larga caminata, y no se nos dice por qué va a esos lugares. Es lo más al norte que Jesús viajaría, y la única vez en este Evangelio que sale del territorio judío/samaritano, excepto para escapar de Herodes cuando era un bebé (2:13-23) y para visitar Gadara (8:28-34).

En este evangelio, esta es una de tres ocasiones en que Jesús sana a gentiles (8:5-13, 28-34). No es muy claro si Jesús efectivamente entró a Tiro y Sidón o simplemente se quedó a las orillas de esa área gentil. Marcos dice que entró a una casa (Marcos 7:24), pero no especifica dónde. Mateo no nos dice por qué va Jesús a esos lugares. Ya antes la multitud había frustrado su búsqueda de unos momentos a solas, pero no parece lógico que busque renovación espiritual en un territorio pagano. Tal vez Dios lo lleva ahí solamente para que nosotros podamos disfrutar la historia de esa extraordinaria mujer cananea llena de fe.

Una mujer cananea “clamaba, diciéndole (griego = ekrazen, gritar, clamar): Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija es malamente atormentada del demonio (griego = kakos daimonizetai,cruelmente o malvadamente poseída por un demonio).” La mujer se dirige a Jesús como “Señor” y como “Hijo de David,” palabras que un judío solamente usaría para el Mesías. Y por ello nos sorprende escuchar tales palabras en los labios de una mujer cananea. Solamente en una ocasión anterior Jesús ha escuchado tales palabras, y éstas venían de sus discípulos (14:33).

• Las palabras de esta mujer contrastan con las de los fariseos y escribas que, apenas hace un momento, criticaban a Jesús por permitir que sus discípulos comieran sin realizar el apropiado ritual de purificación. Esa crítica tenía la intención de exponer la debilidad de Jesús como maestro y de arruinar su reputación. En contraste esta mujer solamente tiene palabras de reverencia y fe.

• La claridad de la visión de la mujer cananea contrasta con la falta de visión de los discípulos (14:13-33).

Al igual que la mujer samaritana, la cananea es sin duda extraña, extranjera y mujer.  Las palabras de la mujer “[Señor] ten misericordia de mi” (griego = eleeson me kyrie) nos traen a la mente el Kyrie eleison (Señor, ten misericordia) de la misa.

Jesús no le responde a la mujer. “Su silencio inicial para con la mujer es sorprendente” (Reid, 92).

Los discípulos, ofendidos por los gritos de la mujer, le piden a Jesús que la despida, al igual que antes le habían pedido que despidiera a la multitud (14:15). La mujer se ha dirigido a él como Señor, pero los discípulos fallan para hacer lo mismo cuando le dicen a Jesús que la despida. No es claro si ellos simplemente se quieren deshacer de ella o que se le diera lo que quería para que pudiera dejarlos en paz. Probablemente cualquiera de las dos cosas los haría felices, mientras dejara de molestarlos. A pesar de que Jesús no la despide, les contesta a sus discípulos (no a la mujer): “No soy enviado sino á las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Jesús no puede permitir que se le distraiga pues tiene a toda una nación que salvar. ¡Qué decepcionante! ¡Nosotros queremos que sane a la hija de esa mujer!

Sin embargo, ¡lo peor todavía está por llegar! Ella se arrodilla ante él y le ruega: “¡Señor, socórreme!”. ¡Seguramente que ahora Jesús cederá! ¡Pero no! (¡Y qué difícil es esto para nosotros!). Jesús le dice: “No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo á los perrillos.” ¡Seguramente que esas palabras no salieron de la boca de Jesús! ¡Por favor Dios, que esto no sea así! Pero Jesús dijo las palabras, ¡y ya no se pueden devolver! ¡Estas palabras saliendo de la boca de Jesús suenan como las palabras contaminantes de las que Jesús apenas había hablado hace un momento!

También es una ayuda recordar que Jesús frecuentemente trata de aminorar la velocidad de la revelación. Esto comenzó al mero inicio de su ministerio cuando su madre le pidió proveer vino para un desafortunado anfitrión. Jesús, en aquella ocasión, le respondió, “Aún no ha venido mi hora” (Juan 2:4). Aunque después se ablandó y salvó el día, Jesús titubeó ya que no fuera a ser que la prematura revelación hiciera peligrar su misión de salvar al mundo. Después también sana a otras personas a quienes les dice que no lo cuenten a nadie; así estaba tratando de conservar su paso. Aunque tenía compasión de la multitud, también tenía una misión que iba más allá de la multitud. Si permite que esta mujer lo presione y lo apure demasiado rápido, el pueblo de Israel, su primera prioridad, lo relegará como a alguien que ama a los gentiles.

Así que la mujer cananea le ruega a Jesús que cruce una frontera que amenaza con descubrirlo. Después de la resurrección, Jesús abre la puerta a los gentiles al dar la Gran Comisión (28:18-20). Hasta ese entonces, él debe dar a los israelitas todas las oportunidades; ¡pero esta mujer cananea está rompiendo su corazón en ese momento! En la encarnación, Jesús tomó sobre sí mismo las tensiones humanas con las que todos nosotros luchamos. Ahora debe escoger entre hacer un bien, mientras le da la espalda a otro. Ese es el problema del ser humano. ¡No podemos tenerlo todo!

Pero la mujer nota que Jesús usa la palabra no para los perros comunes y corrientes (griego = Khon), sino la que se refiere a las mascotas domésticas (griego = kunarios). Las mascotas no son algo de fuera sino interno. No solamente pertenecen a la familia, como el ganado, sino que son parte de la familia, a diferencia del ganado. Así, aunque subordinados a otros miembros de la familia, las mascotas disfrutan de privilegios que se les niegan a otros animales. Aunque no tienen un lugar en la mesa, las mascotas disfrutan la intimidad a los pies de la familia. Al comer, difícilmente la familia puede resistir el placer de tirarle un bocado de comida a la mascota.

¡Esta mujer le hace notar esto a Jesús! “Sí, Señor; mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores” (v. 27). Casi podemos ver el brillo en sus ojos cuando siente el poder de su comentario. Aunque reconoce el señorío de Jesús y su humilde posición ante él, ella reclama sus justos, aunque modestos, privilegios. Ella no solamente cree que Jesús puede sanar a su hija, ella cree que sanará a su hija. ¡Y está en lo cierto!

Jesús responde de forma exuberante, “Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres.” Después de replicar hábilmente a líderes religiosos hostiles, y después de “regañar” a discípulos que no entienden, ¡Jesús encuentra en esta mujer, llena de fe, un gran gozo! Se deleita al permitirle honrarlo, un contraste verdaderamente notable con los hombres de la alta jerarquía que vez tras vez fallan en hacerlo. “Y fue sana su hija desde aquella hora” (v. 28b). ¡Aleluya! ¡Y ahora nosotros estamos casi tan contentos como él!

La promesa total de este incidente se revelará solamente después de la resurrección. Sin embargo, “el diminutivo ‘perrillos’ es un paso en una dirección de la cual Jesús nunca podrá regresar. Los gentiles ya no están afuera, en las calles; ahora están en la casa. Y en un rato más estarán a la mesa” (Bruner, 553).

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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